El primer banco de sangre del Perú
No hay mejor fecha que hoy, Día Nacional del Donante Voluntario de Sangre, para recordar al mèdico cirujano Carlos Muñoz Baratta, gestor del primer banco de este líquido, que se creó en 1943, en el hospital Dos de Mayo
Es jueves y el banco de sangre cierra a las cuatro de la tarde. Son las tres y media y la madre de César Rodríguez espera angustiada la llegada de su donante. Su hijo debe ser operado en los próximos días, por eso, requiere cuatro unidades de sangre. Dicen que los tiempos cambian, aunque en este caso parece que el reloj se hubiera detenido en la primera mitad del siglo XX, cuando el doctor Carlos Muñoz Baratta mostraba una preocupación similar a la de la mamá de César y comentaba entre sus colegas sobre la necesidad de contar con reservas de sangre.
A Bernardo Muñoz Angosto le tomó un fin de semana encontrar parte del legajo de su padre, celosamente guardado en su antigua casa de San Isidro. Al doctor Carlos Muñoz le tomó solo 28 horas pasar todas las evaluaciones para recibirse como médico cirujano en la Facultad de Medicina de San Fernando, el 14 de julio de 1943. Todo un récord para el Guinness. Carlos y Bernardo son padre e hijo, respectivamente. Bernardo tiene 49 años y es un exitoso ingeniero industrial. Carlos murió a los 91 años de un ataque cardíaco en el 2004, pero siempre será recordado por su gran trabajo en beneficio de la hematología peruana.
Carlos Muñoz Baratta nació en 1913. Fue el mayor y el más aplicado de seis hermanos. Aunque jovial y sociable, jamás logró arrancar risas como su hermano Hugo, popularmente conocido como “Moncherí”. Lo suyo fue la medicina y la investigación científica. Tras obtener su título ingresó a trabajar en la Cruz Roja Peruana. Allí se enamoró de Adela Angosto, una voluntaria 12 años menor que él, con quien compartió ocho años de matrimonio y tuvo tres hijos.
Fue gracias a la persistente gestión del hematólogo y a solicitud del entonces presidente de la Cruz Roja Peruana, Miguel Aljovín, que en diciembre de 1943 se creó el primer banco de sangre en el hospital Dos de Mayo. Muñoz Baratta fue puesto al frente y cincuenta años más tarde recordaría: “La primera experiencia del banco de sangre se inició con una botella vacía de suero”.
De manera casera y mejorando el tipo de ingreso de flujos, el galeno diseñó el equipo de transfusión que hasta hoy lleva su nombre. Tampones, jebes, jeringas de acero, mangueras y botellas de suero le permitieron reducir costos y obtener instrumentos más prácticos y de mayor duración. Entre 1949 y 1956 fabricó y distribuyó gratuitamente 17.207 frascos en todos los nosocomios de Lima y Callao.
El recorte de un diario parisino de 1950 cubre la mitad de un escritorio, en la casa familiar de San Isidro. Bernardo frunce el ceño, se coloca los lentes y revela su ligera miopía. “La niña que estaba condenada a muerte”, es el titular del tabloide, que detalla el caso de una menor sometida a una riesgosa operación por presentar incompatibilidad sanguínea con su madre. Un año antes, el médico peruano ya se había adelantado a sus colegas franceses. En julio de 1949 Muñoz Baratta superó con éxito un trance similar al trasplantar la totalidad de la sangre a una recién nacida en la otrora Maternidad de Lima.
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Luego de ello, decidió asimilarse a la policía para continuar con sus investigaciones. Durante las campañas de donación la orden era “Todos a donar”, y eso generaba un flujo disponible para sus observaciones hematológicas. Ingresó como oficial de sanidad en el Hospital Central de la Policía y pasó a situación de retiro con el grado de coronel médico. En diciembre de 1995 se dispuso que la sección de Hemoterapia y Banco de Sangre del Hospital de la PNP llevara su nombre.
Además de su labor en los hospitales, el doctor Muñoz Baratta pasaba parte del día en el laboratorio de su consultorio, en la Plaza San Martín, que era el lugar preferido de Bernardo cuando niño. “Yo tenía 8 ó 10 años, y como era hiperactivo mi padre me decía: “Ya, cuenta leucocitos”, y yo tenía que contar cuadradito por cuadradito en un microscopio antiguo que todavía conservo”, confiesa.
Al padre su inquietud científica lo llevó a diversas partes del mundo. Al hijo, los estudios.
Mucho antes de su fallecimiento, Muñoz Baratta llevó a cabo una prolífica actividad científica, en la cual destacó la introducción de los sueros para detectar el factor Rh. En homenaje a él, cuyo nombre resalta en los bancos de sangre de dos nosocomios del país, ojalá que los donantes voluntarios se multipliquen en nuestro país y que las reservas estén siempre disponibles para salvar vidas.
(Rosa Aquino Rojas)
(Fotos: Álbum familia Muñoz)