A 25 años de la peor tragedia del fútbol peruano
Ese 8 de diciembre de 1987 el tiempo se detuvo en el alma de muchos hinchas del Club Alianza Lima. Su equipo, el de jóvenes y talentosas figuras, el de un cuerpo técnico de lujo encabezado por Marcos Calderón, el de los ‘potrillos’, fue cegado por una mala maniobra del piloto que conducía el fatídico Fokker, de placa AE-560. Un avión naval que sólo debía patrullar las 200 millas marinas, pero que a veces servía de transporte público. La tragedia de esa noche terrible ha quedado en la memoria de toda una generación. Aquí algunas señas de ese desastroso episodio que cumple un cuarto de siglo.
Llegaban a Lima desde Pucallpa, donde jugaron, gustaron y ganaron ese día feriado 8 de diciembre. Su rival había sido el Deportivo Pucallpa, al que vencieron 1 a 0 con gol de Carlos Bustamante.
Estaban apurados por volver a sus casas, a su gente, al clima templado de Lima; por eso todos aceptaron gustosos ir y venir en un vuelo charter. El regreso el mismo día 8 fue en un avión Fokker de la Marina de Guerra del Perú. ¿Qué podía pasarles en un avión de las Fuerzas Armadas?
Y les pasó lo peor. Eran las 8 de la noche y el piloto del avión, el teniente primero AP Edilberto Villar Molina (29 años), perdió la visión de su tablero de mando a pocos kilómetros de la pista del aeropuerto internacional Jorge Chávez. No podía saber si el tren de aterrizaje había bajado correctamente. Entonces el personal de Corpac se afanó en confirmar a la Torre de Control si el ‘tren’ había bajado o no, y cuando lo pudo hacer ya el avión de los aliancistas había girado hacia el norte, dando una vuelta completa y, a baja altura, caería al mar partiéndose en varios pedazos.
En la imagen Alfredo Tomassini, el recordado ‘Tanque blanco’, demuestra su talento en un partido con Unión Huaral, un mes antes de la tragedia
Luego llegaron las versiones contradictorias, las leyendas, los mitos y las esperanzas de los familiares que nunca se resignaron ante los comunicados oficiales. Curiosamente, el único sobreviviente fue el piloto Edilberto Villar. Éste contó a la Policía que pudo salvarse ya que no tenía fracturas en ninguna parte del cuerpo, lo que le permitió resistir en el agua helada de Ventanilla, a 3 millas de la costa.
A las cinco de la madrugada del día 9, varias horas después del accidente, Villar fue divisado junto con los restos del Fokker. Contaría luego que vio, en medio de las tinieblas de la noche, a dos jugadores del Alianza Lima aún flotando.
A uno de ellos lo reconoció como Alfredo Tomassini, el recordado ‘Tanque blanco’.
Según Villar, les lanzó salvavidas, pero fue solo Tomassini quien pudo coger uno de ellos y soportar en el agua un tiempo. Pero estaba con las piernas fracturadas, y su resistencia mermó hasta que no soportó más.
Fue una verdadera tragedia, un golpe muy duro para el fútbol nacional. Los familiares y amigos de los futbolistas, desde ese mismo día 9 y los siguientes días, no cejaron de preguntar tanto en la Base Naval del Callao como en el Hospital Naval. Los mecían, los engañaban y otros les daban falsas esperanzas. Todos esperaban que les dijeran que estaban heridos, que no habían muerto, que jugarían de nuevo, que campeonarían ese año ‘87.
El jueves 10 de diciembre, el diario El Comercio publicó un comunicado de la Marina de Guerra del Perú. Se había rescatado del mar hasta ese momento a seis cadáveres. Y añadían que fueron cuarenta y cuatro personas, entre tripulantes y pasajeros, los que viajaban en ese viejo avión de reconocimiento de poco más de 25 metros de longitud.
El malhadado Fokker tenía como máxima capacidad 52 pasajeros y un promedio de soporte de carga de 660 kilos. Finalmente, el caso se cerró considerando que hubo una falla humana (piloto) y otra técnica (tablero de mando).
Sin embargo, la suspicacia de la opinión pública permaneció por varios años en la memoria de la gente, de los hinchas y familiares. Se habló incluso de asesinato, de que los militares traían droga y miles de cosas más; también se mencionó en los meses siguientes que los jugadores estaban vivos, o por lo menos uno de ellos, Tomassini, y que este andaba perdido, sin memoria por las costas del norte peruano.
Lo único cierto fue que Alianza Lima perdió a casi todo su equipo profesional. A los jóvenes Braulio Tejada (de solo 17 años), Luis Escobar, Carlos Bustamante, Gino Peña, César Sussoni, Daniel Reyes, Alfredo Tomassini, Aldo Chamochumbi, Milton Cavero, Ignacio Garretón y José Mendoza; y a los más experimentados como José Casanova, Tomás Farfán, Johnny Watson y William León, además del inolvidable portero José Gonzales Ganoza.
Con ellos se fue también el profesor Marcos Calderón, el ‘chueco’, como cariñosamente le decían, uno o el mejor técnico peruano de ese momento.
Pero se salvaron cinco jugadores: César Espino, quien había sido expulsado en el partido anterior, el 29 de noviembre, ante Alfonso Ugarte de Puno; Juan Reynoso, quien no viajó por una lesión; así como Benjamín Rodríguez, Juan Illescas y Arturo Guadalupe, quienes no fueron considerados en el equipo de esa fecha.
Lo grandioso de ese triste episodio, en medio del dolor y la pena, fue la respuesta de la gente. Incluso se compuso una canción emblemática, ‘De la victoria a la gloria’, cuyos primeros párrafos decían:
“Desde Tumbes hasta Tacna / desde Pucallpa a la gloria / los negros de la Victoria se van /
porque Dios los llama…
“La gente de Alianza Lima se va, se va / para jugar en la gloria por Navidad / salieron de La Victoria para triunfar / y sobre el cielo de Lima / llegaron hasta la cima / y sobre el cielo de Lima se quedaran… / No volverán, no volverán…”.
Luego vino la solidaridad del club chileno Colo Colo, que cedió a sus jugadores José Letelier, Parko Quiroz, Francisco Huerta y René Pinto; y el tremendo corazón de estrellas de Alianza Lima como Teófilo Cubillas, César Cueto y José Velásquez, quienes volvieron a vestirse de blanquiazul.
Llegaron también las condolencias del Congreso de la República y, claro, del Ejecutivo encabezado por el aprista Alan García Pérez, quien el mismo 9 de diciembre ordenó que todo acto oficial en Palacio de Gobierno sea en total privacidad, sin cámaras ni pompas, en la más absoluta discreción, como gesto de luto.
La despedida de los cuerpos en el Estadio de Alianza Lima, en Matute, fue muy dolorosa. Muchos recuerdan que en la ceremonia se mostró la pelota con la que habían jugado en Pucallpa. Ella se salvó de la furia del mar.
Luego de varios años, en el 2006, recién se reveló un informe oficial de la Marina peruana de aquel año de la tragedia, en el cual se indicaba que el avión presentaba fallas técnicas y que el piloto Villar carecía de la experiencia necesaria para realizar vuelos nocturnos. Pero de nada servían esas explicaciones a posteriori. El luto sigue hoy intacto, a pesar de los 25 años transcurridos.
(Carlos Batalla)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio