Recordando al querido Micky Rospigliosi
A ritmo de salsa dura se despidió uno de los más populares comentaristas deportivos de nuestro país. Un tumor de 23 cm en el colon acabó con su vida en el 2009, dejándonos como lección lo importante que es la prevención. Hoy a 5 años de su partida recordamos la vida de uno de los herederos más queridos de Alfonso “Pocho” Rospigliosi.
Cuando era “el piojo” todos lo envidiaban. Ser el hijo del gran “Pocho” Rospigliosi, reconocido comentarista deportivo de los mejores años de nuestro fútbol, le daba privilegios que cualquier niño de su edad difícilmente tendría. No se perdía ningún Mundial de Fútbol, conversaba con los “cracks” en vivo y en directo y comentaba los partidos al lado de los grandes de aquella época.
Su primera vez fue a los 12 años en pleno Mundial de Argentina 1978. Su padre lo puso frente al micrófono y comentó 6 minutos vía Panamericana Televisión, demostrando un talento precoz y atrevido. Fueron los mejores minutos de su vida. Luego vino el Mundial de España 82, México 86, Italia 90, Estados Unidos 94, Francia 98 y Corea del Sur – Japón 2002. En total fueron 7 mundiales en los que participó, era todo un boom.
De sus tres hermanos siempre fue el que estuvo más apegado a su padre, con él trabajó en el recordado Gigante Deportivo fundado en la década del 80, donde siguió el lema: “Esto es lo que le gusta a la gente”.
En octubre de 1988 llega el primer golpe de su vida con la muerte de su padre, Micky tenía 23 años. Quienes recuerdan ese episodio fatal cuentan que el hijo de Pocho botó el dolor a la espalda y a las pocas horas de su fallecimiento volvió a trabajar.
Para seguir con el legado de su padre funda Radio Ovación en la década del 90 donde era el comentarista principal. Aquí consolidó su propio estilo: directo y coloquial. Era el gordito bonachón que quería ser entendido por el ciudadano común y corriente, pero a la vez no se guardaba nada, por eso llegó a ganarse el cariño de la gente, pero también el odio de personajes que hasta el día de hoy le siguen haciendo tanto daño a nuestro fútbol.
Sus compañeros recuerdan que era muy diferente a su padre. Si Pocho era moderado, Micky era ácido y crítico. Si su padre vivió para contar los mejores goles de nuestras estrellas, Micky Rospigliosi le tocaba comentar la sequía de éxitos de nuestra selección.
Por eso fue uno de los primeros en atacar a las cabezas del fútbol peruano, como Nicolás Delfino y Manuel Burga. Siempre habló de la mafia que existió en nuestro balompié, y se mostró en desacuerdo con los periodistas que la callaban. Alguna vez dijo: “No vamos a clasificar a ningún mundial si sigue esta mafia” una sentencia que hasta el día de hoy sigue vigente.
A cambio de eso lo único que recibió fueron amenazas contra él y su familia. Por ese entonces estaba casado con Claudia Ripamonti, con quien tuvo a Franco, pero en el 2003 se separó. Fue el segundo golpe de su vida.
En el 2004 anuncia su romance con la bailarina Sara Manrique y se convierte en una figura mediática. La historia llenaba los pasquines y todos los programas de espectáculos. Al poco tiempo se separó. Como las desgracias nunca llegan solas en el 2006 un amigo de toda su vida Carlos Flores le quita la Radio Ovación, iniciando una guerra judicial por recuperarla. Y para completar las malas noticias su madre muere.
Sin embargo, una nueva oportunidad aparece en su vida. En el 2008 vuelve a la televisión, no en un programa deportivo sino luciendo sus dotes de buen bailarín en “Bailando por un sueño” de Gisela Valcárcel. En las últimas entrevistas que dio a la prensa contó que durante casi todo el programa estuvo con dolores muy fuertes en el estómago y en el bazo. “No le hacía caso al dolor todo para que el show continúe”. Las llamadas que ingresaban para salvarlo, solo lo estaban matando poco a poco.
En octubre de ese año le diagnosticaron cáncer al colon, bajando en tres meses 38 kilos. Desde entonces su pelea fue diaria, reconoció que las malas noches le estaban cobrando la factura. Durante sus últimos días estuvo acompañado por el último amor de su vida Vanessa Acevedo. Hasta el final pensó que ganaría la batalla, que muy pronto volvería a la televisión para hacer lo que el tanto quiso: narrar. Lamentablemente no pudo hacerlo, el 17 de julio se despidió en olor a multitud a ritmo de Héctor Lavoe y en su Santa María querida.
(María Fernández)
Fotos: Archivo El Comercio
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