Tilsa Tsuchiya y su mundo mitológico
Hace 30 años la artista plástica Tilsa Tsuchiya partió a encontrarse con sus creaciones mitológicas. Considerada la mejor pintora del Perú, Tilsa creó un mundo dominado por personajes de leyenda, ajeno a la postura política que muchos artistas plasmaron en sus obras en tiempos de dictadura militar. En Huellas Digitales rendimos homenaje a la artista que pintó contra la corriente.
Tilsa fue la sétima entre los ocho hijos que tuvo el médico japonés Yoshigoro Tsuchiya y la peruana descendiente de chinos, María Luisa Castillo. Aunque para algunos biógrafos, Tilsa nació en Supe un 24 de setiembre de 1929, testimonios de familiares indican que su nacimiento ocurrió en 1928.
Su interés por el arte despertó cuando contemplaba a su hermano Wilfredo dibujar. En su etapa escolar, ella ya sabía que sería artista. En 1947 ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA). Estudiar allí significó un gran sacrificio económico, pues sus padres murieron a los pocos meses que ingresó a la escuela. Además durante la posguerra, los descendientes de japoneses fueron agredidos y maltratados debido al apoyo que en esos momentos el Perú daba a Estados Unidos.
Dejó la ENBA para abrir, junto a su hermano Wilfredo, una vidriería y taller de enmarcado. Cuando reanudó sus estudios asistió a los talleres de dos grandes maestros: Carlos Quíspez Asín y Ricardo Grau.
Tilsa pertenece a la “promoción de oro” de la ENBA, formada por Alberto Quintanilla, Gerardo Chávez, Alfredo González Basurco, Oswaldo Sagástegui, Milner Cajahuaringa y Enrique Galdos Rivas. Al estar becada, ella tuvo que esforzarse el doble que sus compañeros. Esta condición hizo que explote su talento logrando egresar en 1959 con el Gran Premio de Honor y Medalla de Oro.
Entró al mundo artístico con el pie derecho. Ganó una beca para estudiar en Francia y presentó su primera muestra individual en el entonces célebre Instituto de Arte Contemporáneo. En su primera etapa pintó bodegones que recrearon su vida en el barrio chino, lugar que dejó para estudiar en Europa.
“A París llegué con un miedo horrible. Al pasar por Italia, su arte me aplastó. Boticelli, Fra Angélico, Piero della Francesca, hasta una columna en medio de la calle, me abrumaron. Pensé que lo que acababa de ver no era obra de hombres sino de dioses y yo, no era un diosa”, fueron las impresiones que el viejo continente dejó en la artista. Estudió francés, historia del arte y grabado. Tilsa llegó a París consciente de que en Lima había aprendido a pintar y que ahora necesitaba ampliar sus conocimientos en otras disciplinas.
Le interesó muchísimo el arte medieval y no el que se gestaba durante su estadía en París. Al respecto declaró: “Viendo todo lo nuevo, fácilmente hubiera podido `pegarme´a lo que cambia todas las semanas. Creo que un artista debe seguir lo que le nace, debe ser fiel a sus voces interiores, y no cambiar cuando cambian los gustos o las demandas del mercado. A mí nada de eso me interesa”.
En tres años Tilsa maduró. Se las ingenió para vivir con poco dinero. Enfermó de tuberculosis. Se casó con Charles Mecier y tuvo a su hijo Gilles.
Cuando regresó al Perú, en 1967, comenzó a desarrollar su mitología personal que iba contra las propuestas visuales de ese entonces. Tilsa encontró en el dibujo la herramienta perfecta para hacer bocetos de sus cuadros y probar modificaciones y variantes. Por ello no sorprende que se dedicara a hacer ilustraciones. De su amistad con el poeta Arturo Corcuera nacieron las ilustraciones para el poemario “Noé delirante” y “De los duendes y la villa de Santa Inés”.
En la década del 70 el erotismo fue el tema central de sus obras. Para Tsuchiya los grandes amores eran símbolos de unidad y armonía. De allí se desprende “Tristán e Isolda” (1975), cuadro que la consagró como una de las pintoras más importantes del país. En el se muestra a un hombre y una mujer sin brazos frente a frente con las lenguas entrelazadas sobre una nube que flota por encima de un paisaje de montañas y árboles. La artista solo expuso este cuadro acompañado de la ópera de Wagner. Incluso no estaba en venta, pues sería la herencia de su hijo Gilles. Solo se vendió el grabado.
Este cuadro abre la serie más importante de la artista: “Los Mitos” donde exploró los símbolos espirituales de la memoria colectiva desde su propia visión. Sus personajes de leyenda se adueñaron de sus lienzos. En un principio tenían rasgos de culturas precolombinas. Luego adquirieron rasgos más humanos que nos recuerdan a los personajes de las leyendas del mundo andino.
Mientras alcanzaba la cumbre de su carrera, a Tilsa le detectaron cáncer. Antes de su muerte, ocurrida el 23 de setiembre de 1984, se realizó una retrospectiva de su obra en la galería de arte de Petroperú. A pesar de su delicado estado, Tilsa visitó la muestra acompañada de su discípulo Bruno Zepilli.
Sus obras han recorrido las salas de arte de México, París, La Habana, Medellín, Amsterdan, Caracas, Quito y el Salón de las Naciones Unidas en Washington. A 30 años de su muerte Tilsa Tsuchiya continua inspirando a nuevas generaciones de artistas.
(Lilia Córdova Tábori)
Archivo Histórico El Comercio