La guerra de los ocho años entre Irán e Irak
El 22 de setiembre de 1980, hace 35 años, estalló la guerra entre Irán e Irak, con el ataque de las fuerzas militares iraquíes sobre la provincia iraní de Juzestán. Este enfrentamiento bélico, que duró ocho años, amenazó el flujo de producción petrolera desde el Golfo Pérsico, lo que, a su vez, provocó grandes pérdidas económicas para ambos países beligerantes, dos de los principales exportadores de petróleo del mundo.
“Irak invadió hoy Irán y afirmó haber “destruido” la refinería petrolera de Abadán, la más grande del mundo, pero a su vez fuerzas iraníes bombardearon Bagdad y amenazaron con bloquear el estrecho de Ormuz, el vital paso que lleva a occidente el petróleo del Golfo Pérsico”, era la información difundida en las páginas de El Comercio por aquellos días.
Una de las principales razones del conflicto tuvo que ver con una antigua disputa por un territorio rico en petróleo, ubicado sobre las márgenes del río Shatt al-Arab. Las controversias se remontan al Tratado de paz de 1639 entre el imperio Otomano (Irak estuvo protegido por el imperio otomano hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial) y Persia (Irán fue conocido en Occidente hasta 1935 como Persia, usado para referirse a la nación irania) en el que se tenían diferentes interpretaciones sobre la demarcación del área en mención.
Del mismo modo, también eran motivo de enfrentamiento varias pequeñas islas ubicadas en el Golfo Pérsico. En 1971 Irán, bajo el gobierno de Sha Muhammad Reza Pahlevi, ocupó estas islas militarmente, lo que provocó el rompimiento de las relaciones diplomáticas.
La calma parecía haber llegado en 1975, con la firma del convenio de Argelia, en el que se estableció la demarcación de límites entre ambos países. A pesar que el convenio le daba ventajas territoriales a Irán, su condición de aliado privilegiado de Occidente y el poderío de su ejército obligaron a Irak a aceptar el arreglo político.
Sin embargo, en febrero de 1979 se produjo la revolución en Irán, que trajo como consecuencia la caída del régimen del Sha a manos de los fundamentalistas islámicos, liderados por el ayatola Ruhollah Jomeini. Así, se fundó la nueva República Islámica de Irán. Cuando el defenestrado líder fue acogido en territorio de Estados Unidos, los seguidores del ayatolá Ruhollah Jomeini ingresaron violentamente a la embajada del país norteamericano y tomaron como rehenes a los 64 diplomáticos que se encontraban ahí.
El hecho provocó el rompimiento de las relaciones entre Irán y Estados Unidos, que se capitalizó con la suspensión de las importaciones petroleras desde Irán.
Este contexto y las amenzas religiosas que implicaba la posibilidad de que el fundamentalismo islámico iraní tenga efectos desestabilizadores en su régimen llevaron a que Saddam Hussein buscara ser el principal poder político de la región. Puesto que su rival ya no contaba con el respaldo militar de Estados Unidos, decidió atacar.
Dos años después del 22 de setiembre de 1980, Irán logró neutralizar la ofensiva que Irak ejerció mediante el uso de armas químicas. Ya a partir de 1984, el conflicto pudo internacionalizarse en lo que se llamaría la `Guerra de los petroleros´. La posibilidad se incrementó con los recurrentes bombardeos aéreos y ataques iraníes a los buques de países aliados de Irak como Liberia, Arabia Saudita y Kuwait. Su objetivo era neutralizar las exportaciones de crudo iraquí y de sus aliados.
Esta estrategia colocó en un aislamiento internacional a Irán, que sumado al debilitamiento militar, lo forzó a la aceptación del cese al fuego reclamado por la ONU, el 20 de agosto de 1988.
La guerra terminó sin ningún ganador, pero las víctimas en ambos bandos se contaban por miles, las pérdidas económicas eran significativas por el ataque a las instalaciones petroleras, y, como en todo conflicto bélico, el cuadro final era desolador.
(Julio Guerra)
Fotos: Archivo El Comercio/Agencias
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