Climax narrativo
El climax es el momento de más alta tensión, la cumbre. Me dice el profesor que la novela no puede ser una línea recta o una meseta. Comienzo a preguntarme si la novela se iguala a la vida y si en algún tramo de la mía o de la suya hay un climax.
Asumo que no, que el climax es lo que le ocurre al tiempo del placer (el que cada cual escoja) y le ocurre a una compra o a un paseo o a un viaje o a un enamoramiento o a una derrota. La vida no es, así, como Manrique pretendía, un río que da a la mar sino pequeñas corrientes o microhistorias que se suceden sin un orquestista.
X nos reta a escribir una novela que supere a la vida y que se encumbre por un climax fenomenal. Podrá ser el climax del odio, del antagonismo o de la pasión cuando se desborda y entra en terrenos pantanosos.
No hay climax cuando no se sabe qué historia se quiere contar y se camina al acaso entre pausas y paréntesis. Existe cuando media un plan escrito en un papel y pegado a la pared. El climax del conflicto es la violencia, tras ella solo quedan las heridas de guerra, el descenso. En la pasión es el desenfreno en el encuentro y en el amor, posiblemente la inmolación o el adiós.
Una novela llana te entrampa en una recta. Una novela que asciende te lleva al misterio.