Rumbo al bicentenario
Era hasta hace unos meses un lector voraz de la política cotidiana, pero me agoté de darle vueltas a una noria. Si comparas las noticias políticas del 2004 o 2005 con las de hoy, son las mismas, con peculiaridades propias y actores diversos. De pronto mi sensación es la de un país que se muerde la cola girando en redondo sobre el mismo lugar.
Las grandes preguntas
Cada cinco años votamos y quien llega deshace lo anterior o superpone su plan al que lo anticipó. No hay un Perú detrás de la política, hay políticos detrás de un Perú ¿Y las grandes preguntas? ¿Y las interrogantes sobre la raíz de la corrupción? ¿Y el autoritarismo? ¿Y la falta de un Plan Nacional de Infraestructura? ¿Y el reto geográfico? ¿Y el espíritu peruano? ¿Y el tipo de Estado o de sistema político? ¿Y cómo somos los peruanos realmente? ¿Cómo la educación nos forja o desanima? Son decenas de preguntas que deberían verter con debates y respuestas, con propuestas e ideas generales sobre el Perú ¿Somos emprendedores? ¿Estamos tan mal educados? ¿La cultura influye en nuestra parálisis? ¿Hay una respuesta distinta a los 7 Ensayos de Mariátegui o a la Realidad Nacional de Víctor Andrés Belaunde? ¿Dónde articular los nuevos debates? ¿Los auténticos, aquellos de raiz plural y respuestas inteligentes?
Ningún dilema se resuelve sin atisbar nuestra Historia, por eso el papel de los historiadores es vital. De allí debemos partir necesariamente.
¿Cuándo se jodió el Perú?
Desde luego la primera pregunta que debemos hacernos es: ¿Cuándo se jodió el Perú? ¿Nos la hemos hecho en realidad?
A 185 años de vida independiente, el Perú es un país con escasas definiciones y preguntas. Abundan los desencuentros y los grandes dilemas cotidianos, la política es el patio trasero de la judicatura.
La literatura suele desentrañar esas zozobras. Así, en su novela “Conversación en la Catedral”, Vargas Llosa se pregunta por boca de uno de sus personajes, Zavalita “¿Cuándo se jodió el Perú?” La pregunta ha invadido la mente de los peruanos desde mediados del siglo XX sin hallar nunca una respuesta satisfactoria. Quizás el Perú se fue descomponiendo de a pocos o quizás siguió, desde las primeras luces republicanas, la senda equivocada.
La otra pregunta es “¿Hacia dónde vamos?”. Quizás las respuestas estén más de mano de los intelectuales, los sociólogos, los politólogos, los juristas, los economistas, que los que hacen el día a día en el Congreso y en Palacio para solo girar en redondo.
Confiamos demasiado en las virtudes de los políticos, cuando la clave del desarrollo no la tienen ellos, sino los que son capaces de ver más allá. Zavalita jamás logró una respuesta a su pregunta, ella quedó en el tintero de una ficción, aunque quizás pudiera ser el eje para un multidisciplinario e impostergable debate nacional más allá aún del bicentenario ¿Alguien se animará, por fin, a proponerlo?