Un sueño distinto
Por Stephanie Lozada Machado
Cuando las mañanas se ponen frías y nubladas, suelo quedarme dentro de la cama. Hoy día, me desperté, abrí las cortinas de mi habitación y vi que el sol alumbraba toda mi casa; sin embargo, volví a echarme dentro de la cama. No tenía ganas de empezar el día así que, esperé unos minutos más; y siendo las 10:30 de la mañana, decidí levantarme.
Recuerdo que el sol se reflejaba en las ventanas del comedor dejándome ciega, sin poder caminar tranquila. Me preparé un yogurt con cereal y me puse a leer el periódico que estaba encima de la mesa del comedor. De repente, escuché que dentro de la cocina, alguien se estaba preparando unos huevos.
“Hola!” – me anuncié efusivamente, a cualquiera de mis padres que estuviese ahí. “Hola mi amor.” – alguien me respondió. “Qué?” – pensé completamente desorientada. “¿Mi amor?” – pregunté. “¿Qué tal dormiste?” – me siguió conversando. Se sentó a mi costado, me dio un pequeño beso en la mejilla y se puso a comer sus huevos revueltos con tostadas. Yo seguía desorientada, pero con mucha vergüenza de preguntar quién era aquella persona que al parecer estaba viviendo conmigo. “¿Viste a mis padres?” – pregunté, ya que vivía con ellos y eso me ayudaría a entender lo que estaba pasando. “No. ¿Vendrán a almorzar?” – me contestó de la manera más normal, lo que me hizo pensar, que ahora yo vivía sola con él.
Terminamos el desayuno en silencio. No me atreví a preguntarle su nombre y mucho menos qué hacía en mí casa. Él se levantó de la mesa para tomar un baño. Yo, aproveché en llamar a mi madre para preguntarle sobre aquel muchacho.
“Aló, mamá?” – “Hola hija, cómo está todo con Ian?” – me preguntó. Entonces, durante esos segundo en que respiras antes de continuar conversando, pensé: “Sí vivo con él…con Ian. “ “Todo está muy bien, ustedes? ¿Vienen hoy a almorzar?” – respondí disimuladamente. “Claro que sí, a las 2 estamos por allá.” – me respondió alegremente.
Ian salió de la habitación y me dijo que se iría al mercado a comprar todo para el almuerzo. Yo, sorprendida, solo le agradecí. Esperé que se fuera y me metí al baño. Me demoré lo más que pude dentro de la ducha. No sabía si era real o no lo que me estaba pasando, pero lo cierto era que estaba dándome un delicioso baño. Mientras tanto, Ian regresó y me apuró ya que, era más del medio día. Rápidamente me alisté y fui a ayudarlo.
Pusimos música y empezamos a cocinar. La pasamos increíble en esa hora que estuvimos juntos. Yo no sabía quién era, pero él parecía conocerme de toda la vida. Habían fotos nuestras por toda la casa, de viajes que, lamentablemente no recordaba.
Finalmente llegaron mis padres y tuvimos un almuerzo inolvidable. No hubo un segundo en el que no teníamos de que hablar ni de qué reírnos. Ian, era un excelente cuenta chistes, lo noté rápidamente. Cominos el postre de mi madre; un pie de lúcuma con chocolate, buenísimo. Luego, pasamos al hall para ver una película. Yo estaba encantada. Ian, mi pareja, se llevaba muy bien con mis padres y al parecer conmigo también.
Nos despedimos de ellos y nos metimos dentro de la cama a ver noticias; parecía ser nuestra costumbre. Le agradecí por tan hermoso almuerzo. Él me besó y me dijo que me amaba. Apagamos el televisor y nos fuimos a dormir.
Al día siguiente, desperté en una mañana fría y nublada, sin nadie a mi costado. Ian ya no estaba. Entonces, me di cuenta que todo había sido parte de un sueño distinto.