En busca de los sueños
Por Juan Pablo Jara Flores
Joseph Salazar acababa de despertar de un largo sueño aquella mañana. Soñó que dejaba todo (trabajo, familia, amigos y estudios) para emprender un hermoso viaje por todo el mundo. En su sueño recorrió muchas ciudades y conoció a mucha gente. París, Roma, Río de Janeiro, Barcelona, Seúl, Bogotá, Sídney… Al fin todo el mundo al alcance de su mano. De niño siempre soñó con recorrer el mundo y conocer diversas culturas y pueblos y pensó, por un instante, que lo había cumplido; pero era solo un tonto sueño, que sin embargo le había dado cierta satisfacción.
Aquella mañana lo despertó la voz de su madre como a las once, pregonando que estaba listo el desayuno. Aquella mañana que Joseph decidió dejarlo todo para ir en busca de nuevos horizontes. En la ciudad de Lima todos teníamos sueños, pero muy pocos se atrevían a contarlos. Joseph pertenecía a este reducido grupo. Estudiante de derecho y empleado de un banco; se había aburrido de su vida rutinaria, además que no andaba muy bien en los estudios. Entonces fue que decidió emprender el quimérico viaje.
Ah, me olvidaba de contarles que yo fui uno de sus amigos más cercanos. A pesar del poco tiempo que lo conocí puedo describirlo como una persona alegre, gustosa de hacer nuevos amigos, pero, en el fondo, encontraba cierta satisfacción al estar solo.
Joseph aún no había contado nada a su madre de lo que tenía planeado, pensaba que era lo suficientemente mayor como para hacer de su vida lo que quiera sin tener que consultarle a nadie. Pues tenía 25 años cumplidos y era el mayor de tres hermanos.
Era una tarde de marzo y Joseph se encontraba sentado a la mesa conversando con su madre asuntos sobre académicos, cuando sonó el teléfono. Su madre contestó: era el señor Ramírez, jefe de su hijo, y llamaba para preguntar por qué el señor Salazar no había ido a trabajar ese día. Ella le dijo: “Mi hijo se encuentra con una fuerte infección estomacal, por lo cual es imposible que se presente a su puesto”.
-“Bueno, entonces me tendrá que presentar personalmente el certificado médico de la clínica donde se atendió lo más pronto posible”. El jefe colgó el teléfono y se escuchó un largo silencio. Todo esto que dijo la mamá de Joseph era parte de una actitud apañadora hacia el hijo que tuvo que criar sola junto a sus dos hermanos desde que su esposo se largó de la casa. Sin embargo, cuando Joseph le confesó lo siguiente, la actitud de su madre dio un giro total:
-“Mañana mismo presento mi renuncia al banco- dijo él- Ya me cansé de esta vida. Quiero realizar mis verdaderos sueños.”
-Pero Joseph- dijo su madre- estás completamente loco. ¿De qué sueños estás hablando?
-“De los sueños que siempre tuve. ¡De mis sueños de niño! ¡Mamá entiéndeme! Tú sabes de qué te estoy hablando. De los viajes, de mis ansias de recorrer el mundo… ¡Tú sabes que siempre quise ser un viajero!”…
Dos semanas después un cúmulo de gente allegada a Joseph se reunía en el aeropuerto para darle la despedida antes de que emprendiera tan lejano viaje. Se sabía que su primer destino era la ciudad de Río de Janeiro, en Brasil, pero no se sabía a qué ciudad o país del mundo se trasladaría después. Las últimas palabras que alcanzó a oír de su madre fueron que lo esperaría siempre así sea en la otra vida…Quién sabe si algún día regresará. Yo, que fui su mejor amigo, creo que ni él mismo lo sabía.