El nuevo ministro de Economía y Finanzas, Fernando Zavala, asumió el cargo además de mantener su puesto como presidente del Consejo de Ministros. (Presidencia de la República)
El nuevo ministro de Economía y Finanzas, Fernando Zavala, asumió el cargo además de mantener su puesto como presidente del Consejo de Ministros. (Presidencia de la República)
Gonzalo Carranza

“Es un gusto volver al MEF, cuya máquina conozco bien por dentro”, tuiteó Fernando Zavala, luego de juramentar como ministro de Economía el último viernes. En un siguiente tuit, afirmó que el momento para asumir el cargo es retador.

No le falta razón en ninguna de sus dos afirmaciones. Zavala pasó un buen tiempo en el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) antes de liderarlo por primera vez, con solo 34 años, entre el 2005 y el 2006.

Pero, vista en retrospectiva, la primera gestión de Zavala en el jirón Junín tuvo viento a favor: se aceleraba el superciclo de los ‘commodities’, la inversión privada se dinamizaba, lo peor de la crisis de popularidad y gobernabilidad de Alejandro Toledo quedaba atrás y la caja fiscal lucía sana, al punto que en el 2006 se llegó a un superávit. El MEF, bajo los liderazgos sucesivos de Pedro Pablo Kuczynski, Javier Silva Ruete, Jaime Quijandría, y de nuevo PPK, se había hecho políticamente fuerte.

Hoy, en cambio, Zavala hereda el timón de una economía frenada, con reformas económicas controversiales, proyecciones oficiales sobre el crecimiento del PBI y de la recaudación tributaria que generan dudas en la mayoría de los analistas y un inminente debate por el presupuesto del próximo año, en el que deberá negociar con la misma mayoría parlamentaria que censuró a su antecesor.

El propio nombramiento de Zavala al frente del MEF parece ser una muestra de que el Ejecutivo entiende que la situación actual no es propicia para las curvas de aprendizaje y los experimentos. La tarea para Zavala, dada la temporalidad de su designación, es salvar el corto plazo. Si le da vuelta a la caída de la inversión pública, brinda el apoyo necesario a la reconstrucción, contribuye al destrabe de uno o dos proyectos de APP significativos y negocia sin demasiados contratiempos el presupuesto, hacia finales de año podría cederle la posta a un nuevo ministro, que cuente con mayor espacio para mirar el largo plazo, a quien le tocará decidir si mantiene, profundiza o enmienda las reformas de Thorne.

La apuesta del Gobierno es grande, pues en estos meses Zavala no tendrá margen de error. Un paso en falso llevaría a una crisis política –y económica– de consecuencias insospechadas. La máquina del ministro no es la misma de hace 12 años, pero Zavala tiene la capacidad de aprender rápidamente las nuevas instrucciones de manejo.