Gladys Pereyra Colchado

Las mesas de la Morgue Central de Lima son apenas más anchas que un cuerpo adulto promedio. Sobre ellas, sin embargo, se suelen apiñar dos cadáveres listos para una necropsia siempre apremiante. Deberían tener trituradores para las víseras, un sistema especial de gestión de residuos, extractores de aire y, por lo menos, cámaras de refrigeración que no tengan que soportar cuatro o cinco veces su capacidad. Debería, pero no es así.

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