Se dice que el artista noruego habría presenciado un extraño fenómeno atmosférico en el que vio nubes estratosféricas polares tipo 2.
Se dice que el artista noruego habría presenciado un extraño fenómeno atmosférico en el que vio nubes estratosféricas polares tipo 2.

Era estupor. El de “El grito” de Munch nunca gritó, sino que optó por taparse los oídos ante la experiencia sobrenatural que presenció. Eso del grito era un cuento.

Lo acaba de decir Giulia Bartrum, curadora de “Edvard Munch: amor y angustia”, muestra que en unas semanas se inaugurará en el British Museum de Londres. Ella se basa en una inscripción del artista noruego que figura en la litografía en blanco y negro de la popular obra. “Sentí el gran grito en la naturaleza”, se lee.

Las pruebas parecen irrefutables. “Munch, de forma deliberada, incluyó la inscripción en esta versión para describir cómo le llegó la inspiración de la ansiedad que de repente sintió”, dijo Bartrum a “The Telegraph”. A ello se suma un escrito que el propio artista dejó en su diario y que, para los especialistas, describe el momento que dio pie a la elaboración de la pieza. “Me detuve y, sintiéndome exhausto, me apoyé en la valla. Había sangre y lenguas de fuego sobre el fiordo negro y azulado y la ciudad. Mis amigos siguieron caminando y yo me quedé allí, temblando de miedo, y sentí un grito infinito en toda la naturaleza”, dice.

El estupor del personaje –que según los especialistas es el mismo Munch– no es una novedad para los entendidos. Stein Olav Henrichsen, director del Museo Munch, ubicado en Noruega, confirmó la versión. “Tenemos las palabras del propio Munch y se trata de alguien cubriéndose los oídos mientras escucha el grito de la naturaleza”, contó. Somos los últimos en enterarnos.

—El uso ya había resuelto el misterio—
Esta nueva información es, más que todo, anecdótica. De alguna u otra forma, la gran mayoría había entendido que –más allá de la obra–, el rostro mostraba asombro. La noticia es, más bien, una confirmación de que el uso estaba en lo correcto.

Al respecto, el curador Gustavo Buntinx comenta: “Si un cuadro se llama ‘El grito’, uno piensa que el protagonista está gritando. Curiosamente, existe un significado paralelo que se usa en redes sociales, en los memes, en los emoticones, que es una mezcla de grito, asociado al asombro, un ‘no te lo puedo creer’. Hay una polisemia en el título, lo que viene a confirmar que todo mensaje que se envíe puede ser interpretado de cualquier manera. Cada persona es un mundo aparte y decodifica según sus propias creencias y vivencias. El grito de la naturaleza es también el de quien lo escucha. Y viceversa. El eco cósmico del ‘angst’ generalizado.”

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