Sebastián Pimentel

La oleada zombi no termina. Los enjambres de espantajos –metáfora de una sociedad consumista que ha perdido el alma, más una resistencia de sobrevivientes que pelea a muerte por el poder– fueron los aportes que el fallecido George Romero regaló a los artistas del futuro. La combinación de distopía de ciencia ficción, imaginario fantástico de horror, y cuento de salvación posapocalíptica, dio en el clavo.

Pero las sagas de zombis comienzan a cansar y la serie “The Walking Dead” parecía haber agotado la moda de los muertos vivientes. Por eso “Melanie: apocalipsis zombi” se enfrentaba a un duro reto. Con una reputada novela de M.R. Carey como base, la prueba fue asumida por Colm McCarthy, exitoso director de la segunda temporada de la serie de la BBC “Peaky Blinders” –que contaba la historia de unos gánsteres de Birmingham que azotan a la isla después de la Primera Guerra Mundial–.

La primera mitad del filme es la mejor. Unos niños están confinados en un búnker subterráneo por un equipo militar. Sus celdas solo se abren para recibir clases de matemáticas y cultura general. Y a la hora de la clase, son atados a unas sillas de ruedas que les impiden moverse, en medio de severas medidas de seguridad. Resulta que son una nueva generación de zombis. Una que parece pensar y sentir como cualquier persona, pero que adquiere un estado feroz y salvaje –zombiesco– cuando huele de cerca la carne humana.

Lejos de los predios del horror abundante en escatología morbosa, aquí los esquemas del subgénero se utilizan para evitar clichés y ponernos en una zona de tensión dramática llena de ambigüedades. Más que villanos y héroes, tenemos sobre todo a personajes femeninos que lucen tanto aplomo e inteligencia como desconcierto y vulnerabilidad, entre ellos a la niña de la nueva raza de zombis, Melanie (Sennia Nanua), que lucha contra su propia naturaleza “híbrida”.

El director McCarthy explora los afectos, más que la acción. Abundan los primeros planos del rostro de Nanua, la pequeña y talentosa actriz que personifica a Melanie. Ella entabla una relación especial con la profesora Justineau (Gemma Arterton), quien pretende dar un mejor trato a estos niños “especiales”. Sin embargo, Justineau debe enfrentarse a la doctora Caldwell (Glenn Close), quien busca una cura a la infección que ha asolado el planeta. Mientras, el personaje masculino, el sargento Parks (Paddy Considine), custodia la supervivencia.

La segunda parte tiene que ver con una expedición a campo abierto por los restos de una Londres devastada. Recuerda más a películas como “Exterminio” (2002) de Danny Boyle, o a los ecos apocalípticos y humanistas de un padre y su hijo en la fúnebre aventura de “La carretera” (2009) de John Hillcoat. Son un acierto los paisajes decadentes, cubiertos por una maleza que devuelve la civilización a un estado primitivo. Con tonalidades sepias y verdosas, las imágenes surreales de McCarthy hablan con melancolía de un nuevo inicio, de un paraíso perdido que parece regresar.

Pero es en este último tramo que el filme también retoma algunos lugares comunes, como la dispersión del grupo sobreviviente y el juego de caza de los zombis. También aparece un duelo entre niños “salvajes” y otros “educados”, donde la camaleónica Melanie tuerce su ambivalencia tan sugestiva por un papel ejemplar y algo edulcorado, lo que traiciona la complejidad del relato. Aun así, se trata de un filme sofisticado, que destaca por encima del promedio, y que propone una nueva reflexión sobre la educación de “el buen salvaje” y la posibilidad de un nuevo comienzo.

​Ficha técnica

Título original: “The Girl with All the Gifts”.
Género: drama, horror, thriller.
País: Reino Unido, 2016.
Director: Colm McCarthy.
Actores: Gemma Arterton, Dominique Tipper, Glenn Close, Sennia Nanua, Paddy Considine.
Calificación: ★★★.

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