
Arpineh Masihi lo dice sin dudar: “Apoyo a Trump hasta el día en que muera. Él está haciendo que Estados Unidos vuelva a ser grande”. Y lo asegura a la cadena de noticias BBC desde una celda del centro de detención de inmigrantes en Adelanto, California, adonde fue llevada tras ser detenida durante una redada de ICE.
Su caso resulta, a todas luces, paradójico: es una ferviente defensora del presidente Donald Trump, incluso ahora que está detenida como inmigrante ilegal.
A sus 39 años, Arpineh ha vivido casi toda su vida en EE. UU. Llegó al país con solo tres años, y aunque en 2008 fue condenada por robo y su green card fue revocada, un juez le permitió quedarse, considerando que sería peligroso deportarla a Irán, su país de origen, por ser cristiana de origen armenio.
Desde entonces, reconstruyó su vida, formó una familia, creó un negocio y se integró plenamente en la comunidad iraní del sur de California.

En su casa de Diamond Bar, una zona suburbana acomodada al este de Los Ángeles, ondea una bandera de Trump en el jardín. En el interior, gorras MAGA decoran los estantes. Allí, su esposo Arthur y su madre, visiblemente afectados, intentan mantener la calma por el bien de los cuatro hijos de Arpineh, todos ciudadanos estadounidenses, mientras esperan que regrese.
“Nuestro hogar está roto”, dice Arthur. Aun así, él y su suegra mantienen la misma fe política: “No culpo a Trump. Culpo a Biden. Él abrió las fronteras. Pero creemos en el sistema, y que solo los malos serán deportados”.
Una vida reconstruida, pero con un pasado
El delito que cometió hace más de una década marcó su estatus migratorio para siempre. Aunque desde entonces ha sido voluntaria en escuelas, ayuda a bomberos y policías, y cría a sus hijos con su esposo, ese antecedente penal la convierte en una prioridad para ICE. “Todos cometemos errores”, insiste Arthur, minimizando aquel episodio.
La detención llegó sin previo aviso. El 30 de junio, cuando la familia desayunaba, ICE llamó por teléfono. Pensaron que era una broma, pero media hora después, los agentes estaban en la puerta. A pesar de las recomendaciones de no abrirles, la pareja salió a hablar. Los agentes mostraron una orden de arresto y le permitieron a Arpineh despedirse de sus hijos antes de llevársela.

“Salió como una campeona”, recuerda su esposo. Pidió que no la esposaran delante de los niños. ICE accedió a hacerlo al otro lado del vehículo, lejos de su vista. Aún así, Arthur supo que los pequeños miraban desde la ventana.
Por ahora, su hija menor sigue preguntando cuándo volverá mamá. Mientras tanto, Arpineh llama cada hora a su esposo para hablar del caso legal. No hay novedades. Solo la esperanza de que, en medio del endurecimiento migratorio que ella apoya, el sistema haga una excepción con ella.
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