
Nuevas observaciones sugieren que el cometa interestelar 3I/ATLAS podría estar cubierto de “volcanes de hielo” en plena actividad. Los investigadores hallaron señales de que, a medida que el cometa se aproximaba al Sol, varios criovolcanes comenzaron a erupcionar expulsando chorros de gas y partículas heladas.
Según un estudio subido el 24 de noviembre al repositorio de artículos científicos arXiv, este comportamiento podría explicarse por la composición particular del cometa.
Los autores del estudio plantean que 3I/ATLAS sería muy similar a los objetos transneptunianos, como planetas enanos y cuerpos helados que orbitan más allá de Neptuno. Si esta hipótesis se confirma, significaría que, aunque provenga de otro sistema estelar, comparte características con objetos situados en los límites de nuestro propio sistema solar.
“Todos nos sorprendimos”, dijo al portal Live Science el autor principal, Josep Trigo-Rodríguez, investigador del Instituto de Ciencias del Espacio (CSIC/IEEC) en España. “Siendo un cometa formado en un sistema planetario remoto, es notable que la mezcla de materiales que forma la superficie del cuerpo tenga semejanza con los objetos transneptunianos, cuerpos formados a gran distancia del Sol pero pertenecientes a nuestro sistema planetario”.
Desde su descubrimiento en julio, el origen del cometa generó numerosas especulaciones, entre ellas teorías que sugerían que podría tratarse de una nave extraterrestre; sin embargo, la comunidad astronómica coincide en que 3I/ATLAS es simplemente un cometa procedente de un sistema estelar desconocido.

Al ser apenas el tercer objeto interestelar jamás registrado, representa una oportunidad única para conocer condiciones que existieron alrededor de otras estrellas y posiblemente miles de millones de años atrás.
Para estudiar el cometa, Trigo-Rodríguez y su equipo utilizaron el Telescopio Joan Oró del Observatorio del Montsec, en Cataluña, junto con datos de otros centros cercanos.
El equipo observó de cerca al cometa mientras se acercaba a su punto más próximo al Sol, el perihelio, el pasado 29 de octubre. Como es habitual, el calor solar provocó que el hielo de su superficie se sublimara, permitiendo a los investigadores analizar los gases liberados.
Los científicos descubrieron que la sublimación se intensificó cuando el cometa llegó a unas 235 millones de millas (378 millones de kilómetros) del Sol, al mismo tiempo que se volvía más brillante.
Gracias a las imágenes de mayor resolución obtenidas hasta ahora, lograron identificar chorros de gas y polvo emanando de la superficie, interpretados como señales claras de criovulcanismo. Este fenómeno suele ocurrir en cuerpos ricos en hielo, como los objetos transneptunianos, donde el calor interno derrite el hielo y origina erupciones.

En el caso de 3I/ATLAS, los investigadores creen que las erupciones se producen por la reacción de materiales muy antiguos almacenados en su interior.
Cuando el cometa se calentó, el dióxido de carbono sólido comenzó a sublimar, permitiendo que un líquido oxidante penetrara dentro del núcleo y reaccionara con granos metálicos de hierro, níquel y sulfuros.
Para comprobar esta teoría, el equipo comparó los espectros del cometa con los de condritas carbonáceas, meteoritos primitivos recolectados por la NASA en la Antártida, uno de los cuales contenía material procedente de un objeto transneptuniano.
Aunque el tamaño exacto del cometa sigue sin conocerse, observaciones del Telescopio Espacial Hubble indican que podría medir entre 440 metros y 5,6 kilómetros de ancho. Los investigadores calculan que, si tiene alrededor de 1 kilómetro de diámetro y la composición rocosa que sospechan, su masa superaría las 660 millones de toneladas métricas.

Aun así, pese a su parecido con cuerpos de nuestro sistema solar, su trayectoria hiperbólica demuestra que no pertenece a él: fue detectado moviéndose a unas 137.000 millas por hora (221.000 kilómetros por hora), velocidad demasiado alta para quedar atrapado por la gravedad del Sol.
Los astrónomos aún no saben de qué sistema estelar proviene 3I/ATLAS, pero sí está claro que ha viajado una distancia enorme. Se cree que es miles de millones de años más antiguo que nuestro propio sistema solar y que ha pasado tanto tiempo expuesto en el espacio que podría estar fuertemente irradiado, dificultando aún más rastrear su origen.
Aun así, Trigo-Rodríguez destaca la importancia de estudiar estos visitantes interestelares, tanto por su potencial riesgo de colisión con la Tierra como por su valor científico.
El experto los describe como “objetos extraordinarios” y añade que “son cápsulas espaciales que contienen información valiosa sobre la química que ocurre en otro lugar de nuestra galaxia“.
¿Qué es un criovolcán y en qué se diferencia de un volcán?
Un criovolcán es un volcán de hielo que se encuentra en lunas heladas, como Tritón o Encélado. En lugar de roca fundida, expulsa criomagma, que es una mezcla de agua líquida fría, amoníaco o metano.
La principal diferencia con los volcanes terrestres es la temperatura y el material. Mientras la lava de la Tierra es roca fundida muy caliente, el criomagma es material helado que erupciona a temperaturas bajo cero.
La energía para estas erupciones a menudo proviene del calentamiento de marea generado por la gravedad del planeta que orbitan.
Estudiar los criovolcanes es clave para la astrobiología, ya que este tipo de actividad sugiere la existencia de océanos subsuperficiales, que son entornos prometedores para la búsqueda de vida extraterrestre.
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