
Por primera vez, los astrónomos detectaron una señal de radio proveniente de 3I/ATLAS, el misterioso objeto interestelar que atraviesa nuestro sistema solar y que se volvió tema de conversación en los últimos meses debido a sus anomalías orbitales y químicas. El hallazgo fue posible gracias al radiotelescopio MeerKAT de Sudáfrica, que el 24 de octubre identificó líneas de absorción generadas por moléculas de hidroxilo (OH), compuestas de oxígeno e hidrógeno, similares a las que dejan cometas que contienen agua.
El profesor Avi Loeb, de la Universidad de Harvard, quien lleva meses estudiando el objeto, explicó: “Estas moléculas dejan una firma de radio distintiva que telescopios como MeerKAT pueden detectar”.
En su blog, el astrofísico señaló que los intentos previos realizados el 20 y 28 de septiembre no habían tenido éxito, pero el análisis actual confirmó que las moléculas se mueven a unas 61 millas por segundo respecto a la Tierra.
Los datos muestran que el movimiento de estas moléculas coincide con la temperatura superficial estimada de 3I/ATLAS, cercana a –45 °F (7.2 °C). La detección ocurrió poco después de que el objeto pasara cerca del plano orbital terrestre, lo que facilitó su observación.

Imágenes ópticas captadas el 9 de noviembre revelaron además que el visitante interestelar expulsa enormes chorros de material tanto en dirección al Sol como en sentido contrario, con longitudes que alcanzan entre 600.000 y 1,8 millones de millas, aproximadamente el tamaño del Sol.
A una distancia actual de 203 millones de millas de la Tierra, estas medidas representan la primera evidencia clara del colosal tamaño de la actividad de 3I/ATLAS.
Según Loeb, “la presión de los chorros que se extienden al lado opuesto del Sol supera la del viento solar en un millón de veces”. El viento solar fluye a unas 250 millas por segundo, una velocidad mil veces mayor que la esperada en un cometa común.
El científico calcula que el objeto está perdiendo alrededor de 50.000 millones de toneladas de masa por mes, con una tasa de expulsión cercana a 2,2 millones de libras por segundo por cada millón de millas cuadradas de chorro.

Sumando toda el área, la cantidad de material eyectado sería comparable a la masa mínima del propio 3I/ATLAS.
“Si asumimos una densidad de 0,5 gramos por centímetro cúbico, el objeto debe medir al menos tres millas de ancho, y si su núcleo sobrevivió al paso más cercano al Sol, podría tener hasta seis millas o más”, añadió Loeb.
En comparación, el famoso objeto interestelar 1I/‘Oumuamua apenas alcanzaba unos pocos cientos de pies.
El tamaño y la potencia de los chorros de 3I/ATLAS plantean una gran incógnita: si se tratara de un cometa natural, el material expulsado debería moverse mucho más despacio y tardar meses en llegar a esas distancias, algo que claramente no sucede.

“Los números son difíciles de explicar con un modelo natural”, señaló Loeb. “La pérdida de masa, el brillo repentino y su tamaño apuntan a anomalías”.
Los astrónomos esperan que futuras observaciones con los telescopios espaciales Hubble y James Webb, cuando el objeto se acerque a la Tierra el 19 de diciembre, ayuden a determinar si se trata de un cometa helado convencional o si podría estar impulsado por algún tipo de tecnología.
Más adelante, la nave Juno lo observará el 16 de marzo de 2026, cuando pase cerca de Júpiter, para buscar señales de radio adicionales.
“3I/ATLAS nos ofrece una oportunidad única de estudiar un objeto interestelar en tiempo real”, concluyó Loeb. “Su comportamiento desafía todo lo que creíamos entender sobre los cometas naturales”.
¿Por qué se dice que el objeto interestelar 3I/ATLAS podría ser “mucho más” que un simple cometa?
El cometa 3I/ATLAS es objeto de especulación debido a una serie de características altamente inusuales que desafían las explicaciones cometarias convencionales. En primer lugar, es un objeto interestelar, el tercero conocido, lo que significa que se originó fuera de nuestro Sistema Solar y está de paso. Sus anomalías incluyen una aceleración no gravitacional excepcionalmente grande que no puede justificarse completamente por la desgasificación normal del hielo (el “efecto cohete”), lo que requeriría una pérdida de masa inverosímil. Además, su composición química es atípica, mostrando niveles inusuales de dióxido de carbono y níquel frente a otros elementos, sugiriendo que se formó en un entorno químico muy distinto y con una antigüedad estimada de hasta 7000 millones de años o más, siendo más viejo que el propio Sistema Solar.
Todo lo anterior, sumado a su inusual impulso extra, la ausencia de una gran nube de gas que justifique la aceleración, o el chorro de material (anticola) apuntando hacia el Sol, llevaron a algunos científicos, como el astrofísico Avi Loeb, a considerar hipótesis más especulativas, planteando que estaríamos ante una estructura de origen artificial o tecnológico, como una “nave nodriza” o algún tipo de sonda. Esto ha sido descartado por la mayoría de la comunidad científica, quienes consideran el suceso como algo natural, aunque muy inusual.
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