
Son organismos que dependen de un huésped para sobrevivir y propagarse, y que muchas veces su presencia no es detectada por los dueños porque se confían de no ver síntomas en sus mascotas. ¿Te has puesto a pensar si tu perro o gato está sufriendo en estos momentos por parásitos y no recibe medicación? Hoy te traigo los principales mitos en torno a este problema que perjudican su detección y tratamiento adecuado.
“Los parásitos son organismos que viven dentro, sobre o con otro organismo (huésped). Se alimentan, crecen o se multiplican de forma perjudicial para su huésped. Sin embargo, lo necesitan para sobrevivir. Por esta razón, rara vez lo matan, pero a menudo transmiten enfermedades potencialmente mortales”, explican desde Cleveland Clinic.
Y es que estos se alimentan, crecen o se multiplican de una manera que daña el cuerpo y pueden desencadenar infecciones parasitarias.

¿Cómo saber si tu mascota tiene parásitos sin mostrar síntomas?
Muchos perros y gatos domésticos presentan ectoparásitos como pulgas o garrapatas, mientras que en otros hay prevalencia de parásitos intestinales (helmintos y protozoarios).
“Muchos dueños de mascotas creen que si no ven síntomas como rascado, pérdida de pelo o pulgas visibles, su mascota está libre de parásitos. Eso es un error (…) Estos organismos muchas veces actúan en silencio, hasta que causan daño interno, anemia o enfermedades más graves”, afirma el veterinario Luis Alfredo Chávez.

Principales mitos que afectan la detección de parásitos en perros y gatos
Estos parásitos externos o internos los afectan, muchas veces, sin que los dueños necesariamente lo perciban. Esto tiene implicaciones no solo para la salud de las mascotas, sino también para la humana, debido al riesgo zoonótico, agrega el especialista.
“Si mi mascota no se rasca ni tiene parásitos visibles, no los tiene”
Falso. Aunque no haya señales externas, muchos perros y gatos tienen infestaciones que no se muestran a simple vista. Parásitos internos como helmintos o protozoos, o fases larvarias, pueden estar presentes. Con el tiempo pueden causar pérdida de peso, diarreas, anemia y otros problemas severos.
“Si mi gatito o mi perrito nunca sale de casa, no necesita protección antiparasitaria”
Falso. Parásitos externos como pulgas o garrapatas pueden entrar en ambientes cerrados mediante personas, otros animales, ropa, calzado, insectos vectores. Estudios han encontrado prevalencia de ectoparásitos incluso en perros domésticos que no salen frecuentemente. “Un ambiente controlado no es garantía de ausencia de riesgo”, señala el veterinario quien también es jefe técnico comercial de Petmedica y Atrevia® 360.
“Solo los cachorros necesitan desparasitación”
Falso. Aunque los cachorros son más vulnerables, los perros adultos y los de edad avanzada también pueden infestarse. En animales geriátricos, la inmunidad suele estar comprometida, lo que agrava el impacto de infestaciones. Es imprescindible mantener un programa de desparasitación constante para todas las edades.
“Desparasitar a mi mascota también protege mi salud y la de mi familia”
Verdadero. Varios parásitos que infectan animales son zoonóticos, lo que significa que pueden transmitirse a humanos. Mantener mascotas libres de parásitos no solo es una cuestión de bienestar animal, sino de salud pública. “Invertir en prevención es ahorrar en tratamientos para todos”, agregó.
“Si no hay síntomas, mi mascota no tiene parásitos”
Falso. Muchas infestaciones no manifiestan síntomas hasta que los efectos ya son severos. Por ejemplo, los daños intestinales, hepáticos o pérdida de sangre pueden estar muy avanzados cuando los signos externos aparecen. Por eso los exámenes fecales y chequeos veterinarios regulares son cruciales.
“Solo necesito proteger a mi mascota en ciertas épocas del año”
Falso. En regiones con climas templados, y dentro de hogares donde la temperatura y humedad favorecen el desarrollo de ectoparásitos, estos pueden mantenerse activos todo el año. Los ciclos de vida de pulgas, garrapatas y otros insectos suelen responder al ambiente más que a estaciones estrictas. Por lo tanto, el tratamiento preventivo continuo es lo recomendable de manera interna y externa con regularidad (mínimo cada tres meses, según el nivel de riesgo).
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