En un giro abrupto que sacudió los cimientos de miles de hogares venezolanos en Florida, la Corte Suprema de Estados Unidos accedió a una solicitud de emergencia de la administración Trump y revocó la protección migratoria del Estatus de Protección Temporal (TPS) para más de 350.000 venezolanos. Para muchos, especialmente los cerca de 175.000 que residen en el sur del estado, esta decisión no fue solo un golpe legal: fue un latigazo emocional que los arrojó a la incertidumbre, el miedo y la desesperanza.
“Que Estados Unidos termine las protecciones para los venezolanos ahora, cuando nada ha mejorado en su país, es simplemente increíble”, expresó Betsy Díaz desde Hialeah, con la voz quebrada por la preocupación. Sus dos hijas y cinco nietos quedarán desprotegidos, a merced de una ley que, para ella, ignora la realidad venezolana. Detrás de su testimonio hay miles de historias similares, tejidas con sacrificios, arraigo y esperanza.
Muchos beneficiarios del TPS llegaron a Estados Unidos huyendo de los peligros que amenazaban su vida en Venezuela (Foto: AFP)
EL MOTIVO POR EL QUE EL GOBIERNO DE TRUMP TOMÓ ESTA DECISIÓN
La administración Trump argumentó que Venezuela ha mostrado mejoras económicas y sociales, pero quienes conocen el terreno lo niegan categóricamente. El propio Departamento de Estado desaconseja viajar al país caribeño, citando altos riesgos de detención injusta, tortura, terrorismo y colapso sanitario. “¿Y aun así están eliminando el TPS para los venezolanos?”, se preguntó Díaz, incrédula. La contradicción entre la retórica oficial y los hechos es, para muchos, insondable.
Para Marisol Silva y su esposo, que llegaron a Doral en 2021 tras huir de la persecución política, la revocación del TPS representa una amenaza existencial. Aunque aún conservan sus permisos laborales, su futuro es un signo de interrogación. “Todavía creo que habrá otras vías legales para nuestra comunidad”, dijo Marisol, aferrándose a la fe. Pero incluso esa fe está en vilo, porque otra protección migratoria paralela —la designación de TPS otorgada en 2021— expirará en septiembre, y todo indica que también será eliminada.
José Antonio Colina, fundador de VEPPEX, habló sobre el fallo de la Corte Suprema sobre el TPS para venezolanos (Foto: Carl Juste)
ORGANIZACIONES ALZARON SU VOZ DE PROTESTA
Activistas y organizaciones venezolanas en el exilio reaccionaron con una mezcla de furia y desolación. “Enviar a esas personas con TPS de regreso a Venezuela es condenarlas a muerte”, dijo José Antonio Colina, de VEPPEX. La represión en Venezuela no ha cesado, y nuevas leyes amenazan con encarcelar hasta por 30 años a quienes hayan apoyado sanciones extranjeras. Incluso simples publicaciones en redes sociales podrían convertirse en sentencias.
Mientras tanto, desde Doral —epicentro venezolano en Estados Unidos—, la reacción de las autoridades locales ha sido más contenida que en otras ocasiones. Aunque figuras como el concejal Rafael Pineyro y la vicealcaldesa Maureen Porras expresaron su preocupación y empatía, sus palabras contrastan con advertencias previas sobre el impacto económico que tendría una ola de deportaciones. La comunidad, acostumbrada a la movilización, ahora enfrenta una respuesta institucional más tibia.
Sin embargo, voces federales como la de la congresista Debbie Wasserman Schultz no han guardado silencio. Junto con colegas de ambos partidos, impulsa una legislación bipartidista para restablecer el TPS y, además, propone mecanismos alternativos como la Salida Diferida (DED). “Los venezolanos beneficiarios del TPS huyeron del régimen de Maduro y reconstruyeron sus vidas en Estados Unidos”, indicó. “Esta atroz decisión permite a Trump deportar a personas no delincuentes de vuelta a este dictador asesino”, añadió.
Así, el fallo del Supremo no solo ha cambiado el estatus legal de miles de personas. Ha transformado su cotidianidad, su ánimo y sus planes de vida. Ha roto una tregua frágil con la esperanza. Y mientras se litiga en tribunales, miles de venezolanos en Florida viven suspendidos entre la vida que construyeron aquí y el terror al que podrían regresar. La lucha, como dicen en las calles de Doral, apenas comienza.
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