Después de 15 meses sin salir de Italia por la pandemia, el papa Francisco retomará este viernes los viajes internacionales con una histórica visita a Irak, un destino tan anhelado como retador. El miércoles, el mismo día en que 10 cohetes impactaron en una base aérea con presencia estadounidense en el oeste del país, el pontífice reafirmó su deseo de llevar un mensaje de paz a la cuna del profeta Abraham y extender su mano a los cristianos perseguidos por los yihadistas en ese lugar.
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Tan solo en el primero de sus cuatro días de viaje, Francisco –el primer pontífice en visitar Irak– se reunirá con líderes cristianos en la catedral sirio-católica Nuestra Señora de la Salvación de Bagdad, que en el 2010 fue escenario de un sangriento atentado de Al Qaeda en el que murieron más de 50 personas.
Aunque la seguridad siempre fue una de las mayores preocupaciones de los organizadores de la visita, los últimos ataques han elevado aún más las alarmas y han puesto bajo mayor escrutinio las medidas adoptadas para la visita, que también se verá afectada por la pandemia.
El Comercio conversó al respecto con el escritor e historiador italiano Gerardo Ferrara, representante de Fundaciones de habla hispana en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, Roma. El experto en Medio Oriente destaca que el Papa no considera mucho el riesgo que podría correr él mismo, pues su objetivo máximo es llevar alivio a uno de los países que más ha sufrido en el mundo.
—¿Cómo afecta el último ataque la visita del Papa? ¿Qué tanto aumenta la preocupación o la tensión en el ambiente?
Yo creo que afecta al tema de la seguridad en la visita, hace que haya que pensar más en la seguridad del Papa. Sin embargo, considero que no afecta mucho el viaje en sí. El Papa ha querido mucho ir a este país y no creo que se deje impresionar. Yo creo que él tiene toda la intención de perseguir su objetivo pese a todo. La falta de seguridad y de medios eficaces contra el COVID-19 no lo va a parar de ninguna forma.
Todo lo que está pasando en este sentido puede ser una rebelión de una parte de los actores que combaten la paz en el país, los mismos que quieren intentar frenar un diálogo, como pasó en 1999 cuando Juan Pablo II quería visitar Irak.
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—El viaje de Juan Pablo II se frustró tras negociaciones infructuosas con el exdictador Sadam Husein. ¿Qué papel jugó la seguridad en ese viaje?
Por un lado, el Papa había sido advertido por Estados Unidos de que no fuera a Irak porque no querían que su visita dejara ver a Sadam Husein como un ganador en el sentido de que era alguien a quien el Papa le reconocía el derecho a tener poder sobre el país. Él quiso ir de todas formas, pero al final fue el mismo Husein el que no quiso que fuera. Juan Pablo II quería ir porque quería empezar su peregrinación jubilar partiendo en la tierra de Abraham, para reafirmar que todas las grandes religiones, judíos, cristianos y musulmanes, somos descendientes de alguna forma de Abraham y por tanto somos hermanos.
De todas formas, yo creo que a Juan Pablo II tampoco le habría importado mucho el tema de la seguridad para sí mismo. Él afirmó que él había nacido y se había criado en un clima de guerra y por eso nunca le tenía miedo a lo que tuviera que enfrentarse. Yo creo que el mismo papa Francisco, en su forma de plantearse las cosas, no considera mucho el riesgo que podría correr él mismo.
—Incluso tras el ataque del miércoles contra la base militar de Ain al Asad el papa Francisco reafirmó su visita a Irak, defendiendo que no se puede desilusionar a la gente…
Sí, es como si alguien muy enfermo o que está a punto de morir estuviera esperando la llegada de algún ser querido y este ser querido al final no va, yo creo que esta persona enferma quedaría muy desilusionada y triste. El mismo papa Francisco reafirmó este concepto respecto al COVID-19. Aquí en Europa, en particular en Italia, así como también en el Perú, cientos de personas murieron sin tener ningún tipo de aliento, ni comunión, o la extrema bendición. El Papa se rebeló mucho contra eso y creo que por eso mismo él quiere ir para mostrar un poco de cariño a un país que ha sufrido mucho, casi ningún país en el mundo ha sufrido tanto como Irak.
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—¿Cuáles son los mayores riesgos que enfrenta el Papa en materia de seguridad en Irak?
Creo que sobre todo el tema de bombas y atentados porque ha habido muchos y sigue habiendo muchos atentados sangrientos, sobre todo en Bagdad. En cuanto al COVID-19 no creo que el riesgo sea muy alto porque en el Vaticano han tenido vacuna y el Papa está vacunado.
Ahora, yo creo que el riesgo de atentado contra él es menor que el riesgo de atentados contra Estados Unidos porque hay que recordar que ese país representa en Irak una fuerza de ocupación. El Papa va como peregrino de paz para encontrarse con el ayatolá chiita Ali al Sistani, también con los exponentes de la religión islámica sunita. Y en la llanura de Ur se encontrará con los exponentes de la religión judía, o sea que habrá una especie de cumbre interreligiosa en la misma tierra de Abraham. Esta es una diferencia particular que siempre hay que recordar. Es verdad que hay peligros, riesgos y hay mucha inseguridad en el país, pero hay una gran diferencia en cuanto a los problemas de seguridad en el país. El Papa va a Irak porque ha sido invitado; en cambio, las fuerzas de ocupación no han sido invitadas por nadie y precisamente por esto en Siria y en Irak la presencia de Estados Unidos no es muy bien tolerada.
—¿Las medidas de seguridad serán suficientes? ¿Qué se sabe de todos los preparativos para cuidar al Papa que se están adoptando en Irak?
En realidad se sabe menos que en otros viajes. Normalmente, cuando un Papa va de peregrinación o de visita a algún país siempre hay una parte de su equipo que va antes para preparar todo y siempre se sabe algo más. Sin embargo, esta vez se ha querido mantener un poco de discreción alrededor de todo lo que va a haber en cuanto a medidas de seguridad. Además, es el primer viaje internacional del Papa que se hace en la época del COVID-19, y por eso también se sabe menos sobre la seguridad y los preparativos de la visita misma.
—No solo se trata de la seguridad del Papa. Los cristianos en Irak han sido perseguidos en los últimos años por los yihadistas, muchos de los cuales siguen operando en la clandestinidad. ¿Qué tan expuestos están los fieles que seguirán a Francisco?
Yo creo que ese también es un riesgo que hay que tomar en cuenta. Lo que siempre me deja muy impresionado es cómo la gente de Oriente está tan acostumbrada al peligro que no tiene miedo de ir a ver al Papa, de ir a la Iglesia, porque la gente que está ahí va a misa cada domingo sin saber si va a volver a su casa. Esas personas han encontrado una esperanza mayor en otra vida, ellos saben que el hecho de profesar su fe les va a costar algo y no tienen miedo, como sí pasa con nosotros en Occidente, de hacerlo públicamente. Siempre han sabido que a pesar de todas las medidas de seguridad que el gobierno asegura haber adoptado alrededor de las Iglesias, existe la posibilidad de que pueden morir.
El mismo portavoz de la visita del Papa a Irak es un cura que ha estudiado en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma y ha perdido amigos y familiares en un atentado muy sangriento en Bagdad. Todo esto de las medidas seguridad es un problema muy importante, pero yo creo que es más urgente para nosotros que para ellos. Ellos quieren ver al Papa.
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—¿Este es el viaje más arriesgado de Francisco en lo que va de su pontificado?
Sí. Yo diría que es el más arriesgado, pero también es el más histórico. El Papa de verdad tiene una gran ansia de llevar un mensaje de amor a un país que lo necesita. Los cristianos tendrán que rezar mucho por él y, sobre todo, creo que hay que mirar un poco más la misión que se ha trazado Francisco. Ahora mismo en Occidente, con todo lo del COVID-19, casi nadie se está preguntando cómo vive la gente en Siria, Irak y en todos los países donde los cristianos son perseguidos. Y no solamente los cristianos, pienso en este momento en lo que está pasando en Myanmar o en otros países. Con todo lo de la pandemia estamos todos un poco más anestesiados, pensando solamente en el bienestar de nuestro propio país. El Papa quiere cambiar eso, esa es su misión.
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