El hecho de estar inmersos en la pandemia causada por el nuevo coronavirus nos lleva a analizar permanentemente escenarios actuales y futuros, sobre todo para fines de prevención.
De acuerdo con la OMS, la importancia de la prevención radica en la existencia de riesgos y en la susceptibilidad de las personas a estos. La pandemia del COVID-19 es el mejor ejemplo de la indefensión total de las personas frente a un agente nuevo, ya que nadie antes estuvo expuesto a este virus emergente y, por ende, el porcentaje de la población susceptible a contraerlo es del 100%.
Todas las medidas sanitarias apuntan a evitar que enfermemos, aunque ello evite también que nuestro organismo desarrolle inmunidad frente al agente agresor. Enfermar o morir a causa del COVID-19 depende de la capacidad infecciosa y letal del virus.
El coronavirus es sumamente infeccioso. Es capaz de multiplicarse velozmente en el aparato respiratorio y de crear copias de sí mismo, que luego alcanzan a otros. Es la llamada carga viral. Cuando una persona se expone a una alta concentración del virus, enferma y se convierte en un aliado para la supervivencia de este. Si su respuesta inmunitaria es potente, vencerá y quedará inmunizado; si responde limitadamente, en cambio, mantendrá una alta carga viral en su organismo y podrá seguir infectando a otras personas.
La letalidad del coronavirus, situada en alrededor del 3% en el Perú, está asociada a la mayor vulnerabilidad de las personas, ya sea por edad (mayores) o por condición de salud (patologías previas), de manera que la prevención está orientada a evitar que las personas más vulnerables enfermen, mueran y mantengan la propagación del virus.
Se conoce que la mejor medida de prevención es la vacunación, ya que esta produce inmunidad. El Ministerio de Salud (Minsa) destina un presupuesto de S/400 millones para el programa de inmunizaciones. La incorporación de la vacuna contra el coronavirus demandará un incremento para este presupuesto.
Según fuentes especializadas, en un año y medio (si todo discurre como esperamos) podremos tener una vacuna eficaz contra el coronavirus. Y cuando eso ocurra, ¿qué tan accesible será esta? ¿En cuánto se deberá incrementar el presupuesto para las vacunas en nuestro país?
Frente a este escenario futuro es importante conocer cómo va logrando inmunidad nuestra población, a sabiendas de que el 80% de los infectados desarrolla la enfermedad de manera leve o son asintomáticos y que, por lo tanto, muchos no acceden a las pruebas diagnósticas.
¿Hay forma de conocer esta dinámica? Sí, a través de estudios de tipo panel, mediante la aplicación de pruebas serológicas a una muestra de personas en un determinado ámbito geográfico. Estos estudios serían similares a los que el INEI realiza periódicamente para monitorear las tasas de anemia, y podríamos inferir datos tan importantes como cuánta población ya está libre de la enfermedad, en qué grupos etarios hay mayor predominancia, en qué estratos socioeconómicos, entre otros.
En la actualidad, las pruebas que se aplican tienen valor solo para efectos de conocer la tasa de personas enfermas, entre aquellas que hacen síntomas o han estado expuestas a la transmisión del coronavirus.
¿Qué pasaría si al momento en el que estuviera disponible la vacuna el 40% o el 50% de la población peruana ya hubiese desarrollado inmunidad? Probablemente, la envergadura del programa de vacunación para el coronavirus sería distinta a si se detectara que solo el 20% o el 30% de la población está protegida.
Si el INEI está encargado del seguimiento de la anemia en el Perú, sería deseable que también entrara al campo del COVID-19, en compañía del Minsa, para ofrecernos información periódica del avance de la inmunidad para el COVID-19.
Dieciocho meses se pasan volando. Estar preparados para el momento en el que la vacuna esté disponible es decisivo para efectos sanitarios y financieros, máxime si es previsible una segunda onda pandémica.
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