"El retorno a la presencialidad debe aplicarse primero donde los aprendizajes están siendo más afectados (zonas de pobreza y ruralidad) con una mayor inversión en las condiciones necesarias para contrarrestar el COVID-19". (Foto: Minedu)
"El retorno a la presencialidad debe aplicarse primero donde los aprendizajes están siendo más afectados (zonas de pobreza y ruralidad) con una mayor inversión en las condiciones necesarias para contrarrestar el COVID-19". (Foto: Minedu)
Daniel Alfaro

A propósito de las orientaciones para el retorno a clases del y de la urgencia por volver a la presencialidad planteada por Jaime Saavedra en este Diario, propongo cuatro razones para afrontar este reto con convicción.

La primera de ellas: frenar la pérdida de aprendizajes. es una buena herramienta para mantener el vínculo con el estudiante. Sin embargo, no puede reemplazar la enseñanza presencial.

El hacinamiento en los hogares, la falta de dispositivos, las bajas capacidades para educar y aprender a distancia, entre otros factores, dificultaron en 2020 los aprendizajes previstos. Suplir esta deficiencia en 2021 demandará una suerte de currículo bianual simplificado, un gran esfuerzo docente y una templanza en la comunidad educativa.

Además, recuperar aprendizajes es un reto anterior a la pandemia. Si bien los resultados de segundo de secundaria en matemáticas aumentaron, están por debajo del cuarto de primaria, cuando debería ser al revés. La debe motivar mejores aprendizajes a lo largo de la vida, no disminuirlos.

Por su parte, los resultados de matemáticas y lectura en segundo de primaria cayeron en 2018 y 2019 por el fenómeno El Niño Costero de 2017, seguido de una prolongada huelga de maestros, entre otras razones. Revertir sus resultados debió ser prioritario en 2020, pero no se pudo.

La segunda razón busca evitar el rezago frente a otras naciones. Según el Banco Mundial y Unicef, el 40% de países ya regresó a y, durante el último año, el Perú perdió más días de clases presenciales que el promedio de América Latina y del mundo.

En este contexto, los esfuerzos del país por escalar puestos en el ránking de la famosa PISA iban bien. En América Latina obtuvimos el resultado promedio más dinámico desde 2009. Aun así, seguimos en el tercio inferior de los 79 países evaluados. La pandemia podría arrebatarnos el trabajo de 10 años.

Tercera razón. El estrés de los hogares por las adversidades sanitarias y económicas dificulta el acompañamiento emocional que requiere la educación a distancia. Largas horas frente a la pantalla complican, por ejemplo, la psicomotricidad en la infancia o la construcción de identidad en adolescentes. El retorno presencial permitirá que la escuela brinde una mayor contención emocional para potenciar estas etapas de desarrollo.

Finalmente, la cuarta razón se preocupa por las brechas sociales. Si la educación es el motor para erradicarlas, entonces no puede reproducirlas. El retorno a la presencialidad debe aplicarse primero donde los aprendizajes están siendo más afectados (zonas de pobreza y ruralidad) con una mayor inversión en las condiciones necesarias para contrarrestar el COVID-19.