Enrique Castellanos

La inauguración del, junto con Lima como sede del APEC, el TLC con Hong Kong y hasta el anuncio de un puerto aeroespacial en Piura, hacen parecer que hay un antes y un después para nuestro país. Nadie niega estas buenas noticias, pero para aprovecharlas tenemos varias tareas aún pendientes.

Chancay abriga la posibilidad de convertirse en un centro logístico clave del Pacífico y generar múltiples oportunidades para la economía peruana en términos de empleo, salarios y crecimiento del PBI. En efecto, el megapuerto debería capturar una mayor porción del comercio internacional entre Asia y Sudamérica, mejorar la competitividad en nuestras exportaciones mineras y no tradicionales, como la agroindustria y los textiles, impulsar la inversión en infraestructura de diversa índole y atraer inversión extranjera en industrias de avanzada.

Sin embargo, para materializar este potencial, faltan piezas clave. Para empezar, Chancay está diseñado para movilizar hasta 4,5 millones de TEU (contenedores de 20 pies) por año; hoy, el movimiento de carga portuaria total en el Perú (incluyendo el Callao, Matarani, etc.) es de solo unos tres millones de TEU anuales. Obviamente, se espera atraer carga adicional de Sudamérica hacia y desde Asia, pero esta demanda adicional hay que trabajarla, no se dará por generación espontánea. Además, para que el puerto de Chancay sea 100% explotable, se necesita acondicionar rápidamente esa ciudad: viviendas, luz, agua, transporte, etc.

Proyectándonos un poco más, para atraer el comercio exterior de Asia con Brasil o Argentina necesitamos terminar el camino. Esto es, invertir en carreteras, trenes, logística, entre otras facilidades que nos conecten con el Atlántico. Lo anterior demanda un gobierno capaz de otorgar concesiones y dar todas las garantías jurídicas necesarias para que estas se ejecuten con relativa celeridad. Siguiendo con el sueño, para que un gigante chino o coreano decida poner una planta automotriz o de semiconductores, necesita encontrar –además de la mencionada estabilidad política y jurídica– mano de obra calificada y leyes laborales que hagan el proyecto económicamente atractivo.

¿Cómo estamos hoy? Nuestro Ejecutivo no tiene la capacidad para otorgar ni llevar a cabo las concesiones que se necesitan a tiempo; nuestra fuerza laboral no tiene el nivel de instrucción que las economías modernas demandan; el Congreso no da el marco legal que la inversión extranjera requiere; y, por último, la inseguridad ciudadana parece estar fuera de control.

En medio de tanta alegría, toca ser el adulto responsable en la fiesta y decir que Chancay por sí solo no basta. Si seguimos decretando feriados escolares de una semana, votando por congresistas que protegen criminales y se otorgan bonos y, en general, pisoteando la poca institucionalidad que queda en el país, Chancay solo será un ‘hub’ o enclave de desarrollo de gran utilidad económica y geopolítica principalmente para China y quedará muy lejos de ser el “proyecto transformacional” que nos quieren vender. Nos toca hacer la tarea: regenerar la institucionalidad perdida, estabilidad social y política, pacificar el país y elegir buenos gobernantes en el 2026. Vamos con fe.


*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Enrique Castellanos es profesor de la Facultad de Economía en la U. del Pacífico

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