El sociobiólogo norteamericano Edward Osborne Wilson manifiesta lo siguiente al comenzar el primer capítulo de su extenso libro de setecientas páginas titulado Sociobiología: la Nueva Síntesis:
“Dijo Camus que la única cuestión seria es el suicidio. Esto es un error, incluso en el sentido estricto en que fue dicho.
“El biólogo interesado en problemas de fisiología e historia de la evolución, advierte que el conocimiento de uno mismo depende de los centros emocionales situados en el hipotálamo y el sistema límbico. De modo que lo que nos vemos obligados a preguntar es qué originó los sistemas hipotalámico y límbico. La respuesta es que evolucionaron por selección natural.
“La propia existencia, o el suicidio que la concluye, no constituyen el problema central de la filosofía. El complejo hipotalámico-límbico niega automáticamente dicha reducción lógica, contrarrestándola con sentimientos de culpabilidad y altruismo. En este sentido, los centros de control emocional del cerebro son más inteligentes que su consciente ‘solipsista’, pues ‘saben’ que en el tiempo evolutivo el organismo individual cuenta muy poco.”
El célebre escritor francés Albert Camus dijo, efectivamente, en El Mito de Sísifo, lo siguiente:
“No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena de que se la viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las otras preguntas, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o diez categorías, vienen después.”
La posición de Wilson me parece en este caso deleznable porque equivale a practicar un reduccionismo biológico en cuya virtud el mundo de los valores, la filosofía, la ética y la religión se explican por el hipotálamo y el sistema límbico. Jamás habríamos podido tener las Cuatro Nobles Verdades del budismo si Buda hubiese carecido de un cerebro emocional. Felizmente, lo tuvo. Pero, evolutivamente, las Cuatro Nobles Verdades no cuentan. Lo que cuenta es el hipotálamo y el sistema límbico.
Si Camus hubiese conocido semejante planteamiento, entonces se habría reído, y con razón.
Wilson es un pensador científico y Camus un pensador radical y subversivo y además proponente de una filosofía del absurdo. Que un sociobiólogo como Wilson quiera enmendarle la plana aduciendo argumentos científicos es tan disparatado como imaginarse a Camus reprochándole a Wilson no tener una filosofía del absurdo.