Renzo Giner Vásquez

Nuestro paso por nos permitió conocer la historia de Pariacaca, Huayllallo Carhuincho y el presagio de la caída del imperio incaico a partir de una ceremonia religiosa. Pero nuestro viaje continúa y esta vez nos llevará al otro lado de los Andes donde nos espera el .

La tercera parada en , un proyecto auspiciado por Nissan y Verisure en alianza con , será la comunidad nativa yanesha Tsachopén, en la provincia de Oxapampa, donde aprenderemos sobre las costumbres y cosmovisión de este milenario pueblo.

MIRA: La muerte de Pariacaca: La leyenda que predijo la caída del Imperio Incaico | La Ruta, episodio 2

Antes de llegar a dicho destino, sin embargo, decidimos pasar la noche en Tarma, a donde llegamos luego de un viaje de casi seis horas. Muy temprano por la mañana tomamos un rápido desayuno y mientras Juan Pedro montaba todos los equipos de grabación en la Frontier Pro4x yo llamaba a Elizabeth Ballesteros, jefa de la comunidad, para confirmar una reunión en la que le explicaríamos sobre el proyecto.

El viaje de Tarma a Oxapampa dura unas tres horas a través de una carretera en muy buen estado. Una vez que llegamos a la plaza central de esta pintoresca y cálida ciudad nos tocó conducir por unos 15 minutos más hasta la comunidad.

La persona indicada para su proyecto es Eduardo Ortiz”, nos aseguró Ballesteros luego de una breve conversación en el local del pueblo.

Eduardo es heredero de generaciones de narradores e investigadores yanesha. Afortunadamente no fue difícil dar con su casa en la pequeña comunidad. Con el sol poniéndose tras los verdes cerros oxapampinos acordamos con Eduardo grabar al día siguiente pues esa noche tenía que atender a un evento turístico.

Cada día extra que uno pueda pasar en Oxapampa es siempre bienvenido, así que aprovechamos la tarde en recorrer la ciudad y a la mañana siguiente volvimos a la casa de Eduardo.

La comunidad nativa yanesha Tsachopen está a tan solo 15 minutos de la plaza central de Oxapampa.
La comunidad nativa yanesha Tsachopen está a tan solo 15 minutos de la plaza central de Oxapampa.
/ LA RUTA

El narrador nos esperaba en la puerta entonando un sentido canto que acompañaba con los golpes de su tambor. Ataviado en su tradicional cushma (prenda de algodón que comparten los pueblos donde se hablan lenguas de la familia arawak) y llevando sobre la cabeza una vistosa corona con plumas, Eduardo nos condujo hasta una verde planicie para poder conversar.

- “¿Qué es lo que dice en su frente?”, le pregunté señalando la suerte de vincha multicolor que llevaba mientras caminábamos hacia la explanada.

- “‘Arrañ, significa El Caníbal en español”, me respondió antes de contarme que era el apodo que su bisabuelo le puso de niño cuando, cumpliendo una antigua tradición yanesha, lo llevó al bosque para ver cómo interactuaba con la naturaleza. “Como me gustaba comer la carne cruda y aún sangrienta del animal que habíamos cazado me apodó así”.

El narrador yanesha Eduardo Ortiz nos recibe en la comunidad nativa Tsachopen, en Oxapampa.
El narrador yanesha Eduardo Ortiz nos recibe en la comunidad nativa Tsachopen, en Oxapampa.
/ LA RUTA

Una vez en el lugar escogido por Eduardo nos quedamos en silencio mientras él entonaba un nuevo canto, pidiéndole esta vez a Yompor Ror (dios padre protector) la fuerza necesaria para contar sus historias.

Según la cosmovisión yanesha existen tres mundos: el de arriba, habitado por los dioses abuelos, las sombras, los dioses padres, los dioses hermanos y el alma de los muertos; este mundo, donde los humanos hemos venido a morir; y el mundo de abajo, dominado por los espíritus malignos.

Para un mejor entendimiento de estos tres mundos recomiendo la investigación realizada por el doctor Hugo E. Delgado Sumar en 1986 al respecto. Igual de valiosos resultan los trabajos realizados por los antropólogos Richard Smith, en las décadas de 1960 y 1970, y Fernando Santos Granero, a inicios de este siglo.

De vuelta en aquella verde explanada, Eduardo nos sorprendió con una apasionada narración sobre la leyenda de Yompor Yompere (uno de los dioses hermanos), la cuál gira en torno a la disputa del poder entre dos antiguas deidades que se saldó con una de ellas convirtiendo en piedra a la otra y a su familia.

Actualmente en el distrito de Huancabamba, a solo 20 minutos de Oxapampa, se encuentra el santuario yanesha Yompor Yompere, donde aseguran que las tres enormes rocas -y otras tantas piedras pequeñas- son testimonio de que los dioses realmente caminaban junto a los humanos hace miles de años.

Finalizado su relato, me senté junto a Eduardo para conversar un poco más. Delante nuestro se erguía imponente una de las montañas que atraviesan el parque nacional Yanachaga Chemillén.

En cada uno de sus apasionados relatos, Eduardo transmite parte de la herencia cultural de su pueblo.
En cada uno de sus apasionados relatos, Eduardo transmite parte de la herencia cultural de su pueblo.
/ LA RUTA

Mi bisabuelo fue quien implantó en mí la semilla de la narración. Él me decía que contando nuestras historias mantendríamos viva nuestra cultura. Así que luego, de joven, viajé a distintas comunidades para conocer más relatos”, explicaba Eduardo.

Con el tiempo, sin embargo, muchos relatos se dejaron de contar en nuestras casas y los jóvenes dejaron de aprender el idioma. Ahora estamos trabajando para revitalizarlo antes de que sea muy tarde. En mi caso, además, trabajo en eventos para que los turistas vengan y no solo conozcan sobre los colonos en Oxapampa sino también sobre nosotros, los primeros habitantes”, agregaba.

Luego de esas palabras Eduardo nos invitó a un evento en el que participaría esa misma noche. Se trataba de una fogata con cantos y bailes a propósito del Día Internacional del Turismo. Verlo interactuar con los visitantes nos reafirmó su ferviente deseo de que las historias de su pueblo no dejen de ser contadas.

Su misión, sin embargo, parece una carrera a contrarreloj en la que se enfrenta a la modernidad y la poca utilidad que le encuentran los miembros más jóvenes de esta etnia al uso de su idioma.

Un horizonte que a primera vista luce desesperanzador, pero que estaba a punto de mostrarnos un rayo de esperanza. Sobre eso, sin embargo, hablaremos en el próximo capítulo.

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No olvides seguir a La Ruta y no perderte la que se publicará en El Comercio el próximo sábado.

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