Sin saberlo, varios gobiernos, desde la dictadura de Juan Velasco que inauguró las relaciones diplomáticas con Pekín el 2 de noviembre de 1971, trabajaron para llegar a esta compra de vida o muerte: 38 millones de virus desactivados de Sars Cov-2. No es cobre, celulares Huawei o pota, lo que ahora más pesa en nuestras relaciones bilaterales; sino una sustancia viscosa congelada entre -8 y -2 grados, temperatura de un freezer casero.
A Perú se le cayó la negociación con Pfizer, la primera y estelar vacuna, y no podía esperar más mientras veíamos con una mezcla de pavor y envidia que chilenos y argentinos, solo para mencionar a dos vecinos, empezaban a inyectarse. Bueno pues, los chinos de Sinopharm ya estaban acá desde agosto, ejecutando los ensayos clínicos de la fase 3 de su vacuna y habían –según me cuentan mis fuentes ligadas al experimento– enviado varias señales diciendo ‘hey, la vacuna pronto está lista, podemos vender’. La Administración Nacional de Productos Médicos (la FDA china) le dio su aprobación el 30 de diciembre, aunque el gobierno de Pekín ya venía aplicándola días atrás.
Mira: China aprueba oficialmente el uso de la vacuna de Sinopharm.
La turbulencia política de noviembre hizo perder tiempo, claro que sí; pero también es cierto que Vizcarra, mientras le cupo la responsabilidad, y Sagasti, desde que se hizo cargo de lo que tenía encima; prefirieron otras marcas antes que la aún incierta y de menor eficacia (79% frente al 95% de Pfizer) Sinopharm.
Lo del costo es muy difícil de desentrañar. Mientras otras vacunas anunciaban precios de entre $3 y $20 por dosis, la de Sinopharm, según el medio chino Global Times, le costaba al gobierno chino, $30.57 por dosis. O sea, $61.14 por vacunado.
El precio declarado en China no permite inferir cuánto le costará al gobierno peruano, aunque muchos han especulado, basándose en tablas de precios de vacunas elaboradas por diversos medios, que el costo podría superar los $70 por persona. El gobierno ha dicho que por los acuerdos de confidencialidad no puede revelar la cifra. Mis fuentes no han querido ser explícitas pero, tanto del Minsa como de Relaciones Exteriores, me aseguran que es bastante menos que eso. Una fuente ajena a esos ministerios, pero que conoce aspectos de las negociaciones, calcula que el precio es de $20 por dosis, o sea $40 por cabeza.
Caído Pfizer, demorada AstraZeneca y oídas por fin las señales de los chinos; se firmó el acuerdo que le permitió a Sagasti dar el mensaje a la nación del miércoles 6 de enero anunciando la compra de 38 millones de vacunas (para 18 millones de peruanos, a 2 dosis por cabeza), empezando por un millón que el presidente dijo que llegará en enero, aunque mensajes equívocos de otras autoridades dicen que podría tardar unos días más, a principios de febrero. La canciller Elizabeth Astete ha sido más entusiasta al decir que, prácticamente, ya están listas para ser recogidas, pero no puede precisar fecha y vuelo.
¿Y si los rebrotes que padece China la obligan a volcar toda su producción al mercado y nos incumplen?, pregunto, buscando los tres pies al gato. Mis interlocutores confían en la seriedad del acuerdo, para el que ya el propio ministro de Economía, Waldo Mendoza ha dado los detalles del primer pago (S/. 94 millones). Por lo demás, ¿qué es un millón para un país de 1,393 millones de habitantes, 42 veces más que la población peruana, y que demandará a Sinopharm producir cientos de millones de dosis?
Mira: Gobierno peruano hace el primer pago a Sinopharm por un millón de dosis.
El poder blando
Juan Pablo Cardenal es un periodista español que vive en Suiza, pero ha pasado varios años de corresponsal en China y se dedica a escribir sobre esta y su estrategia de ‘soft power’ (poder blando). “No te quede duda de que, con independencia del accionariado de Sinopharm, es el estado chino, usando la vacuna”. ¿Para qué?, le pregunto. Juan Pablo traza una breve historia de la pandemia, desde que China padeció su origen y demoró en alertar al mundo, pasando por sus esfuerzos de contención interna, su recuperación y, de ahí, lo que él ve como una suerte de acaparamiento y fabricación de productos sanitarios para luego distribuirlos y venderlos al mundo.
Cardenal evita especular sobre facilidades expresas a inversiones chinas que podrían estar condicionadas o, siquiera alentadas, por la firma del contrato en términos que, si así fuera, tendríamos que presumir ventajosos. “Cuarto Poder” especuló que uno de esos signos podría haber sido la aprobación, semanas atrás, por el organismo de supervisión ambiental, Senace, de una modificación al EIA (estudio de impacto ambiental) del megapuerto de Chancay, que es una obra con inversionistas chinos. Mis fuentes de la cancillería niegan de plano que allí haya un quid pro quo. Similares especulaciones ocurrieron en Argentina, cuando el gobierno de Cristina Fernández autorizó la construcción de una estación espacial china en la provincia de Neuquén, y ello se relacionó con la ayuda financiera china cuando ese gobierno atravesaba serios problemas crediticios.
En la fase pos primera ola, según el relato de Juan Pablo, China ha querido compensar su responsabilidad en la pandemia, con asistencia técnica, donativos y facilidades para adquirir su vacuna; y a la vez, dar rienda suelta a su instinto comercial de colocar su producción donde pueda. Por cierto, en las primeras olas en Europa y América Latina; China, que ya había surfeado la suya, mandó delegaciones médicas a varios países.
En el Perú, hubo un primer contacto cuando empezaba nuestra primera ola. Vizcarra contó que había hablado con el presidente chino, Xi Jinping, el 30 de abril. Víctor Zamora, ministro de Salud en ese entonces, me dice, “no fue por la vacuna, sino porque todo era tan precario, que necesitábamos todo tipo de ayuda”. En efecto, hubo asistencia médica, donativos y facilidades para comprar equipos. La Confiep, por ejemplo, compró en China los ventiladores mecánicos que donó al sistema de salud pública.
De vacunas se habló después y la de Sinopharm no fue la primera mentada sino la de Sinovac. Perú firmó un acuerdo de confidencialidad con ese laboratorio y con Butantan, el laboratorio brasilero con el que los de Sinovac tienen un acuerdo de producción. Esa vacuna resultó de poca eficacia, a diferencia de la de Sinopharm, que obtuvo sus permisos para hacer sus ensayos en agosto en el Perú y empezó a vacunar a 12 mil voluntarios en setiembre. Los chinos se habían acercado al INS (Instituto Nacional de Salud), a plantearles la propuesta de hacer los ensayos, y entre todos los actores involucrados –Minsa, cancillería y Concytec- se resolvió que era mejor buscar a dos universidades, la Cayetano Heredia (UPCH) y San Marcos. Pudo ser una, pero me contaron que Fabiola León Velarde, jefa del Concytec y ex rectora de la UPCH, prefirió abrir el juego a otra universidad además de su alma mater.
Conversé con Germán Málaga, vocero de los ensayos y me dijo que el día 35 (la diferencia entre las dos dosis es de 21 días y de allí se esperan 14 para considerarse efectiva) se cumple el viernes 22 y poco después presentarán sus resultados. Esperan que sean similares al 79% de eficacia reportado por China, aunque bien podría ser un poco menos o un poco más. En Emiratos Arabes, donde se han llevado ensayos antes que aquí, se ha reportado una eficacia del 86%.
De paso, Málaga me explica que esta vacuna es cara porque se basa en el más dispendioso método tradicional de producir el virus desactivado. “Las vacunas del futuro serán como las de Pfizer y AstraZeneca, que se ahorran esa técnica laboriosa, para conseguir atacar las espículas del virus”, me dice, pero todavía tienen que resolver sus problemas de preservación y transporte. La vacuna china es de raigambre tradicional pero segura.
Sobre el voluntario que reportó síntomas que parecían de la enfermedad de Guillain-Barré y provocó que se detuviera el ensayo por 6 días, Málaga no me quiso decir nada, más allá de que se encuentra bien. Pero las mismas fuentes que, en la crónica “Los secretos en la carrera tras las vacunas” (8/1/21), me revelaron que la actitud de ese paciente sexagenario fue sospechosa pues no se reportó de inmediato para ser chequeado y hospitalizado como correspondía, me cuentan que descubrieron que tiene un historial de haber hecho reclamos y demandas en Indecopi a más de una empresa.
Por fortuna, los ensayos se reanudaron y el incidente no afectó las buenas relaciones con los chinos. El número dos del laboratorio ha estado en Lima y participó en las complejas negociaciones que han involucrado a las dos cancillerías. Cuando le pregunté al presidente Sagasti, en la entrevista que le hicimos en El Comercio, si había un componente político en la compra, respondió que sí lo había: “No tengo ningún problema en decir que tuve la oportunidad de dirigirle una carta al presidente Xi Jinping, a quien conocí en una reunión virtual de la APEC, y recibí una respuesta amable”.
No he leído la carta pero la cancillería me ha resumido sus ideas centrales: Sagasti le explica a Jinping que para el Perú es prioritario obtener 38 millones de vacunas de Sinopharm en los primeros 4 meses del 2021. Le menciona que en este año se celebran 50 años de relaciones diplomáticas y agradece las visitas y donaciones de equipo médico que hizo China luego de una conversación de Jinping y Vizcarra el 30 de abril pasado. También le subraya que Perú es sede de uno de los ensayos de la fase 3 de la vacuna de Sinopharm y concluye pidiéndole su apoyo para concretar la compra.
La carta está fechada el 21 de diciembre pasado, lo que revela que en ese momento el gobierno ya daba por cancelado el contrato con Pfizer y apostaba decididamente a un trato con Sinopharm. Al mencionarle el cincuentenario de nuestras relaciones con la nueva China, Sagasti toco una vena que Jinping conoce pues estuvo en Perú en la década del 90 y, ya presidente, hizo una visita de estado, aprovechando la cumbre de APEC de noviembre del 2016. Es más, en un artículo publicado en El Comercio (“Inversión china en Perú supera los $14 mil millones” 17/11/2016), se listan esas razones que nos atan a China un poquito más que los vecinos. Y ahora más, sobre todo si compartiremos virus, el activo que arrecia y el ‘desactivado’ en la vacuna.
Sin embargo, el poder chino es más vasto que blando. Si pensamos que, por haber tenido la primera inmigración china en 1849 y tener la colonia china más grande de América Latina, nos tratarán con más cariño; estamos equivocados. Los chinos saben de Machu Picchu y del pasado inca; pero les interesa la región en general, y ya lo han demostrado, con visitas de estado, inversiones, y un despliegue de armas diplomáticas en varios países vecinos. Una de esas armas fue incluirnos en el proyecto La Franja y la Ruta (sus siglas en inglés son OBOR, por ‘one belt, one road’). El Perú lo suscribió en abril del 2019, luego de más de una docena de vecinos- que nació para estrechar lazos con los países de Asia, África y Europa que estaban en la ruta de la seda; pero, a pesar de su nombre de origen, se ha ampliado a todo el planeta.
Ahora bien, con la firma de Sinopharm sí se estrechan significativamente las relaciones, pues Perú es el único de América y uno de los pocos en el mundo (los otros son Pakistán, Emiratos Árabes, Indonesia y Egipto) que usarán esa vacuna para inmunizar a parte importante de su población. El único país que no está en la ruta original de la seda.
Si para China, el Perú es un país más, con algunos ingredientes peculiares al que se suma una colonia significativa y ahora la vacuna; para Perú, al revés, China es gigante y crucial. Es nada menos que el principal destino de nuestras exportaciones en general y de minerales en particular, además de que la balanza comercial es favorable a Perú (ver cuadro).
Más que la balanza inclinada a nuestro favor, hay una mística pro captación del mercado más grande del mundo que empezó a forjarse en la década del 90 con Fujimori (no por gusto le llamábamos ‘Chino’ a pesar de su origen japonés), se mantuvo con Toledo y llegó a su pico con Alan García, que tenía casi una obsesión por la cultura china, a la que dedicó el libro “Confucio y la globalización. Comprender China y crecer con ella” (2013), luego de bregar por firmar un TLC con Beijing, cosa que sucedió en el 2009. Cuando el predecesor de Jinping, Hu Jintao, llegó el 20 de noviembre del 2008, para la cumbre de APEC y para una visita de estado, García lo recibió en Palacio y dio con él una vuelta en auto descapotable por la Plaza Mayor, aclamación oficial que no ha recibido ningún presidente extranjero en las últimas décadas.
Esperando la marea de inversionistas y turistas chinos, muchos jóvenes estudiaron mandarín para interactuar con la benéfica invasión. En lugar de esa marea, se incrementó otra, de productos de todo tamaño y calidad, que son parte de nuestra vida cotidiana. A ese entorno con presencia china, para muchos se añadirá, en los próximos meses, un par de dosis de virus desactivado en la sangre.
Aún no sabemos si acabado el millón de dosis chinas en 500 mil peruanos, que es poco más del completo cuerpo de salud, militar y policial, además de una pequeña parte de la población vulnerable; será una nueva entrega de Sinopharm o de otro laboratorio, la que cierre el vacío hasta que lleguen los lotes de Covax Facilty y de AstraZeneca anunciados para los próximos trimestres.
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