Han pasado treinta años de esto y Rumaldo Loli (52) no ha sacado de su mente el recuerdo del día en que Sendero Luminoso se llevó a los padres polacos. Es una memoria que resuena fresca en su cabeza: los golpes en las dos puertas de la iglesia, la principal y la trasera; las voces de los terroristas ahí afuera, exigiendo la presencia de los curas extranjeros, diciendo que no temiesen, que solo querían hablar.
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El primero en salir fue el franciscano Michal (Miguel) Tomaszek. Ni bien cruzó el umbral lo cogieron y ataron de manos. Rumaldo y otros chicos veinteañeros que apoyaban en la parroquia veían la escena desde adentro y sentían impotencia. Se le ocurrió decirle al padre Zbigniew Strzalkowski, el otro sacerdote requerido, que no saliese, que lo podría ayudar a escapar por una pared baja. El fraile le contestó con una serenidad y control sorprendente: “¿Por qué me voy a escapar, Rumaldo, si yo no he hecho nada malo?”
Ese viernes 9 de agosto en la parroquia había algunos jóvenes peruanos que se preparaban para llegar a ser sacerdotes franciscanos. Sendero intentó llevárselos también pero los polacos fueron enérgicos en que los dejaron tranquilos. Solo debían llevárselos a ellos.
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Dos años antes, los padres Tomaszek y Strzalkowski llegaban a Pariacoto –a dos horas de Chimbote (Áncash)– solo con sus hábitos de franciscanos conventuales y sin saber nada del idioma. Quien los atendió en su primera semana fue Norma Rodríguez (53), que hasta hoy no olvida esos días tranquilos en que se entendía con ellos solo por señas. Ella les preparaba pollo asado con guindones, sopa de habas con papa, y ellos le hacían la seña universal de que todo estaba delicioso.
Los religiosos habían llegado al Perú en 1989 para encargarse de la abandonada parroquia de un lugar entonces arrasado por una sequía brutal de siete años que parecía un castigo divino. En esa época, en Pariacoto vivían apenas 200 familias, la mayoría por debajo de la línea de pobreza. Recuerdan ellos que el padre Zbigniew tenía un carácter fuerte y resuelto, siempre dispuesto a ayudar a la comunidad con su lampa o su biblia, sus herramientas favoritas. Era un gran caminante también. Salía temprano y podía ir a pie durante ocho horas rumbo a algún distrito. Y también los curaba. Por eso le decían de cariño “el doctorcito”.
El padre Michal era distinto. Era espontáneo y soñador. Tocaba la guitarra y dirigía al coro con una alegría que contagiaba a todos. “Nosotros le decíamos que en verdad se parecía a San Francisco, porque de todo se admiraba. Abría los brazos cuando veía un cerro, un río, y le daba gracias a Dios por la belleza que veían sus ojos. Nosotros pensábamos que seguro en Polonia no debe haber nada así. También extendía las manos y las palomas de la parroquia se paraban en ellas”, recuerda Norma.
Para los pariacotinos era una cosa rara tener a esos curas barbados que los visitaban en sus casas, se sentaban a comer con ellos, en el suelo a veces, y parecían siempre dispuestos a apoyarles. Era raro porque a su iglesia abandonada solo iban esporádicamente curas de Chimbote a hacer misa. Ahora había misa todos los días. A los polacos no les preocupaba solo la salvación espiritual. El padre Zbigniew se rompía la cabeza buscando para la comunidad fuentes de sustento alternativas a la agricultura, debido a la sequía. Tenía planes con ellos para fabricar ladrillos, cerámicas y otras cosas que quedaron truncos ese 9 de agosto de 1991.
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Los terroristas llevaban meses amedrentando a la diócesis de Chimbote y a su obispo, el fallecido Luis Bambarén. Lo amenazaban con matar a dos religiosos por semana. Aludían que la religión era dañina, que adormecía el espíritu revolucionario del pueblo y los acostumbraba a las dádivas. Alertados por el obispo, los polacos no quisieron ceder al miedo. Su lugar era donde estaba su rebaño, una comunidad que hasta la policía había abandonado.
El día que los mataron, Rumaldo vio rostros nuevos por Pariacoto. Los vio por la mañana, luego por la tarde. Está convencido de que pasó cerca de ellos mientras se ocultaban en los platanales hasta el anochecer. Los senderistas se llevaron a sus capturados, los dos sacerdotes y el alcalde del lugar, Justino León Maza, un profesor que aceptó el cargo de autoridad de puro valiente. Los condujeron hasta la zona de Pueblo Viejo, a 15 minutos de la iglesia, y ahí los ejecutaron con balazos por la espalda.
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Durante años Pariacoto lidió con el trauma de ver a sus mentores espirituales morir de esa forma tan indignante. No recuerdan haber llorado tanto. Se volvió un lugar desconfiado y triste, cuenta Norma Rodríguez. Muchos se fueron de la zona, incapaces de procesar lo sucedido. Así hasta el 2015, cuando el papa Francisco aprobó la beatificación de los hermanos caídos. Pasaron a ser beatos, mártires y víctimas de odio. Ese mismo año hubo una gran ceremonia en Chimbote y en Pariacoto para celebrar lo ocurrido, en la que todo el pueblo volvió a llorar por ellos, pero esta vez de alegría. Fue un proceso largo pero satisfactorio.
Este año se estrenó el documental La campaña, en ocho idiomas, que cuenta la vida de los mártires y la labor que hace la Cruzada del Rosario contra el Terrorismo, un movimiento nacido en Bélgica que busca llevar el mensaje de vida de los religiosos muertos por la intolerancia. El grupo nació en el 2016, luego de los atentados del Estado Islámico en Bruselas y por la necesidad de un grupo de creyentes franciscanos de ese país, que buscaban una figura mundial que encarnase la lucha contra el terror desde la fe y la oración.
Luego de su muerte, el coro que armó el padre Michal sigue en actividad y cantando las canciones que él les enseñó. Rumaldo, Norma, que son parte del coro y al final se casaron, y otros más tenían planeado viajar a Europa, para un evento relacionado con los mártires de Pariacoto, pero la pandemia llegó y no pudo ser posible.
Mientras, en Pariacoto, están seguros de que los beatos velan por ellos y algunos hasta los hacen responsables de posibles milagros. El distrito experimentó después de su muerte un sorprendente boom de la manzana que sacó a centenares de pariacotinos de la pobreza. Y el agua, ese bien tan escaso en tiempos de Michal y Zbigniew, nunca volvió a desaparecer a esos niveles de sequía y desesperación. //
LOS MÁRTIRES EN EL 2021:
- Más información sobre el documental, cómo participar en la Cruzada y los lugares de culto en Perú en: krucjata.franciszkanie.pl o martiresdelperu.org.
- El 5 de agosto, en el parque Polonia, de Lince, se inauguró un monumento a los mártires de Pariacoto, por parte de la embajada de ese país.
- La diócesis de Chimbote hará una misa y romería el 9 de agosto, a las 11:00 a.m., en homenaje a los religiosos caídos.
- En Pariacoto se alistan diversas celebraciones y se espera una peregrinación espontánea.
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