Mientras los científicos trabajan para encontrar un tratamiento efectivo y seguro para el COVID-19, muchas personas recurren a remedios presentados como milagrosos. Este es el caso del dióxido de cloro (CIO2), un compuesto ampliamente usado en la industria que ha recibido impulso en internet e incluso algunos médicos lo apoyan sin contar con evidencia científica.
Este compuesto es un potente agente oxidante, que suele ser empleado en el tratamiento del agua, como blanqueador, desinfectante y pesticida. Los defensores de esta falsa cura para el COVID-19 aseguran que, ante la falta de base científica suficiente, es necesario comenzar a probar su efectividad en humanos
Un equipo de investigadores peruanos y argentinos se dio a la tarea de determinar si existe en este momento estudios científicos que sustenten la efectividad y seguridad del uso de dióxido de cloro y los derivados del cloro en la prevención o el tratamiento de la COVID-19. Incluyeron estudios de diverso tipo, desde ensayos clínicos aleatorizados hasta reporte de casos.
Tras analizar 101 registros alojados en bases de datos científicas como PubMed, Embase, Web of Science, Scielo, entre otros, los autores concluyen que “a la fecha, no existe evidencia científica que apoye el uso del dióxido de cloro o derivados del cloro para prevenir o tratar la COVID-19”.
“La principal motivación que tuvimos [para realizar esta revisión] fue que cada vez más personas están haciendo uso de dióxido de cloro y otros derivados, como el clorito de sodio. Entonces decidimos dejar por escrito, luego de hacer una revisión seria, que no hay evidencia publicada ni por publicar respecto a una investigación seria relacionada al dióxido de cloro y su posible efecto para tratar el COVID-19”, nos dice Alejandra Burela, epidemióloga, bióloga molecular y autora principal del trabajo publicado en la Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública.
Entre los principales “argumentos” usados por los defensores de este compuesto se encuentra un supuesto beneficio en la oxigenación del organismo. Una persona que presenta un cuadro severo de COVID-19 suele tener problemas de la saturación de oxígeno en la sangre. Quienes comercializan el CIO2 afirman que esta sustancia libera oxígeno en el cuerpo cuando ingresa en él y así “cura” la enfermedad. Sin embargo, los autores del mencionado estudio no encontraron ningún estudio que muestre que efectivamente el dióxido de cloro actúa así en el organismo.
Para Badhin Gómez Valdez, doctor en química del Centro de Investigación en Ingeniería Molecular de la Universidad Católica de Santa María, al ser el dióxido de cloro un compuesto oxidativo que no se disocia [separa] fácilmente, la energía que se necesitaría para hacer que el oxígeno y el cloro se liberen en el organismo sería muy elevada.
“Esa reacción es prácticamente imposible en el organismo. No se puede dar porque se necesitaría un flujo eléctrico muy fuerte para generar esa reacción [disociación]. Sería como someter a electricidad al cuerpo para que eso suceda. Es muy distinto lo que ocurre en el laboratorio a lo que ocurre en el cuerpo”, detalla.
En ese sentido, Burela explica que en su investigación decidieron expandir la búsqueda más allá del nuevo coronavirus: “Nosotros abrimos la búsqueda también a otros tipos de coronavirus para ver si había evidencia anterior respecto a su efecto en un virus de la familia del SARS-CoV-2, pero no se encontró nada. La restricción del estudio es que se buscó solo estudios en humanos. Podrá haber quizá estudios in vitro (en laboratorio) o en animales, ese fue un criterio de exclusión”.
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¿Vale la pena investigar su efecto?
La voces a favor de investigar el efecto del dióxido de cloro y los derivados del cloro para tratar el COVID-19 aseguran que es necesario realizar ensayos en humanos, mientras que diversos experto y entidades internacionales coinciden en que los indicios de toxicidad de este compuesto son lo suficientemente fuertes como para arriesgar a las personas en un ensayo clínico.
Es importante considerar que incluso si el dióxido de cloro demuestra funcionar in vitro (𝐩𝐥𝐚𝐮𝐬𝐢𝐛𝐢𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐛𝐢𝐨𝐥𝐨́𝐠𝐢𝐜𝐚) contra el COVID-19, lo cual es probable al ser un desinfectante, eso no asegura que vaya a funcionar en humanos. Ejemplo de ello es la hidróxicloroquina, que cuenta con estudios a ese nivel que hicieron que se llevaran a cabo ensayos clínicos en humanos para determinar su efectividad para tratar el COVID-19. Finalmente, los ensayos clínicos demostraron que no es es efectivo, por lo que la la propia Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA) y otras entidades le han quitado su respaldo, entre ellos el Ministerio de Salud. Pero la diferencia es que este sí es un medicamento que contaba con ensayos clínicos para otras enfermedades, a diferencia del dióxido de cloro. Y este no es un fenómeno poco frecuente en la ciencia: según la FDA, la mayoría de fármacos que cuentan con plausibilidad biológica no van a terminar demostrando su efectividad, pues de cada 100 fármacos, solo 7 superan ensayos de fase 3.
Los investigadores consultados por El Comercio coinciden en que no hay fundamentos que avalen el inicio de una investigación en humanos y que el supuesto efecto que tendría el dióxido de cloro puede estar relacionado, en realidad, a la evolución natural de la enfermedad: es posible que las personas que lo consumieron iban a mejorarse de todas manera, tomaron o no algún medicamento.
“Dudo mucho que un investigador serio investigue el dióxido de cloro en humanos. Lo que las personas deben tener claro es que no es un medicamento. Algunos profesionales y médicos dicen que se realicen los ensayos para saber si funciona o no; bajo ese concepto podríamos probar cualquier cosa que se nos ocurran. Para llegar a las pruebas en humanos uno tiene que seguir pasos previos y éticos. En este caso sí se tiene registro de que ha hecho daño. Entonces no sería ético realizar un ensayo clínico”, afirma Burela.
Los autores de esta investigación identificaron un solo ensayo clínico en la plataforma ClinicalTrials.gov, que fue inscrito como un estudio observacional que espera incluir a 20 participantes en Colombia para probar la efectividad del dióxido de cloro oral en pacientes con COVID-19. Esta investigación fue calificada de “fraudulenta” por las autoridades colombianas pues el grupo de médicos a cargo estaba suministrando dióxido de cloro sin cumplir con los protocolos de investigación y de espaldas al hospital donde se realizan estas pruebas, según informa el diario El Tiempo.
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Rechazo generalizado
En EE.UU., ante el reporte de intoxicación por el consumo de dióxido de cloro, la FDA ha emitido una alerta sobre su consumo y la Red de Centros de Información de Medicamentos de Latinoamérica y el Caribe han emitido un reporte sobre su toxicidad. Para la Asociación Química Argentina (AQA), su ingesta provoca serios deterioros en los tejidos humanos, lo que causa una falla multiorgánica debido a la falta de oxigenación de los órganos, un efecto contrario al que señalan sus defensores. La Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. (EPA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) también mostraron su rechazo.
En el Perú, la Dirección General de Medicamentos, Insumos y Drogas (Digemid), ante el incremento del consumo de dióxido de cloro, emitió una alerta en la que aclara que “su consumo puede causar graves daños a la salud, siendo algunos potencialmente mortales”. Por su parte, EsSalud reportó que el 30% de pacientes hospitalizados solo en la región Arequipa por COVID-19 había consumido esta sustancia.
El Colegio Médico del Perú, en tanto, le dijo a Ojo Público que ha iniciado procedimientos indagatorios ético disciplinarios contra tres médicos por promover el uso de dióxido de cloro para tratar el COVID-19.
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