El fútbol es como una luz roja: paraliza. Bien usado activa reserva emocionales, cuando no físicas, que uno ni siquiera creía que llevaba dentro. La fe, por ejemplo. Ya si se trata de un Mundial, o más precisamente, de un partido de la selección peruana en el Mundial, los niveles de pasión son incomparables. Es un ejército hipnotizado frente a la TV, que al instante del gol se vuelve dinamita.
El martes 15 de junio de 1982, a las 10:15 de la mañana en el país que gobernaba Fernando Belaúnde Terry, las calles de Lima se paralizaron en serio, como si se tratara de una verdadera cuarentena. Del país. Era el debut peruano en la Copa del Mundo España 82, frente a la lejana (y no menos indómita) Camerún y un equipo gráfico de El Comercio recorrió las principales avenidas y los hospitales más cercanos a su Centro Histórico, para guardar testimonio del encantador efecto que tiene el fútbol, como ningún otro. Reúne a todos sin diferencias de clases o credo, con uniforme de doctor o bata de paciente, jóvenes de la ‘U’ o de Alianza, con la única esperanza de gritar un gol peruano en un Mundial.
Los casi 50 mil fieles que viajaron 48 horas hasta Rusia 2018 pueden dar fe.
Esa mañana, el equipo de Tim modificó el aparato estatal del país. Volvió al martes un feriado. La municipalidad suspendió sus actividades durante las dos horas de juego, el Ministerio de Agricultura cambió el horario de ingreso para las 2 de la tarde, los bancos —todos los bancos— cerraron sus puertas a la hora del debut nacional. Jugaba Cubillas, el 10, a colores y en vivo y en directo. La ciudad entera fue vigilada por la PIP y la Guardia Civil, que se encontraron con la honorable misión de custodiar una capital sin gente y escuchar el partido por radio transistor.
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El partido, lamentablemente, terminó 0-0. Poco sabíamos de la furia del león Roger Milla y su ejército, y nos costó. “Recuerdo —dice Mario Fernández, periodista que trabajaba en esta casa, testigo de aquella comisión— que veíamos las fotos en el diario y los rostros de la gente nos conmovían. Eran rostros de esperanza. Es lo que hace el fútbol. Y fue portada al día siguiente”. El médico Percy Caballero Flores vio esta fotografía captada esa mañana en el hospital Arzobispo Loayza, en la avenida Alfonso Ugarte, pacientes, médicos y enfermeras ilusionados por lo que podía ser 90 minutos para renovar la fe y dice, en un apartado del libro Mundialistas, testimonio gráfico de Perú en Copas del Mundo con fotos de El Comercio: “Es cierto que para un enfermo influye mucho el estado de ánimo en su recuperación”.
No sana, pero cómo ayuda.
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