MI MAM
Yo sé que a mi madre le deben incomodar algunas cosas que he escrito en este blog, pero no me dice nada, al contrario, me alienta. Le repito cada vez que puedo que mis historias son absoluta ficción y su cara se recompone, pero lo que ella me dijo el domingo pasado me descompuso a mí.
Estábamos viendo una película, de esas que uno ve con un solo ojo después de almorzar kilos de chifa, cuando le dije en broma que me gustaba alguien a quien había conocido hace poco. Me miró con vuelta de cuello a lo Linda Blair en El Exorcista (mirada que solo han merecido algunas llegadas de madrugada a casa o una que otra borrachera) y me dijo: “Hijita, no te enamores otra vez”. Me sorprendió porque mi mamá es de esa generación de señoras que alzan la bandera del matrimonio (civil y, por supuesto, católico) por sobre todas las cosas; porque ella ha disfrutado las bodas de mis hermanos más que la suya y, además, es de las pocas personas que aún creen que el amor de pareja puede ser eterno. Al ver mi cara de sorpresa, su gesto se suavizó y me repitió, pero ahora a manera de sutil disculpa: “Es que no quiero que sufras otra vez”.Aunque esto último suene un poco a novela de tarde y bajo presupuesto, viniendo de ella, tuvo un impacto poco usual en mí y hasta hoy le doy vuelta a sus palabras. Si mi propia madre no quiere que me enamore de nuevo, ¿se habrá referido a mi carácter impulsivo? ¿A la intensidad (o manera incauta) con la que me doy con todo cuando en serio quiero a alguien? ¿O es que simplemente le llega haberme visto sufrir más de una vez?
Terminar una relación es difícil. Pero nunca me había puesto a pensar tan en serio que seguro ella ha pasado más de una vez conmigo por ese feo trance, sin que yo me diera cuenta. Me la imaginé entonces parada frente a mi habitación sin atreverse a tocar, y recordé las veces que trató de quitarme la cara de velorio con bromas que nos hacían reír a las dos juntas o tantas noches en que me animaba a hacer lo que más me gusta: ir al cine. Seguro la frustraba que yo me negara a salir de mi propio escondite de dolor.
De hecho yo también me convertiría en Norman Bates disfrazado de su madre muerta con un cuchillo en la mano para cortarle la cara al miserable que se atreviera a hacerle daño al hijo que aún no tengo (y que espero tener algún día). Pero creo que más que por cuidarme o tratar de protegerme, así yo esté a punto de cumplir 34 años este fin de semana, esas palabras no han sido otra cosa que la forma más bonita que ha tenido para decirme que me quiere. Y, conociéndola, estoy segura que a ese novio que busco lo va querer también.