PEQUEÑA REFLEXIÓN SOBRE EL PASADO
Hace unos días, buscando un libro entre cosas que traje conmigo de Barcelona, encontré un cuaderno. Desde que mi padre leyó mis diarios cuando tenía doce años, jamás volví a escribir uno, hasta hace siete años en que volví a tener uno gracias a la privacidad de la clave de seguridad de mi laptop. Aun así, he mantenido mi debilidad por los cuadernos. El que encontré era uno de tapas de seda azul que mi padre me regaló en un viaje a Londres. Lo comencé a revisar con curiosidad. Lo último que había escrito tenía como fecha: 18 de octubre de 2004.Otra noche en mi cuarto. Miré de reojo el reloj. Medianoche. Encendí un cigarro. Era un síntoma de encontrarme mejor. Había pasado el día con una resaca terrible. Una noche con dos de mis mejores amigos, bebiendo, fumando y riendo. Me había repuesto con mucha comida grasosa, litros de coca cola y una película que no iba con mi casi nulo estado mental, Sonata de Otoño, en la que la llegada de la madre en la ficción de Liv Ullman hace que esta saque a flote su relación durante la infancia, y como esta afectó el curso de su vida. ¿Seré una más de las miles de mujeres como ella, descubriendo la vida a través de la ficción y los recuerdos lejanos? Sin pensarlo mucho puse un disco que un chico, que pasó rápido por mi vida, había dejado olvidado antes de volver a Madrid. Una canción de Kim Carnes me devolvió a una de esas noches largas en la cama conversando a oscuras. Pensé que casi lo podría perdonar por haber sido uno más; por sacrificar ocho años de amistad por cinco días de vino, caricias y mi voz hablando del pasado. Él supo escucharme atento. Ahora pienso que ya está bueno de hablar de lo vivido y que ya es hora de dejar descansar mi mente con recuerdos de lo que queda atrás.
En esta madrugada que recién comienza sobria, en la tranquila soledad de mi pequeño departamento, decido empezar a vivir para adelante. Quedan pocos meses para volver a Lima, pero ese pronto cambio no me va a hacer cambiar de opinión. Es más, sonrío al darme cuenta de que es el momento perfecto para tomar una decisión así. Todo desde ahora irá hacia adelante. Ya no quiero más noches de locura, más dolor, más encierro, ni más adioses para siempre en la puerta de mi casa. Estoy sola, y eso está bien, por lo menos en ese momento y en los días, meses, o sabe dios, años, que vengan. Todo vuelve a adquirir sentido otra vez. Nada de excesos que duelan, Alicia, y si los hay, que no te quiten la calma.
Estos son mis propósitos. Aun cuando conozco bien mis debilidades, voy a tratar de cumplirlos.
1. Soy una chica de 31 años. Estoy sola y me siento bien estando sola. Si alguien más quiere compartir mi vida y yo también, no me voy a olvidar de eso.
2. Nadie más que yo puede decidir mi vida. Mi vida está en mis manos. Y no obedece a ninguna fuerza exterior o a otra persona.
3. El control de mi cuerpo, de mi mente y de mi corazón también lo tengo yo.
4. No me voy a martirizar culpándome de mis errores.
5. No voy a darle tanta importancia a los kilos que he engordado. Soy una chica bonita, no importa que por el momento haya engordado. Voy a bajar esos kilos sin tanto drama. No me puedo despreciar ni esconder.
6. Voy a tener la confianza suficiente para actuar, ser y hablar.
7. Voy a relajarme y a disfrutar los días.
Cuando termine de escribir, voy a estirarme sobre la silla en el balcón, voy a fumar y luego voy a coger un libro y leer hasta quedarme dormida. Después de todo, estar sola tiene dignidad.
Sé que puede sonar a mi propio manual de autoayuda, pero seguro esas palabras escritas de manera tan firme en el cuadernito me sirvieron en su momento. Y aunque me haya vuelto a equivocar, a dejar que alguien decida por mí, a odiar mi cara y mi cuerpo, a flagelarme por mis errores, perder mi seguridad y sufrir varios días en lugar de disfrutarlos, creo que está bien no olvidar qué pasaba por mi cabeza hace tres años para poder seguir, de alguna manera, y no perder de vista eso tan complicado de decir, entender y vivir como es el laberinto del futuro.