¿Por qué vivo en Cusco?
Esta semana he cumplido tres años viviendo en Cusco. Lo que empezó como un sueño loco, hoy tiene más sentido que nunca. Quisiera compartir con ustedes, queridos lelos, mis razones de por qué Cusco es un lugar alucinante para vivir y tanta lelitud de mi parte:
La energía. Se habla un montón de esto, de gente que viaja a “recargarse” a llenarse de “vibra” y cosas así que nadie puede explicar pero que sí pasan. Yo aún no puedo definir en qué consiste, pero mientras estamos acá nos sentimos mejor, más felices y nos hacemos mejores personas. Aquellos que hemos llegado con ganas de aprender (y sobre todo a des-aprender) Cusco nos abre las tapas en páginas de infinito asombro.
Tengo una teoría sobre la energía de Cusco, que es tan disparatada que no temo compartir porque el tiempo me ha revelado que lo disparatado tiene más sentido que la lógica. Se me ocurrió un día escuchando el profundo eco que dejaba el silbato del tren entre las montañas. “¡Claro, Cusco es una caja acústica!”, grité, sintiendo que canalizaba la voz del mismo Pachacútec. De hecho, me dijeron alguna vez que Qosqo no es ombligo, sino algo similar a Casco, Caja, entonces mi delirio tenía sentido. Para mí-será porque soy músico y todo esto me lelea- vivir en Cusco es como vivir dentro de una guitarra, o de un violoncello ejecutado por el Sol. El resto es física pura.
Inspiración. Las callecitas de piedras, los atardeceres ardientes, la luna diamante, las nubes que uno quiere morder, los valles de alfombras verdes, el Apu Ausangate cada mañana, todas las montañas sagradas, todo, todo eso alienta el corazón. Lo inmaterial como la música, las costumbres, las expresiones culturales, el mito de una laguna en el valle sagrado y que alguien diga alalau cuando hace frío. Y también la gente de todo el mundo que viene con sus propios colores y nutren el paisaje con sus tradiciones. El ecosistema cusqueño es el más rico para la inspiración, todo mueve el alma, todo sacude y despierta. De repente saliste a comprar el pan y algo pasó que te manda de vuelta a casa para fijar el verso que se te borra. Todo Cusco, su valle, su gente, su historia, la altísima conciencia de los antiguos peruanos, todo inspira.
Esas pequeñas cosas como desayunar en el mercado o comer Tarwi por primera vez. El choclo con grano gigante. La Chicha de Jora. La humita dulce o salada. El Pan Huaro por la mañana con café de Quillabamba. Cada sabor con su toque de Huacatay me revela a mí mismo. Las curiosidades del día a día, los carteles con inscripciones como “prohibido cagar bajo pena de arresto o baldaso (sic) de agua fría”, el empedrado mojado en San Blás por la lluvia de verano, los bigotitos de nube de los cerros, los perros vagabundos felices, la feria de El Baratillo, los colores de las polleras y de cada día en Calle Marques, mirar caer la tarde desde Saqsaywaman, amanecer en el siguiente sabiendo de que todo lo que has soñado, lo tendrás.
Recursos. La riqueza de alimentos y hierbas medicinales que tiene el ande peruano no lo encontrarás en ningún lugar del mundo. En esta despensa hay cura para todo, buena tierra para trabajar, espacios para crear y construir comunidades autosostenibles en lugares de fantasía. Acá-mientras el mundo vive la locura por los alimentos orgánicos-las familias comen papas ricas en todo, kiwicha, quinua y se curan bañándose en arrayán hace cientos de años. Es cierto, los recursos naturales del Cusco podrían explotarse mejor-más orden, menos depredación-pero aquellos que saben lo que pachamama puede brindar, encontrarán en Cusco millones de alternativas para ser felices comiendo rico eternamente.
Vida tranquila. Con sus problemas, Cusco ofrece una vida más tranquila a la comparada en Lima o grandes ciudades de millones de personas. Para empezar, el costo de vida es más barato. Acá resuelves todo, o casi todo, caminando (si no, el transporte no es muy caro de todas formas) y puedes vivir en el cuarto de tus sueños pagando la mitad de lo que pagarías en Lima por la habitación de tus pesadillas. Es así. Además, el tráfico de Cusco es menos asfixiante-aunque tiene momentos terribles también-, por lo que se vive más tranquilo, con menos stress. El mundo cambia cuando no necesitas una hora para ir a tu trabajo.
Las asombrosas sincronías me dejan lelo. Encontrar a la persona que buscabas, o ser aquel que alguien buscaba, querer tal cosa y tenerla en tu mano inmediatamente, desear modificar la realidad, y modificarla. En Cusco-y en todos lados del mundo, solo que acá se hizo evidente para mí-lo que pides se te dará, y si no lo recibiste es porque no lo pediste correctamente.
La nueva familia que tengo es mi razón más fuerte. Hoy me siento parte de Cusco no solo porque conozco sus calles y sus líneas de combi, sino porque tengo amigos. He encontrado otros locos que se creen lo de Cusco-Violoncello, que alucinan conmigo que hay vida en otros planetas, que sanan con las manos y que creen que un buen concierto puede cambiar el mundo. Son mis hermanos y hermanas que amo y me acompañan mientras los acompaño en su camino de vuelta al Sol.
Hay un grupo de cosas que apunté sin orden en mi cuaderno y no supe cómo agruparlas: la lluvia, los truenos y su reverberación, el tren, el aumentito, mamitas, corazón cusqueño y la “vibración más alta posible”. Al final, las categorías son una cosa didáctica, todo lo anterior, todo lo descrito en este artículo y todo lo que no sé materializar, está hiper vinculado entre sí como se hiper vinculan las estrellas.
Estas son mis razones. ¿Cuáles son las tuyas para amar Cusco?