Eternamente, Yolanda
Cada vez que escucho una canción de Yola Polastri coquetea conmigo una existencia completamente ajena. Un alma traviesa que amenaza y que, a veces, termina ganando. Un burbujito imposible que sabe las coreografías más difíciles y que canta los tonos altos a pesar que desafina con descaro e impunidad. Como Linda Blair en “El exorcista”, me siento poseído por un demonio inquieto que no descansará en paz hasta encontrar un escenario dónde ser aplaudido.
Hace unos 25 años, mis hermanas mayores cometieron un atentado que dejó serias secuelas hasta hoy. Con discos de vinilo y sobre el piso de parqué de mi casa, encerado con Emperatriz (que venía en sachets gigantes y traicioneros), hicieron un bizarro experimento que dejó una cicatriz inocultable: ensayaban las coreografías de las canciones de Yola junto a su pequeño hermano de cinco años quien, sin voz ni voto, asimiló cada uno de los pasos sin el miedo escénico de aquellos que tienen como destino ser solo una inútil comparsa.
El sonido de esas tardes ochenteras aterrizó para nunca más irse. Mi pasado me condena. Apenas se escucha “La Banda de Hola Yola” pierdo el control de mis extremidades y ensayo un paso marcial repetitivo. Me desconozco si en algún viejo reproductor suena “Capitán de 7 mares”; cual Tony Manero extiendo mi dominio de la gravedad y hago de mis saltos un homenaje al ritmo disco setentero.
Para mis amigos era “Nubeluz” y sus conos, y los palitroques, y Monica Santa María. Yo también despertaba con las dalinas pero me divertía más en la tarde. En mi casa, era Yola quien tenía el consenso familiar. Mientras más me perturbo con sus canciones, siento que mi debilidad con la “chica de la tele” tiene que ver con sus pruebas permanentes de talento. Un bailarín o cantante que no pudo ser, camina en estado zombie dentro de mí. Y como los fantasmas imprevistos, llegan sin avisar y jamás mueren.
En los más de 20 años que duró el programa, solo una vez visité los estudios de canal 4 en Santa Beatriz para ver a Yola. Fue en 1991 y desde allí nunca más la volví a ver hasta hace unos tres años, cuando en una discoteca de Miraflores hicieron de la banda de Hola Yola una suerte de hora loca. Así es, recuerdo que dejó de sonar “La Gasolina” de Daddy Yankee y anunciaron a la invitada sorpresa para el aniversario del local. No era el Grupo 5, tampoco Gianmarco, mucho menos Mar de Copas. Era Yola y su “telefonito” con “eco”. ¿Qué creen que ocurrió? Los niños de treinta (así los llama Yola) perdieron el total control de las cosas. Un éxito.
Siempre quise escribir una crónica sobre esas incursiones nocturnas de la Polastri o esas intervenciones en cumpleaños de mujeres de treinta o cuarenta que gastan hasta lo que no tienen para tener a Yola de invitada. Por eso la llamé hace unos meses y allí me contó, con la emoción de una quinceañera que había obtenido un reconocimiento como educadora en el Grado de Honoris Causa del Consejo Iberoamericano. “Soy una maestra vida ¿no crees?”, dijo y yo creo que tiene razón. Podrá ser soberbia, obsesiva, extraña o hasta con dosis de locura sana, pero la única certeza con Yola es que nadie pudo jugar a ser su reemplazo.
Cuando le comenté de este espacio y de las ganas que tenía de acercarla a los lectores, que la pidieron durante todo el año se sorprendió un poco, era la extrañeza de quien es feliz en un cubil alejado de la realidad. Aquella Yola Polastri se mantenía con el orgullo intacto, me trató muy bien e hicimos el pacto de encontrarnos cuando comience su gira por discotecas en este verano. “Tiene que ser en una disco porque en fiestas privadas no te puedo hacer entrar”, advierte con lucidez, como si su entonación de voz estuviera afinada para solo dar órdenes.
Siempre me conmoverá Yola porque algunas fuimos muy duros con ella. Como esa vez en la que César Hildebrandt, acorraló como en interrogatorios de la Dinincri para preguntarle su edad. La Polastri miraba suplicando piedad, nadie tiene derecho a matarnos la fantasía. Esa noche, la ex animadora de TV tuvo que reconocer sus cincuentaitantos porque el periodista tenía una copia de su DNI. Hildebrandt, se armó de desencantó, y asesinó por unos minutos a la mujer que nos divirtió a los que hoy tenemos más de 25 y menos de 45. Creo que fue la única vez que vi a Yola fuera de su personaje. Esa noche le pegaron sin que ella haga nada.
Mi abuelo tampoco se perdía un solo programa de Yola. Sus sábados los acompañaba con Ferrando, Kung Fu y la chica de la tele. Cuando lo visitaba sabía que lo primero que iba a hacer era reírse de mi mochila de jean que “parecía de viajero”. Desde esos años hasta antes de morir, el abuelo me acusaba de ser un alma libre e ingobernable. Un pequeño e irresponsable anarquista que solo encontraba pausas en esos sábados de TV, junto a él. Por eso, mi canción favorita de Yola es la del “Niño y el abuelo” de Yola, cada vez que la oigo me acuerdo del mío y de la mucha falta que me hace.
A Yola pocos le han dado las gracias por la niñez feliz. Muchos como yo la abandonamos apenas nos cambió la voz. Pero todavía se puede, siento que aún estamos a tiempo para pagarle con el mejor aplauso, con Yola nunca será tarde porque ella es la dueña de la máquina del tiempo. La reina de las burbujas se inventó una de verdad para rodearse y protegerse del mundo real. Así se salvó en su aldea personal, ese espacio retornable donde aún nos espera a todos los treintañeros y cuarentones que esperamos una improvisada audición para probar nuestro arte. Hola Yola, te cuento que aprendí a bailar y afiné un poco la voz. Déjame entrar. Solo cinco minutos y te muestro todo lo que puedo hacer para ser admitido en tu mundo de ilusión donde los más adultos podemos ser tratados como niños, aunque sea, por última vez.
Agradeciendo primero por la larga espera de casi mes y medio (y por los saludos cumpleañeros), los dejo con las preguntas de rigor y con los videos para regresar a los tiempos mejores. Alli van
¿Cómo recuerdas al programa de Yola Polastri? ¿En qué etapa conociste a la chica de la tele? ¿Cuál de sus más de 400 canciones te marcó para siempre? ¿Te animarías a ensayar una coreografía en tiempo presente?
Y la pregunta del millón
¿Debe volver Yola a la televisión?
La palabra es de ustedes
[La canción del "Niño y el abuelo". Siempre uno encuentra melodías o letras que son particularmente conmovedoras, es decir que solo te tocan a ti. Me pasa algo con este tema, ahí va]
[Quizá la canción más recordada de Yola Polastri: “La Feria de Cepillín”. Un cover de un payaso mexicano que me hace acordar al espeluznante Popy venezolano. Me quedó con la versión de Yola]
[Otro clásico de la querida Yola. “La gallina turuleca”. Estoy seguro que pasarle estos videos a los pequeños de la casa hará que la Chica de la Tele tenga nuevos fans]
[Este es el primer recuerdo claro que tengo del programa de Yola. El intro de 1984: “La Banda de Hola Yola”. A partir de aquí ya todo lo guardo más claramente. Desde muy pequeño busque ese parque hasta que lo encontré. Hoy siempre regreso, por lo menos una vez por semana, al Olívar de San Isidro. Hay un blooper clásico también ¿se acuerdan de cuál?]
[“La chica de la tele”, una canción que sirvió para denominar a la gran Yola. Para siempre ella será la chica de la tele. Yo, al menos, no tengo dudas de ello]
NUEVA SECCIÓN
“FIESTAS LAS DE MIS TIEMPOS”
Una pequeña revisión a los hits que bailaste y que hoy esperas que reaparezcan en aquellas discotecas donde solo suenan los Yaipén y Daddy Yankee.
[Machito Ponce y 20 Fingers “Lick it”… más conocido en el mundo artístico como “Ahora te voy a poner a gozar”. Una canción muy pegajosa que yo recuerdo haber bailado con devoción y sano esfuerzo allá por 1995]
[“Alo Brasil” de Jorge Ben. Esta canción tenía coreografía así que si la escuchas puedes ensayarla. Yo la recuerdo entre 1997 y 1998. ¿Estoy bien? Sonaba, me parece, en mis primeras incursiones discotequeras con DNI recién estrenado]