Muñeco de papel
Este blogger, a unos miles de kilómetros de Lima, leyó una noticia que lo puso demasiado nostálgico y recordó cuando perdonó porque lo nombraron Muñeco de Papel
Recién terminaba la primaria cuando tomé una hoja en blanco y dibujé en ella una silueta. Yo también fui un muñeco de papel. Estaba sentado en un salón de clase cuando escuché la selección más extraña de talentos. Ni en “Bailando por un sueño”, ni en “American Idol” hubo tanto rigor y exigencia. Mi ex profesora de arte hoy debería estar presa por tan penosa exhibición de “llevafacilismo”. Estos fueron sus exhaustivos criterios: “Tú serás Sasha porque eres delgadita y linda como ella, tú Bibi Gaytán por coqueta. Tú Ricky Martín porque bailas bonito y tú (señalándome a mí) serás Pedro Fernández”. Recuerdo que esa vez pregunté:
-¿Miss, por qué Pedro Fernández?
-Porque te llamas Pedro, pues. Por qué más va a ser.
“Pero si Pedro Fernández ni siquiera sale en el video de Siempre en Domingo”, refuté con la desesperación de un condenado. No tuve derecho de defensa. Me obligaron a simular ser el ranchero del grupo, con falsetes incluidos. Creo que por eso algo de mariachi quedó merodeando en mis más escondidos instintos, por eso ya he llevado más de cinco serenatas a personas equivocadas (pero esa ya es otra historia).
Todo comenzó en esa actuación de 1991. Terminaba la primaria y la canción de moda era “Muñecos de Papel” con el grupo del mismo nombre. En aquel día de la primavera bailamos muy mal y nuestro play back fue tan evidente que escuché alguna pifia cruel pidiendo los dos soles de entrada como devolución justa. Habíamos ensayado muy poco y yo me sentía mal al ser el cantante fantasma que no salía en el video de “Siempre en Domingo”. Pedro Fernández nunca salió de gira con el grupo, nunca salió en los videos, se fue lamentándose con sus insoportables falsetes. Quien sí se quedó fue Ricky Martin. Quizá en el fondo yo quería ponerme el paliacate y mover mis manos como si estuviera agitando los dados en un casino de barrio. El primer recuerdo que tengo de Ricky Martin es que quería ser como él. Tenía 11 años y me preguntaba si el cabello largo era una posibilidad, tenía 11 años y me quería casar con el cuerpo de Bibi Gaytán (aunque meses después ella fuera honesta para cantarme que era mucha mujer para mí).
Tengo una memoria hiperactiva. Una debilidad por la evocación fácil. Cualquier acontecimiento lo relaciono a la más alejada de mis reminiscencias. Mi memoria trabaja rápido. Es autónoma, se rebela, le gusta golpear. Por eso al mínimo estímulo, a la más discreta de las tentaciones, me entrego al tiempo pasado y a mi colección de escenas que permanecen intactas, como si en alguna esquina perdida de mi mente guardara una suerte de formol infalible para guardar los momentos en frascos bien sellados. Por eso cuando ayer leí y releí tanto sobre Ricky Martín también me asombré del álbum de momentos que pasé con él como fondo musical.
Ricky Martin cantó las canciones que bailé en el último día de la primavera de primaria y en el último de secundaria. En 1991 recorté de las orillas sin cuidado de no pasarme (“Muñecos de Papel”) y en 1996 hicimos un trencito bailantero con mis amigos de quinto para despedirnos bailando “María” (la versión original, no ese mix excedido de revoluciones). Ricky Martin también cantaba mientras yo buscaba algún pegamento infalible que reúna los restos de un maltratado corazón adolescente de 15 años. Me dijeron que “no” y en mi walkman deportivo amarillo sonaba mi cassette de “las baladas del año” y como número tres aparecía esta canción:
Así dolía Ricky Martin. Con “Fuego contra fuego” estrené mi cara más perdedora de la historia, echado en mi cama, mirando el techo, perdiendo cualquier instinto de supervivencia juvenil. Con “Me amarás” gané un poco de valor para voltear la página pero siempre terminaba extrañando, olvidando y amando de nuevo. Y eso solo fue el inicio.
No sé si era Ricky Martin o era yo. Pero juntos nunca nos iba bien. En 1997 vi mi última película en el cine Real 2 de San Isidro. En Lima estrenaban “Titanic” y fui con L. Tenía el discurso listo, durante dos años había buscado el discurso ideal para evitar cualquier negativa. Ella estaba hermosísima, una belleza porteña (y sí, viste) y estaba sentada a mi lado en el taxi. Imponente, aún niña pero con la provocación más adulta. Ella con 15 y yo con dos años más viéndome avasallado por su seguridad.
-¿Me vas a dejar en mi casa, no? ¿Te invito a pasar, ya? ¿Me ibas a decir algo?
-Esteeeee…. Mira, desde que nos dejamos de ver… osea, quise llamarte antes pero ya tú sabes lo que pienso. Siempre nos hemos llevado bien…
-Espera… Pedro… ayyyyy que linda esa canción.
Sí, era Ricky Martin y “Vuelve”. Nunca había visto a L. tan emocionada. Cantaba ese éxito noventero y era obvio que soñaba con el regreso de “alguien”. Era obvio que me iba a decir que no. No fue necesario el papelón en ese 1997. Mi amigo Ricky me advirtió. Siete años después cuando volví a salir con L. me enteré que no había fallado. Ella estaba enamorada de su primer novio y se moría porque ese proyecto de pandillero regresara.
-¿Y por qué querías que me mandara?
-Ego femenino.
[“Vuelve”…. 1997]
La tristeza es también una opción de pago. El corazón resuelve los saldos afectivos pendientes con cómodas cuotas de efecto lacrimal. Por eso no hay pena que dure lo que dura una deuda externa, la nostalgia se vive y no se guarda en algún banco mundial. Apenas me rehabilité de ese 97 que solo fue salvado por el Sporting Cristal en la Libertadores y por los goles del Chorri Palacios, viví la vida loca.
Aprendí mucho de desórdenes y desvaríos. Aprendí a bailar salsa y a tomar tequila. Me acostumbré a despertarme tarde y a dormir temprano (es decir, de día). Ricky Martin también se había aburrido del drama e hizo de sus coreografías un pasaporte latino infalible en cualquier parte del mundo. Ganó todos los partidos, en todos los estadios. En 1998 no solo campeonó Zinedine Zidane, también el boricua dio la vuelta olímpica con su “Copa de la Vida”.
Conseguí en 1998 mi copa del amor. Había sobrevivido para luchar por ella. Todo se había ordenado. Ella, la universidad y el fútbol. En Francia 98 fue la única vez que vi el cien por ciento de los partidos en vivo y en directo. Creo que la Estate Italiana, canción del mundial de 1990, es la mejor de la historia pero apenas escuchó la canción de Ricky Martin me acuerdo de los goles de Zizou, de Owen ante Argentina, del Brasil – Holanda y de Chilavert levantando a sus jugadores del suelo después del gol del francés Blanc.
Estaba escribiendo un post sorpresa pero leí la noticia que todos comentan y recibí una lluvia insoportable de nostalgia. No soy fanático de la música de Ricky Martin pero sí reconozco que me trae demasiados recuerdos. El cantante más controvertido del momento (y quizá el más honesto) es también, para mí, el regreso a los domingos con Raúl Velasco y el grupo Garibaldi o Locomía. Ricky Martin, el ex Menudo, es la novela juvenil que viste a mitad de la tarde en años de colegio, es la balada tonta que te sabes de memoria pero que por alguna estúpida razón te resistes a cantarla.
Hay que aprender a confesar. Tengo baladas de Ricky Martin en algún CD escondido, también canciones de Arjona, de Franco de Vita y hasta de Illan Chester. Crecí cuando en canal 4 pasaban el Festival de Acapulco. En el 2000 fui a la peluquería con una foto de él: “así quiero, les dije”. Alguna vez recordé, y fui al encuentro de alguna de las chicas que mencioné al inicio de este relato. Ya era periodista, incluso ya escribía en este blog. Mientras escribía ese correo parar cerrar el reencuentro sonaba en mi reproductor “Asignatura pendiente” de Ricky. Como si este músico fuera esa vieja y conocida radio: “siempre presente en el momento importante”.
Debo escribirlo y quizá sea liberador: son como más de 10 las canciones de este portorriqueño que me devuelven a tiempos mejores. Hoy cuando todos le pegan sin que él les haga nada, cuando todos lo persiguen para crucificarlo, yo debo agradecerle mi colección inmortal (como Mun-Ra) de episodios repetidos. Ricky Martin regresó sin avisar al tiempo presente. Pero yo prefiero retroceder la cinta, prefiero no leer las noticias y escuchar mi viejo cassette de baladas de 1995 porque sin querer me he vuelto a enamorar.
LA PALABRA ES DE USTEDES
¿Tienes los mismos recuerdos de Siempre en Domingo y Muñecos de Papel? ¿Alguna vez cantaste o bailaste alguna de las canciones de este grupo o de sus miembros como solistas? ¿Las canciones de Ricky Martín también te ponen nostálgico?
[Los “Muñecos de papel”: otra canción que si tienes entre 25 y 35 debes recordarla con precisión total. Perdóname… si te nombro]
[“Juego de ajedrez”: la primera canción de Ricky Martín como solista. Es pegajosa, hay que reconocerlo. Y ese bailecito con la mano agitando hacia un lado (como si tuviera dados adentro), alguna vez lo imité]
["Todos mis caminos van a ti": el dúo más celebrado de los noventas, Sasha Sokol y Ricky Martín. Ya conté antes que esta canción la canté en un Karaoke con una vieja amiga ¿Qué será de su vida?]
["La Copa de la Vida" y el recuerdo incesante de ese Mundial en el que pude ver todos los partidos sin cansarme: Francia 98. Como Caín y Abel, es un partido cruel]
AVISOS PARROQUIALES
1. Estamos cada vez más cerca de pasar los 1.000 seguidores del blog en el grupo del Facebook. Tú también puedes unirte y así ser uno de los primeros en saber sobre las novedades de este espacio. También nos puedes seguir en nuestra cuenta de Twitter.
2. Sobre la sección “Solo para nostálgicos”, les cuenta que es una primera serie de varias que saldrá solo los fines de semana. He preferido que los comentarios se mantengan en los posts principales de la semana. Espero su paciencia, colaboración y participación. Ojalá les guste esta iniciativa de postear pequeñas cosas para ponernos más nostálgicos.