Baryshnikov: el bailarín ruso danza en Lima
Baryshnikov ha extraído del mundo los teoremas del movimiento y los aplica a la danza. Este letón de 62 años, que cruzó la cortina de hierro en plena Guerra Fría, parecía sujetarse de miles de querubines para flotar en el escenario. Revestido de un mágico carisma, se ha mantenido vigente no solo en los olimpos del ballet mundial, sino que, con una gran fuerza camaleónica, ha sabido dejar huella, también, en el cine y la televisión.
Las llanuras boscosas de la fría Letonia fueron el hábitat en que Mikhaíl Baryshnikov dio sus primeros pasos, luego de nacer en 1948, dentro de las fronteras de la entonces Unión Soviética de posguerra.
Aunque predestinado para el ballet, lo observó con indiferencia durante muchos años, pero su madre, quien se suicidó cuando él tenía 12 años, lo convenció de probar suerte en la Escuela de Ballet del Teatro de la Ópera, en Riga.
En 1963 los palacios majestuosos de Leningrado enamoraron a “Misha” Baryshnikov, quien no pudo resistir la oportunidad de pertenecer a la reputada Academia de Ballet Vagánova, donde consiguió tener como maestro a Alexander Ivanovich Pushkin, el histórico mentor de Rudolf Nuréyev. Terminó sus estudios tres años más tarde, accedió al Ballet Kirov y debutó como solista -un honor poco común- en ‘Giselle’.
Imagen promocional de la obra Cascanueces (1979)
El público soviético se rindió ante sus performances en piezas como Gorianka (1968) y Vestris (1969). No menos comentadas fueron sus interpretaciones en ‘Cascanueces’, obra clásica de la danza mundial; o en ‘La bella durmiente’, junto a la renombrada Irina Kolpakova.
Rasgando la cortina de hierro
El 29 de junio 1974 el bailarín se escabulló de un hotel en Toronto, Canadá, donde se hospedaba junto con la delegación del Ballet Kirov. Cruzó sigilosamente tres cuadras a través de las calles de la ciudad y llegó hasta un auto que lo estaba esperando en los alrededores.
Baryshnikov solicitó asilo político, y se presentó ante la prensa local e internacional, ejecutando los saltos y las acrobacias con los que solía asombrar a sus admiradores, pero esta vez con la emoción de un ave que ya pudo volar con libertad.
Baryshnikov se une al Ballet Nacional de Canadá luego de su deserción. (10/07/1974)
Dijo que su decisión tenía un trasfondo puramente artístico y no político, pero su deserción provocó un silencio desconcertante en las autoridades soviéticas, sorprendió a la opinión pública internacional y asestó un golpe mediático al régimen moscovita.
Pronto se incorporaría a los ensayos permanentes del Ballet Nacional de Canadá, y luego se integró al American Ballet Theatre, una de las instituciones más importantes de la danza estadounidense, donde brilló hasta 1978.
De lo clásico a lo mediático
Su actuación en Occidente lo convirtió en la estrella de la danza clásica, encumbrado por los medios de prensa y la crítica especializada; su fama se extendió rápidamente. Man Watched Inc. lo consideró en 1985 como uno de los diez hombres de mayor figuración pública en los Estados Unidos, junto con personajes como el basquetbolista Kareem Abdul Jabbar, el periodista Peter Jennings y el actor Bruce Willis.
En 1986 formalizó su unión con Occidente convirtiéndose en ciudadano estadounidense. Coronó así una década en la que trabajaría como director artístico.
“Misha” posa con su perfume en la tienda Saks Fifth Avenue en Nueva York (19/06/1989)
Absorbido por el mundo capitalista no dudó en formar empresa e ingresó al negocio de la perfumería poniendo en el mercado su propia fragancia y presentándola en Nueva York en 1989.
Así como cruzó la cortina de hierro, también fue audaz al dejar el ballet clásico para experimentar con inusitado éxito en la danza contemporánea, a inicios de los años ‘90.
“Misha” se adaptó fácilmente al rol de seductor maduro en su incursión televisiva dentro de la aclamada Sex and the City, flirteando con su acento natal ante una nerviosa Carrie Brashaw, interpretada por Sarah Jessica Parker (2003).
Con la misma simpatía que transmitía en la televisión, antes había dejado buena impresión en sus apariciones cinematográficas. En 1977 estuvo nominado a mejor actor secundario por el filme “The turning point” o “Paso decisivo”, donde alternó con dos divas del cine como Anne Bancroft y Shirley MacLaine. Mientras que en “White nights” o “Sol de medianoche” compartió escenarios con Gregory Hines y una jovencísima Isabella Rossellini.
“Amo a las mujeres, respeto a las mujeres. Creo que son mucho más listas que los hombres”, declaró en agosto de este año a la prensa argentina. Aquí en Perú ha asegurado que la altura de un bailarín no es indispensable (“Misha” mide 1.70); “lo importante es encontrar el lugar adecuado en el repertorio y en el escenario”, afirmó el gran Baryshnikov.
El ex esposo de Jessica Lange (‘King Kong’, ‘El cartero llama dos veces’, etc.), con quien tuvo una hija llamada Alexandra, no piensa en el retiro, y continúa paseando su arte por los escenarios del mundo. Ahora está en Lima, donde tendremos la oportunidad de admirar su puesta en escena junto a la española Ana Laguna.
(Miguel García Medina)
Fotos: Agencias Reuters, UPI