El suicidio del señor Kitsutani en la Quinta Heeren
Antes que su honor fuese manchado, el señor Kitsutani acurrucó a la muerte en su cuello. Con una navaja atada a su mano izquierda, surcó el último recorrido que haría su mano, desde un extremo hasta su “manzana de Adán”. Seiguma Kitsutani, huésped del chalet N°3 de la Quinta Heeren, había acabado su vida con el ritual del ‘seppuku’.
Era el viernes 24 de febrero de 1928 cuando la edición de la tarde de El Comercio informaba un hecho poco usual:
“Suicidio del Sr. Kitsutani
En la mañana de hoy se quitó la vida cortándose el cuello
Dejó varias cartas escritas en japonés”
¿Quién era el señor Kitsutani?
Seiguma Kitsutani era un comerciante japonés de 55 años que había llegado al Perú en 1901. El señor Kitsutani se había hecho de un lugar en el agitado mundo de los negocios de la época.
“Llegó al Perú hace cerca de 24 años, trayendo un reducido capital para trabajar, y se instaló en una pequeña tienda en la calle de Plateros de San Agustín. Fue el primer comerciante que introdujo en nuestra ciudad las novedades de la industria y de la manufactura japonesa.”
Como presidente de la Colonia Japonesa había obsequiado, por el primer centenario de la Independencia, el monumento de Manco Cápac que hoy se encuentra en la plaza del mismo nombre.
Era conocido que los negocios de Seiguma Kitsutani no estaban caminando bien meses antes de su muerte. El terremoto en Kyoto había frustrado envíos y entregas de mercaderías, y también estaba comenzando a ser denunciado.
“El señor Kitsutani solía responder a los consejos y consuelos de su abogado y de sus amigos (…) citando un concepto de la moral japonesa: ‘Cuando un hombre -decía- en el Japón causa daño a otro por su voluntad o contra ella, debe pagar esto con la vida…’ Y tornaba a sonreír, enigmáticamente.”
El final de Kitsutani
Uno de los amigos del señor Kitsutani declaró para El Comercio: “Para mí indudablemente que Kitsutani, al ver que no podría cumplir sus compromisos comerciales y que su fracaso financiero iba a ser causa de que muchos de sus amigos y personas que tenían negocios con él, quedaran en situación difícil y quién sabe desesperada, ha querido pagar con la vida lo que no pudo hacer materialmente ofrendándoles su vida y pidiéndoles, así, perdón por todo el daño que pudiera causarles”.
El cuerpo de Seiguma Kitsutani fue encontrado de rodillas y rodeado de un gran charco de sangre en su casa ubicada en la Quinta Heeren. Además, dejó varias cartas escritas en japonés y, a su esposa y cinco hijos que vivían en Tokio.
El presidente Augusto B. Leguía manifestó lo siguiente: “La gente puede fallar en un negocio, pero no por eso debe suicidarse. Lamentablemente, él no encontró el apoyo necesario. La colonia japonesa ha perdido a un gran hombre, y yo he perdido a un gran amigo”.
El ritual del ‘seppuku’
El ‘seppuku’ es el suicidio ritual japonés y una práctica común entre los samuráis. Este ritual se efectúaba si que es el honor del practicante corría peligro, es decir, antes de verse deshonrados, para evitar caer en manos del enemigo o si habían cometido alguna falta.
El honor tiene un lugar importante en la visión japonesa, por lo que si el ‘seppuku’ no se efectuaba a tiempo la familia heredaba la deshonra. El ejecutante bebía primero el sake, componía un poema de despedida y de rodillas, con una daga envuelta en papel de arroz atravesaba su abdomen de lado a lado para terminar con un corte vertical hacia el esternón. Si no lograba completar su doloroso objetivo, un ‘kaikashu’ (ayudante del ritual) procedía a decapitarlo.
(Pamela Loli Soto)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio
Amigos, los invitamos a seguirnos en nuestro fan page: Huellas Digitales y en nuestra cuenta de Twitter @Huellas_ECpe