El Inca ya empezó la cuenta regresiva
Con los años he llegado a la conclusión que a Caminos del Inca se le quiere por herencia o costumbre. Deportivamente es una prueba demasiado gitana para la cantidad que obliga invertir. Hace cinco años, en el Rally Argentina, Martin Holmes me comentaba que era una de las tres últimas pruebas del mundo de ciudad a ciudad que quedaban. Había una por Italia, otra por África y la ruta del Inca. “De lo que estoy casi seguro es que es la más extensa en recorrido y días de competencia”, puntualizaba.
Caminos del Inca es una prueba caprichosa y que es fácil de odiar si no lo han criado en ella. Es larguísima y provoca el cierre de carreteras importantísimas con la única intención que los pilotos se den el lujo de viajar de ciudad en ciudad. Recuerdo que hace unos años un Ministro de Transportes y Comunicaciones afirmó que era ridículo cerrar la Carretera Central durante todo un día “para que unos señores jueguen con sus carritos”. Duras palabras pero si uno cae en el rigor de la justicia no dejan de ser ciertas tomando en cuenta que la carretera Central es la principal ruta de abastecimiento de varios insumos vegetales de la capital.
Correr Caminos del Inca, a un auto de punta, le puede costar fácilmente cien mil dólares. Lo más curioso es que la inversión no asegura el triunfo. Basta que un piloto tome una curva de asfalto más lanzado del límite y un cuentazo simplemente lo puede sacar de la carrera. Hay cientos de historias de tuercas traidoras que se han zafado y pistones que han explotado. Han habido pilotos, incluso, que han corrido con un helicóptero como auxilio (siguiéndolos por aire) y aún así han abandonado porque simplemente “esa pieza era imposible que falle”.
El Inca no tiene piedad. La ruta del Gran Premio golpea con la intensidad que desea y en el momento que le antoja. Ayer, lunes 8, se cerró la lista de inscritos de candidatos para domar la copa más cotizada de la actualidad automovilística. Entre los nombres más rutilantes destacan los hermanos Palomino (Richard, último ganador de la prueba, y Ronmel) y Raúl Orlandini (que irá en busca de igualar el récord de su padre). Trío de candidatos en una carrera que no tiene sentido común, en la que cada vez se va más rápido y la ruta puede antojarse de sacar a cualquiera en el momento menos esperado. En materia de inscritos la relación excede en más de 115 participantes y destaca la categoría Súper 1600 con 40 participantes siendo la más nutrida de esta edición.
La XLIV edición de Caminos del Inca rememorará a Eduardo Dibós Chappuis, padre de Eduardo, quien fue el presidente del ACP que apoyó el proyecto Niki Alzamora y Henry Bradley. El recorrido total de la competencia se ha diseñado sobre un trazado de 2,550 kilómetros cronometrados y 742 en calidad de enlace. El sentido de la prueba se ha vuelto a programar de sentido inverso al habitual lo que quiere decir que los competidores saldrán de Lima rumbo Arequipa y definirán la carrera en el descenso de Huancayo al local del ACP. Una viaje a la meta más soñada de un tradición que este 19 de septiembre vuelve a poner el corazón en cuenta regresiva.
Empezó la previa. El Inca ha despertado