El público
Me ofrecía mi buen amigo T un escenario para presentar mi novela. Le repliqué que lo que habré de presentar es mi poemario “Retratos de mi padre”, y que había optado por un recital cerrado con actores y acordes de guitarra. Yo miraría desde la platea.
“Será que eres muy tímido para hablar de tu libro en público”, observó. Y al decir verdad tiene algo de razón y ese es un factor en contra del oficio, pues los tiempos modernos exigen un escritor que hable en ferias de libros, que dé cara a los micrófonos. No son los tiempos de Eguren ni de anacoretas a la sombra. Pero no se crea que no he confrontado con ese temor.
Pocos creen que, contra todo pronóstico, he pisado un escenario teatral con un pequeño papel o que he sido candidato al Congreso, derrotado en buena lid, por cierto, y que he sido jurista antes de ser periodista de un gran Diario en el que trabajo y escribo hoy por hoy.
Y, bueno, como jurista he sido entrevistado en algunas escasas ocasiones en la televisión o en la radio. Dar una opinión sobre un tema ante miles de ojos y oídos en vivo requiere coraje. Pero confieso que hubo tres momentos en los que claudiqué. En uno le huí a la entrevista (y eso que hoy soy yo quien entrevisto, lo que es más cómodo), en otra me fui por la tangente para no responder lo que no sabía y en una tercera vez me salvó la campana.
De esto último me cuesta hablar, solo diré que corría agosto del 2007 y era un joven abogado que se iniciaba en su propia vocación, el periodismo. Este bautizo fue por medio de la dirección de una revista virtual que llamamos “Sociedad Abierta”, en honor de la obra de Karl Popper, al que había leído y releído con deleite y dilección. Fue por eso que Alberto Borea me invitó a un programa de televisión que se grababa en Lima, pero se transmitía en Arequipa.
Él creyó que “Sociedad Abierta” era una filial de la Open Society de Soros y no era así. De aquella institución solo el nombre. Borea empezó entrevistando a Panfichi, un sociólogo de la Pucp. Las preguntas giraron en torno a Soros, del que, por cierto, yo no sabía nada en lo absoluto. Cuando me tocó sentarme en aquella mesa y frente a todos esos reflectores platinados la hice con altura, respondí a todas las preguntas sobre Popper y su obra, sobre la falsación y el determinismo. Hasta que me lanzó una interrogante que me alcanzó como un dardo. ¿Y qué nos puedes decir de la juventud de Soros en….? Lo ignoraba, una neblina helada cubrió mi frente, me enfrentaba al ridículo. Guardé silencio y en televisión los silencios son densos y patéticos, hasta que un ruido brotó del centro de la tierra, los reflectores empezaron a agitarse, el gran terremoto de Ica había empezado. Fue tal que nos levantamos de aquella mesa para terminar de pie y paralizados en un parque frente a aquella casa.
Me salvé aquella vez y nunca dejé de preguntarme sobre la técnica de ser entrevistado, porque la técnica de entrevistar la conozco ahora que la hago de entrevistador eventual para el Diario. Pero ¿Si en un set de televisión me preguntaran algo que no sé responder sobre mi novela? ¿Y si el entrevistador es incisivo y filoso como un cuchillo? ¿Alguien compraría la novela de un autor que no sabe promoverla en cámaras?
Bueno, el profesor X me aconsejó prepararme para ser un escritor del siglo XXI, que es ser más mediático que antaño. Ese era el siguiente reto de aquel oficio que ya no era el de la soledad de las cuevas y de la vieja Remington. Los tiempos son otros.
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