¿Escritores de la provincia?
El Cusco era el ombligo del mundo, El Jirón de la Unión era Lima y Lima el Perú, al margen de Roma solo los bárbaros y, desde luego, alrededor de los escritores limeños nada existía. Esas fueron más o menos las palabras que casi me susurró un crítico arequipeño cuando le hablé de las novedades de la urbe.
Me mostró el trabajo de dos jóvenes novelistas arequipeños, los cuentos de un joven trujillano y la poesía de un grupo de notables vates de la amazonía. Yo ya sumaba la lírica de chiclayanos e iqueños. Por mi parte, ya había leído, además, a un brillante narrador puneño que no la hacía con las grandes editoriales ni tenía ahorros para editar su propia obra. Él ingresó al taller de historias poco después que lo hiciera yo.
Fotocopié cuanto pude de las ediciones y manuscritos y los sometí al escrutinio de dos amigos que en su haber tenían estudios literarios, incluyendo una maestría. Ambos coincidieron en que tal literatura era superior. Sí, superior, suprema, pero invisible; pues para el escritor de la provincia existir es alimeñarse, migrar, “tomar contacto”, ser en Lima, que es lo mismo que mudar de identidad.
La literatura trujillana, piurana, arequipeña, ayacuchana….no debe ser más la literatura de la provincia, sino tornarse en literatura nacional a la par de los nombres que trasponen las fronteras. Una literatura nacional representativa (que dé la cara al mundo en las ferias y las librerías de América o Europa) ha de romper los diques de la limeñidad y volcar sus aguas sobre las mesetas, las cordilleras, los valles y las selvas ¿Será posible?
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