Evolución
En el taller se inicia las sesiones dedicadas a la técnica de narrar. Todos celebran. Las bagatelas filósoficas amenazan con desaparecer. Me opongo, pues, en realidad he venido para filosofar. El profesor nos advierte que estamos por dar un paso fundamental. “Todo es técnica, como en el fútbol, no lo dudes”. Guardo esas palabras y me preparo a revisar mis apuntes.
Quien nos ha guiado durante estas primeras semanas nos pide volver a los más viejos textos que alguna vez hayamos escrito y que hayan sobrevivido al tiempo. Reviso un cuento escrito hace cinco años y me invade el espanto. “No, no pude haber escrito ese cuento. Es inaceptable que me haya gustado entonces. No me gusta hoy”. Le expreso mi preocupación natural: “Es decir, tendemos a restarle valor a lo que escribimos antes, mientras más tiempo pasa mayor es nuestra decepción”.
El profesor nos mira con un extraño brillo en la mirada y nos advierte que esa sensación desagradable es buena, que contentarnos con nuestras viejas obras significa que no hemos evolucionado. Una buena señal de la evolución intelectual es el descontento con lo que antes hicimos, a mayor descontento mejor. “García Márquez no se atrevía a revisar sus viejas letras”, dice con satisfacción.
Quizás sea no más que una percepción producida por la lejanía. Una percepción errada, desde luego. De ser cierta tal evolución no existirían tantos artistas y científicos cuya obra cumbre data de sus años juveniles. Einstein, solo por decir uno.
¿Evolucionamos? ¿Involucionamos? ¿Nos transformamos? ¿Solo tomamos distancia?
Las prioridades individuales son unas a los 15 y otras a los 30 y otras diferentes a los 40….La estética también cambia y cambian las perspectivas, los conceptos sobre el pasado, el futuro, el amor, la vida, la muerte…Las expectativas son otras por más que anclen algunos principios.
La evolución quizás no sea más que una ilusión con la que disfrazamos nuestra sutil y casi imperceptible volatilidad.