Política para mi novela
Sí, porque me dijeron que era necesario introduje en la novela varias escenas de la política. X me preguntó cuánto me he relacionado con ella a lo largo de mi existencia y le señalé que mucho y que, por tanto, tenía mucho que contar.
He sido columnista político (a veces de paso por allí y acullá) en algunos tabloides y he ejercido de constitucionalista al lado de Enrique Bernales y otros maestros. Mi tesis y mis libros han tratado sobre temas más propios de la política: el Parlamento, los partidos políticos y más. Ergo, tengo un aprendizaje que procuré aplicar en la escena local, aunque sin ningún éxito. Sí, porque del lado de Rafael Belaunde (hijo de Don Fernando y miembro de una estirpe política) postulé al Congreso. Belaunde hijo debió ser el elegido, pero no lo fue. Cosas del destino, que no premia a los mejores. La hice de ideólogo liberal y terminé siendo solo eso, apenas eso, un defensor de la teoría, sí, un teórico de la libertad.
Y si del destino se trata, alguna aureola de misticismo mesiánico rodea mi relación con la política, desde aquel vidente extraño que hace muchos años se me acercó desde lejos y en la multitud para anunciarme que “iba a conducir”, en el bullicio solo oí palabras como “Nación”, “Tiempos”, “Ojos”, era un menjunje extraño y yo odio el mesianismo político como odio el fundamentalismo y las engañosas leyes de la Historia…Y también a los farsantes que creen ver más allá de lo visible. Conducir ni el automóvil que no tengo, porque odio el volante y me duermo fácil cuando clavo los ojos por más de diez minutos en un punto fijo.
No obstante me creí el cuento que alguna vez pisaría aquel hemiciclo donde fui un practicante ávido y un silencioso admirador de mis estrellas. Los escuchaba debatir a través de aquel parlante colgado en el muro de una oficina parlamentaria. La práctica se terminó a los meses, duró lo que el asombro. La política…la política, ella tiene relación también con mi destino familiar, pues a Luis Bedoya Reyes (él no lo sabe, pero por su intermedio y conexión, nos presentó) le debo mi matrimonio. Cosas del destino.
Y si de estrellas se trata, diré que culminé mi camino de político cuando en el 2011 me estrellé contra la pared. A duras penas, aquel desconocido candidato al Congreso construyó sus paneles publicitarios para darse a conocer y los sembró en las principales avenidas de Lima. Fue una aventura familiar y un trajín indescriptible y un despliegue de recursos tal… Doce paneles grandes con sus sólidos parantes de madera bien clavados en el césped. Tres días me duró la ilusión, pues al tercer día…la flamante alcaldesa de esta ciudad de espanto quitó centenares de paneles publicitarios de las calles limeñas y diez de mis doce paneles dieron a parar y a perderse en un depósito municipal. Mi campaña duró tres días. Me paralicé en adelante.
Ese fue el fin del camino político y el anticipo de una derrota cantada. Si anduve tanteando aquel territorio extraño para un escritor fue porque nunca le huí a los retos y porque la Historia política ejerció sobre mí una gran fascinación. Le debo aquella propensión a Basadre y a un profesor de Historia en la secundaria.
Todo aquel cúmulo y más, me habría de servir para darle a mi novela los elementos de poder que una buena historia requiere. En este caso, mi personaje se acerca a los lindes del poder y es arrastrado por él en una vorágine siniestra…
Hoy la política solo sirve bien a mi novela, a mi literatura, pero vade retro, estoy convencido que no volveré a ella jamás…salvo en la novela que con fórceps o a tientas y gimiendo (como en frase de Pascal) pretendo elaborar. La literatura no merecería tal deslealtad.
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