El periodismo de hechos
El periodismo tiene como objeto la veracidad, que es la conformidad con la verdad. Me refiero a la verdad que se expresa cabalmente por la frase de San Agustín: “La verdad es lo que es” (verum id quod est).
Pero la verdad puede ser inasible y más aún cuando lo que impera es el apremio por conocerla, pues las noticias son la actualidad y deben examinarse con la prisa del día y del cierre. Así, el desafío mayor del periodista es la celeridad y la profundidad con la que bucea en una situación particular. Pese a los límites razonables, el observador (me robo una frase de Teilhard de Chardin) debe abordar “el fenómeno, solo el fenómeno y todo el fenómeno”.
Si bien el periodismo de hechos o noticioso es aséptico y pretendidamente objetivo, el columnismo, que convive con la narración de los hechos, es medianamente subjetivo en su razón y perceptivo en su observación. El ser humano trata de someterse a la disciplina de la objetividad cuando investiga, pero cuando razona lo hace desde la posición que le tocó (medio social, formación, experiencia, lecturas, cargas y emociones). Por tanto, el columnismo tiende a ser no más que un punto de vista del observador.
En este tramo, la verdad agustiniana ya no es lo que es sino lo que parece ser. No existe el columnismo de consenso, pero el periodismo noticioso sí debería tender al consenso, porque los hechos son “por sí mismos”, independientes de lo que de ellos lleguemos a creer. Un hecho determinado ocurrió de una sola forma, no de varias, no hay un hecho para cada observador sino vértices cuyas piezas debemos recoger y juntar. No son los hechos los que fallan sino la mala posiciónde quien los ve.
Las diferencias entre un observador y otro solo las puede determinar una buena o mala provisión de información: esto es, suficiencia o no de fuentes, vinculación entre los datos o todo lo contrario (cuando no se atan cabos o se atan mal o cuando no se capturan todos los elementos), rigor o escaso rigor, predominio o no de la carga subjetiva del observador, etc.
El periodista noticioso es el historiador del presente, su reto es la brevedad de la indagación. El reto del historiador es la lejanía de sus fuentes. En ambos casos se impone el cuidado, la disciplina y la severidad del método.