Amor a la carta o Lunch Box
En “Lunch Box” (India)un empleado público ya en el linde de la jubilación recibe cada día su almuerzo de un distribuidor. Viudo, trajinado, sin más luz en los ojos que el reflejo de un neón, el protagonista recibe su lonchera sin mayor entusiasmo.
En Mumbai las amas de casa envían el almuerzo a sus maridos a través de un sistema de transporte. Pero un día la compañía comete un error y lleva el almuerzo preparado por una bella y joven dama para su esposo Rajiv al escritorio del melancólico funcionario. Este aprecia el alimento, devuelve los recipientes limpios y refulgentes.
Ella se alegra (gustar de los platos de una mujer es un homenaje) mientras descubre que su marido le es infiel, el joven matrimonio parece irse a pique. Pronto volverá a enviar, esta vez con premeditación, el almuerzo al escritorio del viejo servidor, ya no será un error, pero acompañará una carta de gratitud. Él le responderá y ella hará lo mismo en una seguidilla que les devuelve el alma y la vida.
Un día ella asume que es el momento de encontrarse, él se alegra y se espanta a la vez. Se sabe viejo, se descubre mayor que ella. Ella no lo ha visto, no conoce su rostro ni su voz. Ella lo aguarda en el restaurante, él la observa escondido a lo lejos. Teme la desilusión, el rechazo.
Pero, en el fondo de este cruce del maravilloso azar, ha nacido la chispa del amor. Una frase redondea la historia y es importante considerarla en el periplo accidentado e incierto de la vida: “A veces es, precisamente el tren equivocado el que nos lleva al lugar correcto”.
El error no es casual, la vida es causal, rige el orden, el cosmos y cada respuesta es una afirmación subsecuente de aquello que, por destino, debe ocurrir. En ocasiones es lamentable, por momentos feliz. Si gustan un adelanto comparto algunas imágenes. Lamentablemente en el circuito cinemero peruano la economía se impone a la calidad, así que solo les ha de quedar el universo virtual.