El jardín secreto
Toda novela es un jardín secreto. Cuando practicaba en un Juzgado Penal en los oscuros primeros años post universitarios, aquel secretario penal me utilizaba solo para redactar citaciones. Yo no le caía bien, precisamente porque me habían ubicado junto a él.
Pero yo hacia dos cosas a escondidas, sin que él reparara en ello: sobre mis piernas leía novelas, escribía poemas y revisaba las historias clandestinas detrás de los expedientes a modo de ejercicio literario: crímenes por celos, estafas siniestras, peleas cantineras, arrebatos de amor. Qué hubiera sido de mí sin la literatura y solo tecleando citaciones.
Un milagro mas o menos reciente me ubicó en el lugar donde siempre quise estar, uno donde la literatura, los versos, las humanidades, los artículos y la reflexión más trascendental se tornó en mi mundo, mi mundo feliz. Fuera de él solo rigen los habitantes de un vasto mar de monstruos que me espanta.
Por eso, para que los practicantes de Juzgado lean a hurtadillas es que escribo todo lo que escribo, desde mis articulos a mis versos y de mis versos a mis ficciones. Quizas mientras escribí “Sed de mal”, mi novela por publicarse, pensé en ellos, en esos tecleadores anónimos de citatorios en las oficinas de los Juzgados, todo lo que trazo en el papel es para alguno de aquellos que una yo vez fui.