El patrimonio de la sangre
“Patrimonio” es el cuento con el que el escritor Johann Page se adjudicó el primer lugar del Premio Copé 2014 de cuento (Petroperú). El título no es casual, es un guiño a la novela de Philip Roth, que como en su historia evoca la sensibilidad dolorosa de una relación paterno filial. Mientras que en Roth, el roce es explícito, en el relato de Page el vínculo se define por una compleja maquinaria de recuerdos que solo sirven para restar o sumar tensión al conflicto entre los protagonistas.
Historia
Pese a que la historia tiene múltiples divergencias y cruces de tiempos, se trata de la visita de un escritor joven y su padre a la tumba del abuelo en un cementerio al sur de Lima. El motivo que induce al padre a realizar esa pequeña travesía es el resultado de sus exámenes médicos: sabe que morirá. Desde luego, el hijo accede a llevarlo.
Al regreso, en medio de la carretera, el automóvil sufre una avería y la paralización del vehículo, que es también la paralización del tiempo sirve para liberar los viejos demonios de una relación tensa que se turba y aligera sucesivamente por los recuerdos conjuntos de un pasado lejano. El desperfecto no les ocurre a solas, en medio del desierto, sino en el centro de una colisión bulliciosa de vehículos en el entorno. El infierno es una representación que se aviva a la vista del fuego de los otros autos.
Podría ser una sencilla historia de un conflicto intergeneracional si es que Page no hubiera provisto a su historia de una técnica cuyas virtudes son la intensidad pasional, el punto de vista deliberadamente planteado, así como el hábil manejo de los tiempos para atraer y relajar las emociones del lector.
Cámara en mano
Los buenos cuentistas suelen utilizar el punto de vista del narrador en primera persona para observar desde el personaje y jugar con la empatía del lector. Page lo logra como si en la observación de los acontecimientos se valiera de una cámara de video que reluce, opaca, ralentiza o acelera las escenas. El lector puede ver desde el personaje, lo que vivifica la acción y la torna en más amable. “Frente a nosotros, la lengua ardiente de la carretera se desdibujaba líquida sobre el horizonte”. Una sensación de devastación nos gana con los ojos del protagonista: “Escupí la tierra que tenía en la boca. De vez en cuando levantaba la vista de la llanta hacia el accidente. Podía distinguir las luces de las patrullas…Los autos maltrechos se me perdían en un reflejo impreciso y brillante por el sol y el fuego”.
Tiempos
“Patrimonio” no es un relato lineal, apela a una estructura compleja de tiempos que saltan hacia atrás y adelante y que sirve para intercalar la angustia del presente (por la acechanza de la muerte paterna) con el pasado nostálgico, donde rutila la magia de la niñez. El manejo de los tiempos permite revelarle al lector que algo cambió en la relación entre el padre y el hijo; que los personajes, como sus vínculos, se transformaron con los años. Solo la presencia de la muerte, simbolizada en la tumba del abuelo, diluye el conflicto, que se aviva y explica por los fragmentos de memoria que Page distribuye con buen cálculo. Las evocaciones de “Patrimonio” aportan al objeto del relato. El cuento, por demás, carece de ruidos.
Page no es ya un autor que se preocupe demasiado por las formas, lo suyo es apelar a las emociones. La ausencia del formalismo de “Los puertos extremos”(Estruendomudo, 2004) no impide que el énfasis en los sentimientos se complemente con un lenguaje bien elaborado. Precisamente esa es otra de las virtudes del cuento, no solo es una historia con perfiles psicológicos definidos, giros sorprendentes y una estructura funcional sino que es, además, una historia bien contada.
Misterio y dolor
“Patrimonio” no corre directo hacia un desenlace previsible. El narrador sugiere los eventos por venir con cuidadosa técnica literaria, nos va aproximando para virar y luego volver. Su objetivo pareciera ser mantenernos en el misterio para atraparnos y luego soltarnos. Es su juego. Un ejemplo es el inicio de la trama. No sabemos lo que ocurre, creemos que los protagonistas están envueltos en la vorágine de un accidente mayor que, finalmente, se convierte solo en el entorno de una pequeña tragedia familiar. De sorpresa en sorpresa nos acercamos a la verdad esencial de la historia, cuyo sino es imbatible y nos toca a todos y, por tanto, nos inyecta de ansiedad. “De súbito me sentí solo a su lado, como si su futura ausencia estuviese poco a poco instalándose en mí”. Los detalles del final concluyen en una escena tan memorable como desgarradora.