Clásico es ganarte
La ansiedad nos consume. Las palpitaciones aumentan. En el trabajo, el colegio, la universidad o en el barrio es el único tema de conversación. Y no faltan las bromas, las apuestas, algunos insultos y, sobre todo, los recuerdos. Es semana de Clásico y es imposible no rememorar aquellos partidos que dejaron una huella indeleble en nuestra memoria. En mi caso existen dos grabados a fuego que, curiosamente, no pude ver en directo; es más, solo he visto retazos de ambos en imágenes mal editadas y de pésima calidad. En esos años de inflación galopante y propinas magras, las voces de Lucho Izusqui o Elejalder Godos me permitían transportarme hasta el centro mismo del campo y acompañar a Rey Muñoz en sus zigzagueos infinitos por derecha, recibir el pase de zurda del Mellizo Suárez, barrer a un rival antes que el Cachete Reyna y correr a abrazar a Seminario después de un golazo. La definición por penales del Regional 84 -cuando Quiroga le tapó un disparo a Gonzales Ganoza- y la volteada en la Liguilla del 85 son dos jornadas épicas, inolvidables, irrepetibles, muy cremas, que no olvidaré nunca. Ustedes también tienen sus clásicos favoritos. Hablemos de ellos mientras esperamos el domingo, el día de la verdad.
Hay, por supuesto, otros clásicos que por distintas razones no olvidamos. ¿Y aquel del golazo de Seminario, luego de infinitos toques desde nuestra propia cancha? ¿Y el de la despedida de Martínez en la definición del subcampeonato del 95?, ¿Y el del nocaut de Nunes a Kopriva? Por alguna circunstancia, recuerdo uno de los ochenta que acabó en bronca luego de que Bira -un brasileño que jugaba en la mitad de la cancha, me parece que al lado de Leguía- le hiciera una huacha a Velásquez y este le respondiera con un golpe. También una tarde de puro baile en el Nacional, cuando Grondona fabricó un sombrero maravilloso y, claro, aquel clásico de la vergüenza del 88, la noche en que los aliancistas fingieron una serie de lesiones a fin de que el partido se suspendiera y no se comieran una goleada de antología.
Son muchos y cada cual tiene su propio condimento. Espero sus comentarios. Mientras tanto, les dejo unos recuerditos que, estoy seguro, disfrutarán a morir.