Miguelito y diez más
Gracias a Miguelito Torres, el pueblo crema volvió a sonreír después de varias lunas. La redonda actuación del volante, sin embargo, no debe hacernos olvidar que el primer tiempo ante Gálvez fue un desperdicio de energía, que inventar a Ruidíaz de enganche es un despropósito, que Gigena y Labarthe no pueden jugar juntos y que en esta crema versión Del Solar, ‘Cachito’ es necesario así a muchos no nos convenza.Que Torres haya tenido un desempeño estupendo nos alegra porque es un jugador al que las lesiones le han impedido alcanzar la regularidad que se merece. Aunque en ocasiones peca de apresurado, su rapidez lo convierte en un arma letal para cualquier ataque. Además, Miguelito palpita la crema desde su primer segundo de vida y no hay partido en que no se entregue por entero.
Ante Gálvez tuvo un primer tiempo irregular porque se desprendió demasiado rápido de la pelota, lo que le hizo perder precisión. Luego de su gol -nacido de un jugadón del ‘Negro’, seguido de un soberbio servicio largo de Galliquio-, se adueñó de la banda derecha y del partido. A su velocidad y buena gambeta le añadió exactitud a sus servicios, lo cual aclaró el panorama ofensivo del campeón, que se había visto perturbado en un inicio por la ausencia de ideas y la posición de varios jugadores en determinados sectores de la cancha.
Chemo se equivocó en el primer tiempo. La intención de avasallar al rival desde el inicio se aplaude, pero conforme transcurrían los minutos era evidente que algunos jugadores tropezaban entre ellos (Labarthe con Gigena, por ejemplo) y que otros, como Ruidíaz, al estar lejos del área, perdían trascendencia.
Defensivamente, a pesar de un par de sustos, el desempeño fue bueno. Se notó una sana intención de recuperar la pelota con rapidez, de atacarla, de no esperar los movimientos del rival, lo que permitió controlar las acciones con holgura en al menos 80 minutos de juego. El ingreso de Ramírez le dio mayor fluidez a la mediacancha y con Miguel por derecha y Alva por izquierda por momentos la crema pareció un vendaval. Sin embargo, aparecieron los fantasmas de siempre y los errores en los últimos metros se sucedieron. ¿Qué hubiera pasado si el remate de Leguizamón ingresaba y no daba en el palo minutos antes del golazo de Piero? Hasta ese momento, la ‘U’ había perdonado demasiado y aunque hubiese sido inmerecido el empate chimbotano, son situaciones como esta las que nos han llevado a estar tan lejos de la San Martín a estas alturas del campeonato.
¿Cómo afrontar el partido ante Cristal? Lo peor que tiene el equipo de Rivera son sus centrales, lentos y dueños de errores de principiante. En esta perspectiva, me la jugaría con Ruidíaz de segunda punta, acaso al lado de Labarthe. Y si Chemo quiere seguir con cinco volantes optaría por Rainer y Toñito delante del trío de centrales, Miguel y Piero por los lados y Ramírez flotando. A los celestes hay que dominarlos desde el arranque, cortar los nexos de su volante con el ataque y no dejarlos respirar.
¿Cómo debemos jugar ante Cristal?
¿Están conformes con el planteamiento de Chemo?
Espero sus comentarios.
Un abrazo para todos.
Comparto con ustedes un artículo que publiqué en la última edición dominical de El Comercio. ¿El tema? Los ‘escapistas’ del casino Veneto:
No es el fútbol, son los valores
Al momento de escribir estas líneas, no existen indicios suficientes que señalen que en el casino Veneto de Panamá se reeditó una versión caribeña de lo ocurrido en el hotel El Golf Los Incas hace tres años. Pero que un grupo de seleccionados de fútbol abandone su alojamiento sin permiso, y a una hora indebida, es un acto de indisciplina que debe castigarse. La decisión de Sergio Markarián de expulsarlos del plantel es entendible. ¿Ha hecho bien el ‘Mago’? Si esas son sus reglas, no hay lugar a reclamo. Solo queda respaldarlo.
Me temo, sin embargo, que muchos de los que hoy piden la cabeza de los indisciplinados, que se rasgan las vestiduras por esta nueva celebración de la estupidez protagonizada por futbolistas de billeteras anchas y cerebros vacíos, probablemente en unos meses cambiarán de actitud. Quizá sea durante la Copa América del próximo año o cuando empiece la clasificación para Brasil 2014. Puedo adivinar los argumentos que utilizarán (“el Perú no puede darse el lujo de prescindir de jugadores tan importantes”, o “el caso debió manejarse de otra manera”). La imaginación es pródiga así sea la justificación más disparatada.
Cuando se supo de la juerga en el hotel El Golf, el pedido de un castigo severo fue un clamor popular al cual José del Solar, el entrenador de ese entonces, respondió sin miramientos. Pero conforme la Eliminatoria mundialista empezó a ponerse más cuesta arriba, con goleadas espantosas y actuaciones para llorar, las posturas cambiaron y tanto un sector mayoritario de la hinchada como del periodismo deportivo criticaron la dureza de Chemo y la dirigencia que lo acompañaba. Frente al poder del resultado, a la vergüenza de ser humillado, el fútbol peruano no podía cometer la temeridad de poseer principios disciplinarios férreos. En cristiano, las francachelas que tuvieron como escenario hasta el parqueo del célebre alojamiento tuvieron que haberse pasado por agua tibia. La corrección, el respeto por los códigos de comportamiento no eran lo más importante.
Los problemas del fútbol peruano son más profundos que un puñado de futbolistas poco profesionales o la clasificación a un torneo internacional. Tienen que ver con un sistema organizativo colapsado, escasa transparencia en el manejo, así como un nulo respeto por la autoridad y los valores mínimos de convivencia.
¿Podemos esperar algo distinto cuando existen directivos que manosean las normas que promueven a fin de satisfacer sus deseos particulares? ¿Hay posibilidad de cambio cuando desde los propios medios endiosamos a ciertos jugadores solo por sus habilidades dentro del campo, olvidando que sus desvaríos pueden resultar perniciosos para la buena salud de un grupo?
En el país donde el presidente del Poder Judicial avala responder con un golpe a un insulto (porque si no, estamos en “un país de maricas”), los villanos de hoy pueden convertirse en los héroes del mañana. No es cuestión de fútbol, sino de valores.