JULIO ESCALANTE
Quizá lo que más detesto de varios cines de Lima es lo mal que proyectan las películas. Puede ser que mucha gente no llegue a notarlo, pero varias pantallas están mal diseñadas y no se adaptan a todos los formatos de las películas (más cuadrados o rectangulares).
Es común, por ejemplo, en Cineplanet Alcázar y en UVK Larcomar, por citar dos de las salas más caras de Lima, que el encuadre de la película no entre totalmente en la pantalla y que por eso en las tomas abiertas uno vea a los personajes con la cabeza cortada.
No es solamente la película el principal punto para decidirse a visitar una sala. Hoy un mismo filme se proyecta con subtítulos o doblado al español, en rollos de 35 mm o en digital, en 3D y hasta en 4D, en pantallas pequeñas o enormes, en salas premium de cómodos sillones o en salas de asientos mullidos. La oferta de Lima, además de diversos precios, abarca todas estas posibilidades.
Otro problema habitual de los cinéfilos es que quien quiera ver una película como “Balada de un hombre común” no podrá hacerlo en una sala que tenga las mismas condiciones de tamaño de pantalla que una cinta como “300: El nacimiento de un imperio”. Es cierto que aquí pesa la demanda de público que tiene cada una, pero las salas de Cinemark (menos la de Jockey Plaza) y Cinépolis sí tienen un estándar de capacidad de público, excepto para las que van exclusivamente en 3D.
Es posible que uno termine gastando más en la confitería que en las entradas. Hace un par de semanas, un domingo en Cinemark Megaplaza, un señor que estaba delante de mí en la cola gastó casi 50 soles en cancha, gaseosas y un muffin. Pero pudo gastar menos si hubiese comprado una cancha grande en lugar de tres pequeñas. La diferencia de precio entre tres tamaños de pop corn es en este cine de solo un sol, porque la intención es que esa diferencia incline siempre a comprar el más grande y que cuesta más.
Algo que me alejó de Cineplanet fue su delivery de la confitería a la sala. No habría tanto problema si los pedidos se recibieran y entregaran durante la tanda de tráileres y avisos comerciales, pero suelen llegar cuando la película ya comenzó, lo que distrae a más de uno si el repartidor no encuentra al cliente en la oscuridad o debe estirar los brazos para acercarle su vuelto. Hay diversas maneras de mejorar la oferta. Cinépolis, por ejemplo, es la única cadena que vende algo simple y diferente: cancha dulce.