Una reseña de la novela "La isla de la infancia", de Knausgård

Para escribir la novela, la tercera de la sobrecogedora heptalogía "Mi lucha", el noruego Karl Ove Knausgård tuvo que permanecer prácticamente incomunicado del mundo exterior a raíz del revuelo en su círculo familiar y amical por la publicación de los tomos anteriores. En este, a diferencia de Proust y su “recuerdo involuntario”, el escritor noruego propone una búsqueda no del tiempo, sino de la memoria: “los recuerdos canonizados”, “los relacionados con el cuerpo”, “los que vienen con los sentimientos” y “los relacionados con el paisaje”. Es la novela más ficcional de la serie. Aquí el autor no puede evadir ni recortar la distancia temporal; el pasado puede estar latente, pero no interiorizado como en "La muerte del padre" y "Un hombre enamorado". 

     Por consiguiente, las reflexiones e introspecciones no abundan. Posicionarse —sentir y pensar— como un niño era su fin. “¿Esa criatura es la misma que la que está aquí sentada, en Malmö, escribiendo esto?”, se pregunta. 

     De ese modo van apareciendo los episodios de su vida en la isla de Tromøya, nos acerca a sus miedos e imaginaciones —los perros, los zorros, los genios de agua—, representa la cruda relación con su padre autoritario —un tópico que ya es fundamental en su obra—, el primer día de colegio, las travesuras con sus amigos, el fútbol, los profesores, el aprendizaje, algunos aspectos escatológicos y, por supuesto, los enamoramientos. 

     “Lo que fotografiamos es la época, no los seres humanos dentro de ella: ellos no se dejan captar”. Sin embargo, curiosamente, en "La isla de la infancia" podemos capturar el espíritu de ese niño que fue Karl Ove Knausgård, su educación familiar, su formación educativa, en medio de una familia tradicional, con la maestría inconfundible de su prosa que convierte al lector en un adicto.

Novela: "La isla de la infancia" 
Autor: Karl Ove Knausgård
Editorial: Anagrama
Páginas: 498
Precio: S/.89.00