Carlos Gonzales

Dos episodios recientes exponen la indefensión de los propietarios frente a inquilinos violentos. En San Borja, una mujer es arrastrada y golpeada hasta quedar inconsciente por reclamar una deuda de S/11.000. En el Callao, una anciana, acuchillada por su arrendatario, solo sobrevive porque finge estar muerta. ¿Qué tienen en común estas historias? Los riesgos de alquilar sin protección legal y la necesidad de conocer los antecedentes de los inquilinos que permita alquilar con una garantía segura. Mientras la legislación peruana no ofrece amparo, los propietarios viven entre la necesidad y la incertidumbre.

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