"Three Billboards Outside Ebbing, Missouri" es una de las películas más galardonadas de la temporada, y con muchas chances de ganar el Óscar a Mejor Película, es este tercer opus del director Martin McDonagh. Se trata de la historia de Mildred (Frances McDormand), mujer de armas tomar que vive en un pequeño y olvidado pueblo de EE.UU., y que decide pagar para colocar un mensaje que increpa al alguacil Willoughby (Woody Harrelson), en tres paneles publicitarios, porque la policía no ha encontrado al asesino y violador de su hija.
McDonagh no es un desconocido. De padres irlandeses, él es un renombrado autor de piezas teatrales. Como cineasta, se dio a conocer con “En brujas” (2008), comedia negra en la que dos mafiosos desgranan las horas y su extraña amistad, mientras se aproximaban a un destino incierto en una antigua ciudad belga.
Ahora, con "Three Billboards Outside Ebbing, Missouri", McDonagh va más allá. Los diálogos secos, irónicos y a veces crueles son una vibrante mezcla del estilo callejero de Quentin Tarantino y del espesor dramático de Tennessee Williams. Con la actriz Frances McDormand traza un personaje duro y flemático, una suerte de versión femenina de Clint Eastwood, pero capaz de conmoverse ante la pérdida y la impotencia, siempre en ese punto justo entre la rabia y el dolor que impide el resbalón hacia la complacencia sentimental.
Lo notable del filme tiene que ver también con su mirada caleidoscópica que integra en el mismo plano al alguacil, al enano del pueblo (Peter Dinklage) y al trabajador de la empresa de los paneles publicitarios (Caleb Landry Jones), quien bien podría ser el hermano de Norman Bates, de “Psicosis”. Los vectores principales, sin embargo, son Mildred, y, más que el alguacil Willoughby, su ayudante Dixon (Sam Rockwell). La formidable interpretación de Rockwell tiene de nerd y de matón, de racista y de artista sensible, de investigador y de alcohólico brutal que estalla en furia.
Más allá de sorprender en más de un tramo con alguna nueva faceta de sus personajes, el filme logra trocar la comedia por la violencia, lo cotidiano por lo trágico, el gesto irrisorio por el incendio voraz de la comisaría. Todo esto filmado con una cámara que no se siente: las imágenes exhiben un estilo invisible y de raigambre clásica, pero atento a fulguraciones surrealistas, un aspecto no solo manifestado por la presencia del enano, sino también por los fuegos voraces que son captados desde lejos.
El tema policial y el misterio que rodea al asesino no identificado pronto pasan a no importar demasiado al espectador. Lo que llega a nuestros ojos es más bien un fascinante estudio de personajes de una complejidad muy rara de ver, quienes indignan y a la vez conmueven, y hacen de este pueblo un infierno que, a pesar de todo, es capaz de redimirse mediante actos expiatorios y piadosos que dan un aliento universal a la película.
Algunos han visto un aire de familia "Three Billboards Outside Ebbing, Missouri", “Fargo” y “Sin lugar para los débiles”, estas últimas dirigidas por los hermanos Ethan y Joel Coen. “Sin lugar para los débiles”, basada en una novela de Cormac McCarthy –sucesor de William Faulkner–, quizá pueda relacionarse más con la película de McDonagh: es el mismo universo de pueblos olvidados, crímenes, ‘basura blanca’ y pasiones indómitas muchas veces selladas con sangre. Pero lo de McDonagh es diferente. Acá no prima la atmósfera kafkiana de los Coen, sino el diseño de monstruos humanos, trágicos, temibles y tiernos, filmados con una luz limpia de tonos solares y cálidos que hacen aún más hiriente su contacto con nuestros ojos.
Título original: “Three Billboards Outside Ebbing, Missouri”.
Género: drama, cinta criminal. País y año: EE.UU. e Inglaterra, 2017.
Director: Martin McDonagh.
Actores: Frances McDormand, Woody Harrelson, Sam Rockwell.
Calificación: 4/5